“Where and how will we look for the Body of Christ, risen and rising?” Episcopal Church Presiding Bishop Katharine Jefferts Schori presents in her Easter Message 2014. “Will we share the life of that body as an Easter people, transformed by resurrection and sent to transform the world in turn?”
The following is the Presiding Bishop’s Easter Message 2014.
Easter Message 2014
The tomb is empty, and nobody knows where the body is. Mary Magdalene tells the others about the mysterious disappearance, but they give up and go home. Mary stays behind, weeping, and then fails to recognize the risen one before her. As the days pass, each resurrected encounter begins in surprise or anonymity – the disciples fishing all night without catching, Jesus cooking breakfast on the beach, the two on their way to Emmaus. Nobody recognizes him at first sight.
Clearly the risen body is not identical to the Jesus who was crucified. People mistake him for a stranger. He enters locked rooms. He walks along the path to Emmaus for a long time without being recognized. Crucifixion, death, and resurrection result in a transformed body – with evident scars, but changed nonetheless. When he reminds others of God’s banquet, meant for the whole world – when human beings are fed and watered, delivered from prison, gathered from exile across the earth, and healed and reconciled into a community of peace – his companions discover that he has once again been in their midst.
What does that resurrection reality mean for the Body of Christ of which we are part? How does the risen Body of Christ – what we often call the church – differ from the crucified one? That Body seems to be most lively when it lives closer to the reality of Good Friday and the Easter mystery. In the West, that Body has suffered a lot of dying in recent decades. It is diminished, some would say battered, increasingly punctured by apathy and taunted by cultured despisers. That body bears little resemblance to royal images of recent memory – though, like Jesus, it is being mocked. The body remembers and grieves, like the body of Israel crying in the desert, “why did you bring us out here to die?” or the crucified body who cries, “My God, why have you forsaken me,” or “why have you abandoned us?” In other contexts the Body of Christ is quite literally dying and spilling its lifeblood – in Pakistan and Sudan, in Iraq and Egypt – and in those ancient words of Tertullian, the blood of martyrs is becoming the seed of the church.
The Body of Christ is rising today where it is growing less self-centered and inwardly focused, and living with its heart turned toward the cosmic and eternal, its attention focused intently on loving God and neighbor. This Body is rising to stand in solidarity with criminals sentenced to death, with widows and orphans, with the people of the land who slave over furrows and lettuce fields to feed the world. This Body can be found passing through walls and boundaries that have long been misused to keep the righteous “safe” and “pure.” The Body is recognized when the hungry are fed – on the lakeshore with broiled fish, on the road to Emmaus, on street corners and city parks, in food pantries and open kitchens, in feeding neighbor nations and former enemies, and as the Body gathers once again to remember its identity and origin – Christ is risen for the sake of all creation.
Where and how will we look for the Body of Christ, risen and rising? Will we share the life of that body as an Easter people, transformed by resurrection and sent to transform the world in turn?
Christ is risen, Alleluia! Alleluia, Christ is risen indeed!
The Most Rev. Katharine Jefferts Schori
Presiding Bishop and Primate
The Episcopal Church
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Mensaje de Pascua del 2014 de la Obispa Presidente de la Iglesia Episcopal
April 7, 2014
By: The Public Affairs Office
“¿Dónde y cómo vamos a buscar el cuerpo de Cristo, resucitado y levantado?” La Obispa Presidente de la Iglesia Episcopal Katharine Jefferts Schori presenta en su Mensaje de Pascua del 2014. “¿Vamos a compartir la vida de ese cuerpo como un pueblo de pascua, transformado por la resurrección y enviado a transformar el mundo a su vez?”
A continuación el mensaje de Pascua del 2104 de la Obispa Presidente.
Mensaje de Pascua del 2014
La tumba está vacía, y nadie sabe dónde está el cuerpo. María Magdalena les dice a los demás acerca de la misteriosa desaparición, pero se dan por vencidos y vuelven a casa. María se queda atrás, llorando, y luego no reconoce el resucitado ante ella. Al pasar los días, cada encuentro del resucitado se inicia en la sorpresa o el anonimato – los discípulos pescando toda la noche sin lograr coger pescados, Jesús cocinando desayuno en la playa, los dos con rumbo a Emaús. Nadie le reconoce a primera vista.
Es evidente que el cuerpo resucitado no es idéntico al del Jesús que fue crucificado. Las personas lo confunden con un extraño. Él entra en habitaciones cerradas. Camina por el camino a Emaús por un largo tiempo sin ser reconocido. Crucifixión, muerte y resurrección resultan en un cuerpo transformado – con cicatrices evidentes, pero no obstante cambiado. Cuando Él recuerda a otros del banquete de Dios, esto significó que era para todo el mundo – cuando los seres humanos son alimentados y se les da agua, son liberados de la cárcel, reunidos desde el exilio en toda la tierra, sanados y reconciliados en una comunidad de paz – sus compañeros descubren que una vez ha estado en medio de ellos.
¿Qué realmente significó esa resurrección para el Cuerpo de Cristo del cual formamos parte? ¿Cómo el cuerpo resucitado de Cristo – lo que a menudo llamamos la iglesia – diferente del crucificado? Ese cuerpo parece estar más vivo cuando vive más cerca de la realidad del Viernes Santo y el misterio de la Pascua. En el Occidente, este cuerpo ha sufrido una gran cantidad de muerte en las últimas décadas. Está disminuida, algunos dirían maltratado, cada vez perforado por la apatía y burlado por aborrecedores refinados. Ese cuerpo tiene un poco parecido a las imágenes reales de la historia reciente – aunque, como Jesús, está siendo burlada. El cuerpo recuerda y se aflige, como el cuerpo de Israel clamando en el desierto, “¿por qué nos has traído hasta aquí para morir?” O el cuerpo crucificado que clama: ” Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?”, o “¿Por qué nos abandonaste? “En otros contextos, el Cuerpo de Cristo está literalmente muriendo y derramando su sangre vital – en Pakistán y Sudán, en Irak y Egipto – y en esas antiguas palabras de Tertuliano, la sangre de los mártires está convirtiéndose en la semilla de la iglesia.
El Cuerpo de Cristo está levantándose hoy en donde está creciendo menos egocéntrico y enfocado hacia el interior, y viviendo con el corazón hacia lo cósmico y eterno, su atención se centrada intensamente en el amor a Dios y al prójimo. Este cuerpo está levantándose para estar en solidaridad con los criminales condenados a muerte, con las viudas y los huérfanos, con el pueblo de la tierra que esclavizan sobre surcos y campos de lechuga para alimentar al mundo. Este cuerpo se encuentra pasando por paredes y límites que siempre han sido empleados mal para mantener al llamado “ justo” lejos de todo aquello que no es “seguro” y “puro”. El cuerpo se reconoce cuando los hambrientos son alimentados – en la orilla del lago con un pez asado, en el camino a Emaús, en las esquinas de la calle y los parques de la ciudad, en las despensas de alimentos y cocinas abiertas, en alimentar naciones vecinas y antiguos enemigos, y como el cuerpo se reúne una vez más para recordar su identidad y origen – Cristo ha resucitado por el bien de toda la creación.
¿Dónde y cómo vamos a buscar el Cuerpo de Cristo, resucitado y levantado? ¿Vamos a compartir la vida de ese cuerpo como un pueblo de pascua, transformado por la resurrección y enviados a transformar el mundo a su vez?
Cristo ha resucitado, ¡Aleluya! ¡Aleluya!, ¡Cristo ha resucitado!
La Reverendísima Katharine Jefferts Schori
Obispa Presidente y Primado
La Iglesia Episcopal