El Obispo Presidente Episcopal Michael Curry aborda la crisis de los refugiados sirios: “¡No tengáis miedo!”

“¡No tengáis miedo!”
 
A menudo en los evangelios, el miedo paraliza al pueblo de Dios, y una y otra vez, ya sean los ángeles, o nuestro Señor mismo, responde con las mismas palabras de consuelo: “¡No tengáis miedo!”
 

En momentos como este el miedo es real. Y comparto ese miedo con vosotros. Nuestro instinto nos dice que debemos tener miedo. La mentalidad de lucha o de vuelo se afianza. En la actualidad, muchos en nuestra Iglesia y en el mundo son prisioneros del miedo en respuesta a los ataques terroristas que tuvieron lugar en París el pasado viernes. Estos temores no son infundados. Podemos y debemos apoyar a las fuerzas del orden que están trabajando duro y con gran riesgo para protegernos del crimen y mantenernos a salvo. Y, sin embargo, especialmente cuando sentimos miedo legítimo, nuestra fe nos recuerda “¡No tengáis miedo!” La verdad más grande es que nuestra máxima seguridad nos viene de Dios en Cristo.
 

En el libro de Levítico, Dios dice al pueblo de Israel que “el extranjero que reside con vosotros, sea para vosotros como el ciudadano en medio vuestro; amarás al extranjero como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto”. En consecuencia, damos la bienvenida al forastero. Amamos a nuestro prójimo. La Iglesia Episcopal durante mucho tiempo ha estado comprometida con el reasentamiento de los refugiados que huyen del miedo y la persecución en nuestras propias comunidades.
 

La Sociedad Misionera Doméstica y Extranjera, mediante el servicio de los Ministerios Episcopales de Migración, trabaja con las diócesis y congregaciones, y con el gobierno de Estados Unidos, para asentar a los refugiados en las comunidades a través de este gran país. La Iglesia Episcopal se ha dedicado a este ministerio por más de 75 años. No vamos a dejar que la pesadilla que este mundo a menudo es, nos impida llevar a cabo las palabras que Jesús que nos dijo de ser prójimos para los necesitados.

 

Los refugiados de lugares como Siria tratan de escapar del preciso mismo extremismo ideológico y religioso que dio origen a los atentados en París. Buscan entrada en nuestras comunidades porque sus vidas están encarceladas por el miedo en su existencia. Así como Jesús nos invita a no tener miedo, tenemos que, igualmente, pasar esas palabras de consuelo a los que acuden a nosotros en busca de ayuda.
 

Pero Jesús nos llama a ir aún más lejos: no solamente amar a nuestros vecinos y familiares, sino amar a nuestros enemigos. Esto es particularmente difícil cuando tenemos miedo. Pero incluso en medio de nuestro miedo nos mantenemos en el sólido fundamento de nuestra fe y proclamamos la fe en Cristo crucificado y resucitado de entre los muertos. En términos prácticos, esto puede significar encontrar fortaleza en la oración, o en nuestros vecinos, o en nuestras iglesias, o en actos de solidaridad con otras personas que viven en miedo. Esta es la esperanza que desplaza el temor.
 

El miedo es real. Así que oremos. Vayamos a la iglesia. Recordemos quienes somos en Jesús. La esperanza de nuestra resurrección es más grande que el miedo. Que nada nos separe de esa esperanza, esa fe, esa seguridad en el sueño de Dios para toda la humanidad.
 
“¡No tengáis miedo!”

El Reverendísimo Michael B. Curry
Obispo Presidente y Primado

Iglesia Episcopal

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