On the sixth anniversary of the earthquake that devastated Haiti, Episcopal Church Presiding Bishop and Primate Michael Curry issued the following:
Six years ago today, a tremendous earthquake of historic magnitude shattered the lives of Haitian mothers, fathers, sisters, and brothers. Their cries of lamentation echoed across Haiti even as the aftershocks continued to rock Port-au-Prince and the surrounding countryside. Haiti, the poorest state in the Western Hemisphere, is also the island-home of a branch of The Episcopal Church. More Episcopal souls live and breathe in the Diocese of Haiti than in any other diocese in the world, and on this day, we stand in solidarity and solemn remembrance with Haitians everywhere.
We continue to grieve with families who lost their loved ones in the earthquake and with those who were affected by the cholera epidemic that still ravages the Haitian community. We express gratitude for the lives salvaged from the ruins, for the creative resiliency of the Haitian people, and for new dreams imagined and realized as the rebuilding effort continues, including in the Holy Trinity Cathedral in Port-au-Prince. Finally, we recognize that there is still tremendous work ahead of us to heal, transform, and sustain the country of Haiti.
Tens of thousands of Haitians remain displaced from their homes, subsisting in the dangerous and unsanitary conditions of tent camps. The Haitian cholera epidemic has sickened hundreds of thousands of Haitians and ended over 9,000 lives to date. Faced with these enormous challenges, we find hope and strength in our faith. The Haitians have a proverb: Bondye di ou: fè pa M or “God says to you: ‘Do your part, and I’ll do mine.’” God is at work in Haiti, moving with doctors and engineers, teachers and farmers, and reminding and encouraging us to continue our good work. Indeed, as Episcopalians, we have a crucial part to play.
We can hold our governments accountable for ensuring that development aid is distributed fairly and transparently, and we can call on policymakers to adequately fund the Cholera Elimination Plan that delivers much-needed supplies and vaccinations to at-risk Haitians. We can give our time, our expertise, and our funds to the ongoing effort of restoring Haiti and promoting sustainable development therein. And last, we can remember that the Haitian people are our family, our brothers and sisters in Christ, and by working together with them and with our God, we can fulfill the holy task of healing Haiti.
The Most Rev. Michael Curry
Presiding Bishop and Primate
The Episcopal Church
Note: On January 12, 2010, a massive earthquake struck Haiti, a diocese of The Episcopal Church, killing more than 300,000 people, seriously injuring more than 250,000, and leaving 1.3 million homeless. An extensive number of private and public buildings were destroyed including Holy Trinity Cathedral and the affiliated Episcopal institutions in the Cathedral Complex.
Michael Curry, Obispo Presidente y Primado de la Iglesia Episcopal, en el sexto aniversario del terremoto de Haití
January 12, 2016
By: The Public Affairs Office
En el sexto aniversario del terremoto que devastó a Haití, Michael Curry, obispo presidente y primado de la Iglesia Episcopal, emitió la siguiente declaración:
Hace hoy seis años, un pavoroso terremoto de magnitud histórica deshizo las vidas de madres, padres, hermanas y hermanos haitianos. Sus lamentos repercutían a través de Haití, incluso mientras las réplicas continuaba sacudiendo Puerto Príncipe y el campo circundante. Haití, el país más pobre del Hemisferio Occidental, es también el hogar isleño de una rama de la Iglesia Episcopal. Hay más episcopales que viven y alientan en la Diócesis de Haití que en cualquier otra diócesis del mundo y, en este día, estamos en solidaridad y solemne recordación junto a los haitianos de todas partes.
Continuamos compartiendo la aflicción de las familias que perdieron a sus seres queridos en el terremoto y con los que resultaron afectados por la epidemia de cólera que aún azota a la comunidad haitiana. Expresamos gratitud por las vidas rescatadas de las ruinas, por la resistencia creativa del pueblo haitiano y por los nuevos sueños concebidos y realizados mientras prosigue el empeño de reconstrucción, incluso en la catedral de la Santa Trinidad en Puerto Príncipe. Finalmente, reconocemos que aún tenemos por delante una inmensa labor de restaurar, transformar y sostener a la nación de Haití.
Decenas de miles de haitianos permanecen desplazados de sus hogares, subsistiendo en las condiciones riesgosas e insalubres de los campamentos de tiendas de campaña. La epidemia del cólera ha enfermado a millares de haitianos y ha cobrado más de 9.000 vidas hasta la fecha. Frente a esos enormes desafíos, encontramos esperanza y fuerza en nuestra fe. Los haitianos tienen un proverbio [que dice]: Bondye di ou: fè pa M o “Dios te dice: ‘haz tu parte y yo haré la mía’”. Dios está obrando en Haití, actuando con los médicos y los ingenieros, los maestros y los agricultores, y recordándonos y alentándonos a proseguir nuestra buena obra. En verdad, como episcopales, tenemos un papel decisivo que desempeñar.
Podemos exigirle responsabilidad a nuestros gobiernos de garantizar que la ayuda para el desarrollo se distribuya de manera equitativa y transparente, y podemos recurrir a nuestros legisladores para financiar adecuadamente el Plan para la Eliminación del Cólera que proporciona artículos de primera necesidad y vacunas a los haitianos que se encuentran en riesgo. Podemos dar nuestro tiempo, nuestras experiencia o nuestro dinero al constante esfuerzo de restaurar Haití y a promover allí un desarrollo sostenible. Y finalmente, podemos recordar que los haitianos son nuestra familia, nuestros hermanos y hermanas en Cristo, y, colaborando con ellos y con nuestro Dios, podemos llevar a cabo la sagrada tarea de restaurar Haití.
Rvdmo. Michael Curry
Obispo Presidente y Primado
de la Iglesia Episcopal
Nota: El 12 de junio de 2010, un gigantesco terremoto sacudió Haití, una diócesis de la Iglesia Episcopal, matando a más de 300.000 personas y lesionando seriamente a más de 250.000, y dejando a 1,3 millones sin hogar. Un extenso número de edificios públicos y privados quedó destruido, entre ellos la catedral de la Santa Trinidad y las instituciones episcopales afiliadas al complejo de la Catedral.