The following is a transcript of the opening remarks of Presiding Bishop Michael Curry at the Executive Council of The Episcopal Church, meeting in San Francisco, California, through Feb. 12. These remarks have been lightly edited for clarity.
‘Jesus Shows Us Another Way’
First of all, welcome. It’s so good to be in person. In fact, in person, God figured this out a long time ago—that embodiment is really good. That’s what Christmas is about. So Merry Christmas. Merry Christmas.
I remember a few years ago while I was bishop of North Carolina, I remember reading a book. I was getting ready for Holy Week and was just doing some background reading and trying to listen to scholars and hear what they had to say, and I remember coming across the writing of a couple of New Testament scholars who said something I had never thought about before.
I knew that Palm Sunday and Jesus’ entry into Jerusalem and all of that was planned. I mean, he didn’t just happen to be hanging out in Jerusalem. It was targeted during the Passover season, depending on which versions, but basically probably during the Passover. That was intentional. It wasn’t an accident. Passover was the time when the conflict in faith was both you had the religion or the adoration or the fear of the empire and the hope for another kingdom, another way both met.
And so Jesus knew exactly what he was doing, and he knew Passover would was deeply embedded. Passover was and is a festival of freedom. It is a freedom. If the ancient Hebrews had sung, well, what the old enslaved Africans would’ve, they would sing at Passover:
O freedom, O freedom,
Oh freedom over me.
And before I’ll be a slave,
I’ll be buried in my grave
And go home to my Lord and be free.
God made everyone to be free, everyone. And they knew that. And the Passover was that festival of that. And so Jesus was entering Jerusalem, in Jerusalem, at a particular time, a pregnant moment to send a message.
He didn’t have the option of satellite communication. Couldn’t send a text to send out the message. No email. Blessed days, no email. But he did have a pregnant moment to send a message that would last through time. And so he entered Jerusalem at the beginning or near on the occasion of the Passover. All of that, I remembered from seminary, basically.
What I didn’t remember, I didn’t know, was that not only was the occasion of entering Jerusalem at the time of the freedom festival deliberate, but this happened probably at about the same time that Jesus would’ve known that Pontius Pilate, the governor of Rome, would be entering Jerusalem from the other side of the city, riding on a warhorse in front of cavalry and infantry, bearing the insignias of the empire, even the blasphemous title “Caesar is Lord.”
Jesus knew that was happening and entered Jerusalem from the other side. Not riding the warhorse, not in front of an infantry or cavalry, but entered Jerusalem on a donkey.
Help me, somebody. He knew exactly what he was doing, and he knew that he was outlining another way of being human, another way of following him, a way that is not complicit with domination of anybody by anybody else. A way of true humility, not humiliation, but humility that finds its strength deep within. My grandma used to sing, “Something within me that holdeth the reins, something within me I cannot explain. All that I know there is something within.”
And he entered Jerusalem and faced the future. The rest of the week, you know the story. Now, my daddy used to say, “Well, you saw what happened to Jesus by Friday.” I said, “Yeah, but I remember the old preachers used to say, ‘Sunday’s always coming. Sunday’s always coming.’”
I say all of that to say that one of the things I’m struggling to learn in my own life is that I am constantly making choices. How will I enter? On the warhorse of privilege, my privilege, power, on the warhorse of domination? Or will I enter on the donkey? Will I enter in humility? Will I enter in the humility? And the etymology of it is related to the word “human.” Will I enter by being human with you, and you with me, and us with each other?
Jesus has shown us the other way. And at our time here at this meeting, but, more importantly, not only here, but when we leave here, may we ride the donkey and follow Jesus.
God love you. Amen.
Consejo Ejecutivo de la Iglesia Episcopal: palabras de apertura del obispo primado Michael Curry
La siguiente es una transcripción de las palabras de apertura del obispo primado Michael Curry ante el Consejo Ejecutivo de la Iglesia Episcopal, reunido en San Francisco, California, hasta el 12 de febrero. Este texto se ha editado ligeramente por razones de claridad.
‘Jesús nos muestra otro camino’
En primer lugar, bienvenidos. ¡Es tan buena una reunión presencial! De hecho, Dios descubrió esto hace mucho tiempo: esa encarnación es realmente buena. De eso se trata la Navidad. Así que Feliz Navidad. Feliz navidad.
Recuerdo hace unos años cuando era obispo de Carolina del Norte, recuerdo la lectura de un libro. Me preparaba para la Semana Santa y sólo estaba haciendo una lectura de fondo y tratando de escuchar a los eruditos y oír lo que tenían que decir, y recuerdo encontrarme con el texto de un par de eruditos del Nuevo Testamento que decían algo en lo que nunca antes había pensado.
Yo sabía del Domingo de Ramos y de la entrada de Jesús a Jerusalén y que todo eso estaba planeado. Quiero decir, él no andaba paseando por Jerusalén. Esto se planeó durante la estación de Pascua, dependiendo de qué versiones, pero durante la Pascua. Fue algo deliberado. No fue un accidente. La Pascua era el momento en que el conflicto en la fe era tanto la religión o el culto o el miedo al imperio o la esperanza de otro reino, otra manera en que ambas cosas se encontraban.
Entonces, Jesús sabía exactamente lo que estaba haciendo, y sabía que la Pascua estaba profundamente arraigada. La Pascua era y es una fiesta de la libertad. Es libertad. Si los antiguos hebreos hubieran cantado, bueno, lo que hubieran cantado los viejos africanos esclavizados, lo que cantarían en la Pascua:
Oh libertad, Oh libertad,
Oh libertad que me domina.
Y antes de ser esclavo,
Me enterrarán en mi tumba
E iré al hogar de mi Señor y sé libre.
Dios hizo a todos para ser libres, a todos. Y ellos lo sabían. Y la Pascua era el festival de esa libertad. Y entonces Jesús entró en Jerusalén, en Jerusalén, en un momento preciso, un momento significativo para enviar un mensaje.
Él no tenía la opción de comunicarse vía satélite. No pudo enviar un texto para divulgar el mensaje. No contaba con correo electrónico. Tiempos felices en que no había correo electrónico. Pero dispuso de un momento elocuente para enviar un mensaje que perduraría en el tiempo. Y así entró en Jerusalén al principio o cerca de la Pascua. Todo eso, lo recordaba del seminario, básicamente.
Lo que no recordaba, no sabía, era que no sólo fue deliberada la ocasión de entrar en Jerusalén en el momento de la fiesta de la libertad, sino que esto sucedió aproximadamente al mismo tiempo en que Jesús sabía que Poncio Pilato, el gobernador de Roma, estaba entrando en Jerusalén por el otro lado de la ciudad, montado en un caballo de batalla al frente de caballería y infantería, portando las insignias imperiales, incluso el título blasfemo «César es el Señor».
Jesús sabía que eso estaba pasando y entró en Jerusalén por el otro lado. No montado en un caballo de batalla, no al frente de un cuerpo de infantería o caballería, sino que entró en Jerusalén a lomos de un asno.
Ayúdeme alguien. Sabía exactamente lo que estaba haciendo, y sabía que estaba delineando otra forma de ser humano, otra forma de seguirlo, una forma que no es cómplice de la dominación de nadie por nadie. Un camino de verdadera humildad, no de humillación, sino de la humildad que encuentra su fuerza en lo más profundo. Mi abuela solía cantar: «Algo dentro de mí lleva las riendas, algo dentro de mí que no puedo explicar. Todo lo que sé es que hay algo dentro de mí».
Y él entró en Jerusalén y se enfrentó al futuro. El resto de la semana, ya conocen la historia. Ahora bien, mi papá solía decir: «Bueno, ya viste lo que le pasó a Jesús el viernes». Y yo le decía: «Sí, pero recuerdo que los viejos predicadores solían decir: “Siempre llega el domingo. Siempre llega el domingo”».
Digo todo eso para afirmar que una de las cosas que me cuesta aprender en mi propia vida es que estoy constantemente tomando decisiones. ¿Cómo voy a entrar? ¿Sobre el caballo de batalla del privilegio, de mi privilegio, del poder, sobre el caballo de batalla de la dominación? ¿O entraré sobre el asno? ¿Entraré en la humildad? ¿Entraré en la humildad? Y la etimología de la palabra se relaciona con el término «humano». ¿Entraré siendo humano con ustedes, y ustedes conmigo, y nosotros los unos con los otros?
Jesús nos ha mostrado el otro camino. Y en nuestro tiempo aquí en esta reunión, pero, lo que es más importante, no sólo aquí, sino que cuando nos vayamos de aquí, montemos en el asno y sigamos a Jesús.
Dios les ama. Amén.