Transfiguración – 2015
August 07, 2015
El evangelio de hoy nos narra la Transfiguración de Jesús en la montaña. En esta fiesta que la Iglesia celebra cada año en el mes de agosto nos quiere mostrar el camino que todo cristiano debe seguir. Recordemos que la Transfiguración está completamente ligada al tema de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Pero al mismo tiempo hay una íntima relación entre la Escritura y el bautismo de Jesús. Todo cristiano bautizado goza de una transfiguración que lo une a un testimonio de vida renovada en el espíritu.
La relación con la Escritura Sagrada y con el plan salvífico del Padre está determinado por la presencia de Moisés (la ley) y Elías (los profetas) para decir que tanto la ley como los profetas atestiguan y aprueban la misión que Jesús está llevando a cabo. La relación con el bautismo de Jesús está dada en la voz que se escucha desde la nube, tal como sucedió en el Jordán cuando Juan bautizaba a Jesús. Este bautismo le llevó a Jesús a iniciar su ministerio de anunciar la llegada del reino de Dios y denunciar los males de la sociedad que impiden que este reino se realice en nuestras vidas.
El Padre confirma y valida con su propia palabra la opción de Jesús. De manera que Jesús al elegir libremente el camino del dolor recibe el respaldo del Padre quien ratifica no sólo a Jesús, sino a todo aquel que decida hacerse su discípulo. La Transfiguración hace experimentar a los discípulos de Jesús un estado de armonía y paz consigo mismo de tal manera que brota la tentación de la “dolce vita”, la vida cómoda y placentera sin hacer nada. Esta tentación los hace pensar en “hacer tres tiendas”, es decir, quedarse en ese estado acomodaticio y olvidarse del diario vivir donde se debe llevar la Buena Noticia del reino de Dios. Cristo rompe el encanto de la vida acomodaticia para indicar el camino hacia Jerusalén donde debía padecer la muerte como inicio de su resurrección.
El Apóstol Pedro en su segunda carta defiende la “parusía” de Cristo, es decir, la segunda venida de Cristo, como fruto, no de leyendas, sino de experiencias vividas como en la transfiguración destacando el mensaje profético que como lámpara nos permite ver a Jesús en su doble dimensión de glorificado e Hijo querido y predilecto de Dios. Esa dimensión de gloria y predilección estaba anticipada en su pasión y muerte como condición para resucitar y ser glorificado.
La Parusía, más que preocupación por lo que viene, es un ejercicio profético del presente que hace memoria comunitaria de Jesús para vivirlo como sol de la mañana y vencer así los problemas de la oscuridad llenando de luz el día que está por venir. Las Sagradas Escrituras requieren del Espíritu Santo para su interpretación, no basta la ciencia ni el conocimiento, pero esto no excluye la razón, que es el lenguaje humano a través del cual el Espíritu Santo actúa, ni siquiera la comunidad eclesial tiene el poder de interpretar las Sagradas Escrituras, sólo el Espíritu Santo.
La transfiguración es un hecho histórico que nos invita a la transformación de nuestras vidas con una conducta misionera de encarnarse en la historia de los seres humanos y no quedarse en la actitud angelical de instalarse en el gozo espiritual como quien hace su tienda desconectada de la vida. El cristianismo es testimonio de fe en el diario vivir. El cristiano es el Jesús viviente en los acontecimientos de la vida, con su conducta hace la historia de salvación.
La voz que resuena desde lo alto de las nubes todavía sigue resonando en nuestros días: “escúchenlo”. Es el mismo Dios que habló a Pedro, a Santiago y a Juan lanzándonos el reto de escuchar la Palabra de vida en su Hijo predilecto, Jesús de Nazaret. No hemos aprendido a escuchar porque hacemos caso a los ruidos que provocan los acontecimientos violentos y las enfermedades creadas en laboratorio como armas químicas. Las personas están más acostumbradas a oír que a escuchar: la diferencia está en el vivir la Palabra de Dios, pues el que la oye no la vive porque la ahogan las pasiones personales y el que la escucha la Palabra la convierte en vida y testimonio. Escuchar es crecer en la fe porque pone atención a la Palabra de Dios y sus actos reflejan esa fe que arrastra a otros a vivirla.
Jesús no es sólo un Maestro o un Profeta, es el Mesías, el enviado de Dios, la Palabra hecha carne. El que acepta a Jesús como Palabra de salvación garantiza que algo asombroso va a suceder en su vida. Los seres humanos no nos imaginamos cuánto nos perdemos por no aprender a escuchar la voz que viene de las nubes. Para saber escuchar hay que aprender a hacer silencio, a valorar el silencio porque es a través del mismo que Dios nos habla. Le tenemos miedo al silencio y por eso hablamos en voz alta y ninguno nos podemos escuchar.
Si aprendemos a hacer silencio escucharíamos el soplo de la creación y la voz que nos invita a seguir el camino, la verdad y la vida que es Jesús el Mesías de Dios, el Salvador del mundo. Indudablemente seguir a Jesús nos garantiza la calidad de la vida, una vida nueva. La Transfiguración toma nuevo sentido en esta sociedad de consumo que nos ha tocado vivir. El ser humano ha desequilibrado el medio ambiente provocando un desajuste en la armonía de la naturaleza por no aprender a escuchar la voz que viene de las nubes. Las relaciones entre los seres de la naturaleza se han tornado violentas con diversos tipos de terrorismo físico, psicológico y moral. Las enfermedades y los virus están diezmando a la humanidad: el sida, el ébola, el dengue, el cólera, la gripe aviar… Hay un vacío de Dios en la humanidad que nos desprotege de tantos males creados por el egoísmo del propio ser humano.
Hay una necesidad de esa voz que nos repita: “Este es mi Hijo Amado, el Predilecto, escúchenlo”. Nuestra sociedad necesita una experiencia de transfiguración sin hacer tiendas para poder solucionar los grandes conflictos y problemas que aquejan a la humanidad actual. Escuchar a Jesús y poner en práctica su doctrina es una urgencia hoy en nuestra sociedad, pero para eso tenemos que renunciar a nuestra actitud acomodaticia de hacer nuestras tiendas olvidándonos del dolor humano, de las injusticias, de la discriminación racial, de las angustias y las violaciones de los derechos humanos. Esos males no nos permiten escuchar la voz de Dios que nos habla desde las nubes, desde los mismos acontecimientos. Aprendamos a leer los signos de los tiempos donde Dios se nos revela y donde está escondida la solución a todos los males sociales.
Pidamos con humildad a Dios que nos conceda el valor de poner atención a sus palabras, a sus hechos y así adquirir la vida nueva que nos da la Transfiguración del Señor.
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