The following is The Episcopal Church Presiding Bishop Katharine Jefferts Schori”s statement for World AIDS Day 2009.
December 1 each year is World AIDS Day, an occasion both to remember the 25 million beloved children of God who have lost their lives to the pandemic over the past three decades, and to rededicate ourselves to building a future without AIDS. This year, new challenges both at home and abroad remind us again of the costly work that remains in the world’s fight to eradicate AIDS.
In poorer countries around the world, stemming the spread of HIV/AIDS has proven the most difficult of the eight Millennium Development Goals and the one that threatens to undermine progress toward all the others. More than 33 million people continue to live with HIV/AIDS around the world, and nearly three million are newly infected each year. The global economic crisis has made matters worse, pushing as many as 100 million more people below the poverty line. Their futures are more at risk than ever, yet their interests have rarely been considered in wealthier nations’ political conversations about the economic crisis.
Last year, the U.S. Congress made an historic commitment to the battle against AIDS in poor countries, promising to triple our nation’s commitment to fighting AIDS abroad over the next five years. That promise has dimmed as federal resources have grown scarcer and political conversations have focused on domestic need.
President Obama’s first federal budget, released earlier this year, failed to keep pace with Congress’s 2008 financial commitments to fighting AIDS abroad, and slowed the growth of those efforts from previous years. As we approach a new federal budget cycle this winter, Americans must send a clear message to the Administration that in spite of economic challenges at home, our nation cannot retreat from our commitments to fight poverty and disease abroad.
In the United States, HIV/AIDS has lost much of its visibility in the past decade with many Americans growing complacent about the threat of the disease. It is not always immediately obvious who in our communities is suffering from HIV/AIDS, and the stigma of diagnosis further isolates and alienates those who need our love and support. As Christians, our ministry to those living with HIV/AIDS in our communities is more essential than ever. World AIDS Day is an excellent opportunity to evaluate the ways in which your congregation and community are welcoming and serving those living with the disease.
President Obama announced an enormously encouraging initiative, Act Against AIDS, earlier this year as a five-year, $45 million effort aimed at enhancing AIDS awareness within the United States. While the initial funding is small, this initiative is a much needed response to the diminishing public awareness of the AIDS crisis in our own communities.
The Episcopal Church has shown distinguished leadership on this issue through the years and, despite current challenges, I fervently hope that our combined witness and advocacy will continue to grow. I urge all Episcopalians to join our Church’s advocacy efforts by becoming members of the Episcopal Public Policy Network (www.episcopalchurch.org/eppn), and I commend the work of the National Episcopal AIDS Coalition (www.neac.org ), which, for several decades has helped to keep this issue visible within The Episcopal Church.
Christians around the world enter the season of Advent this weekend, and together we wait in hope for the coming of the Redeemer. An ancient antiphon for the season addresses the coming Christ as “the King of the nations, and their desire, the cornerstone uniting all people.” Let our prayer in this holy season be that the God who dwells among us, suffers and dies, yet rises again, will unite the will of all peoples to work toward finally conquering HIV/AIDS.
The Most Rev. Katharine Jefferts Schori
Presiding Bishop
The Episcopal Church
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Día Mundial del SIDA 2009
November 24, 2009
Por Katharine Jefferts Schori
Obispa Presidenta
Iglesia Episcopal
Todos los años, el primero de diciembre es el Día Mundial del SIDA, una ocasión tanto para recordar los 25 millones de hijos amados de Dios que han perdido la vida debido a la pandemia durante las últimas tres décadas, como para volver a dedicarnos a la construcción de un futuro sin SIDA. Este año, nuevos retos, tanto en casa como en el extranjero, nos recuerdan de nuevo el costoso trabajo que queda por hacer en la lucha mundial para erradicar el SIDA
En los países más pobres de todo el mundo, detener la expansión del VIH/SIDA ha demostrado ser el más difícil de los ocho Objetivos del Milenio para el Desarrollo y el que amenaza con socavar el progreso hacia todos los demás. Más de 33 millones de personas continúan viviendo con VIH/SIDA en todo el mundo, y casi tres millones son infectadas por primera vez cada año. La crisis económica global ha empeorado la situación, colocando hasta a 100 millones más de personas bajo el nivel de la pobreza. Su futuro se encuentra en mayor riesgo que nunca, sin embargo, sus intereses raramente han sido considerados en las conversaciones políticas de las naciones más ricas sobre la crisis económica.
El año pasado, el Congreso de Estados Unidos hizo un compromiso histórico de luchar contra el SIDA en los países pobres, prometiendo triplicar el compromiso de nuestra nación para combatir el SIDA en el extranjero durante los cinco próximos años. Esa promesa se ha atenuado a medida de que los recursos federales han disminuido y las conversaciones políticas se han centrado en las necesidades nacionales.
El primer presupuesto federal del Presidente Obama, publicado al principio del año, falló en mantener el paso con los compromisos financieros del Congreso del 2008 para combatir el SIDA en el extranjero, y disminuyó el crecimiento de esos esfuerzos sobre años anteriores. A medida que nos acercamos a un nuevo ciclo de presupuesto federal este invierno, los norteamericanos deben enviar un mensaje claro a la Administración de que, a pesar de los retos económicos que tenemos en casa, nuestra nación no puede abandonar nuestro compromiso de luchar contra la pobreza y la enfermedad en el extranjero.
En Estados Unidos, VIH/SIDA ha perdido mucha visibilidad en la última década ya que muchos estadounidenses se han vuelto complacientes sobre la amenaza de la enfermedad. No siempre es inmediatamente evidente quién en nuestras comunidades sufre del VIH/SIDA, y el estigma del diagnóstico aísla y aliena cada vez más a aquellos que necesitan nuestro amor y apoyo. Como cristianos, nuestro ministerio hacia los que viven con VIH/SIDA en nuestras comunidades es más esencial que nunca. El Día Mundial del SIDA es una oportunidad excelente para evaluar la forma en que su congregación y comunidad recibe y sirve a quienes viven con la enfermedad.
El Presidente Obama, al principio de este año, anunció una iniciativa sumamente alentadora, Ley Contra el SIDA, un esfuerzo de $45 millones orientado a intensificar la concientización dentro de Estados Unidos durante un período de cinco años. Mientras que la financiación inicial es pequeña, esta iniciativa es una respuesta muy necesaria a la disminución de la concientización pública de la crisis del SIDA en nuestras propias comunidades.
La Iglesia Episcopal ha demostrado un liderazgo extraordinario en este tema a través de los años y, a pesar de los retos actuales, espero fervientemente que nuestro testimonio y abogacía, juntos, continúen creciendo. Insto a los episcopales a unirse a los esfuerzos de abogacía de nuestra Iglesia haciéndose miembros de la Red Episcopal de Políticas Públicas (www.episcopalchurch.org/eppn), y elogio el trabajo de la Coalición Nacional sobre el SIDA Episcopal (www.neac.org ), que, durante varias décadas ha contribuido a mantener este tema visible dentro de la Iglesia Episcopal
Los cristianos de todo el mundo entran en la estación del Adviento este fin de semana, y juntos esperamos con esperanza la venida del Redentor. Una antífona antigua para esta estación se refiere a la venida de Cristo como “el Rey de las naciones, y su deseo, la piedra angular que une a todos los pueblos”. Que nuestra oración en esta estación santa sea que el Dios que mora entre nosotros, sufre y muere, sin embargo resucita de nuevo, una las voluntades de todos los pueblos para trabajar a fin de finalmente conquistar el VIH/SIDA.