Séptimo Domingo de Pascua (C) 2010
May 16, 2010
Leccionario Dominical, Año C
Preparado por el Rvdo. Canónigo Simón Bautista
Hechos 16:16-34; Salmo 97; Apocalipsis 22:12-14, 16-17, 20-21; Juan 17:20-26
“No te ruego solamente por estos, sino también por los que después han de creer en mí al oír el mensaje de ellos. Te pido que todos ellos estén completamente unidos, que sean una sola cosa en unión con nosotros, oh Padre, así como tú estás en mí y yo estoy en ti. Que estén completamente unidos, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn 17:20-21).
El evangelio de hoy nos recuerda la necesidad imperiosa de refrescar el diálogo sobre la unidad de la Iglesia, ahora más que nunca que hay mucha gente, dentro y fuera de nuestra Iglesia, que ya da por supuesto que la división es un hecho. Nos referimos a nuestra Comunión Anglicana y el penoso proceso de desgaste que le afecta. ¿Será posible que en el nombre de Jesús podamos re-establecer la unidad y la confianza que en su propio nombre hemos resquebrajado? Y si es posible, ¿qué necesitamos hacer? ¿Acaso ya es muy tarde? ¿Entonces qué? ¿No es la unidad cristiana señal clara de que Jesús es el enviado del Padre, y el amor entre nosotros el mejor indicativo de que somos sus discípulos?
Les comparto una pequeña anécdota que ocurrió en el contexto de un grupo de discusión. En los grupos de discusión usábamos la palabra africana Indaba que significa: puntos de intercambios, diálogos, conversaciones. Es una iniciativa de la Iglesia Anglicana y tiene como objetivo provocar que nos sentemos a la mesa para hablar, no para prescribir ni debatir, sino para hablar, para escucharnos y compartir nuestras reflexiones desde una perspectiva teológica y producir recursos que podamos poner al servicio de toda la Iglesia.
Según se cuenta, uno de los teólogos presentes dejó salir, tal vez inconscientemente, un halito de frustración: “¡Ya es muy tarde!” En su rostro y en sus palabras se reflejaban los rostros de muchos y se escuchaban las palabras de miles. ¿Tarde? ¡Para Dios nunca puede ser tarde! Podrá ser tarde para nosotros que nos hemos acantonado en trincheras ideológicas y en arrogancias históricas y culturales casi cúlticas. ¡Dios es dueño del tiempo!
Recordemos por un momento el pasaje de la muerte de Lázaro, el hermano de Marta y de María, que el evangelista Juan nos narra en el capítulo once de su libro. De acuerdo al relato, Lázaro llevaba ya cuatro días de muerto y, en palabras de Marta, ya hedía. Sin embargo, Jesús le ordena levantarse y salir de la tumba, y pide a los presentes que lo desaten y le dejen ir. Todo eso para la gloria de Dios y para que la gente crea.
Nosotros hemos de creer que nunca es tarde. Y tenemos que creer ingenuamente que estamos correctos y debemos apostar a que tenemos la razón de que no es tarde. Sí. ¡Esto es un poco más de lo que podemos pedir en un sermón de domingo, pero no se pierde nada tratando!
Hace unos años salió al público la película Angels in the Outfield protagonizada por Danny Glover. Trataba de baseball. Danny era el manager de un equipo perdedor, Los Ángeles. No importaba cuán duro trabajaban para ganar, siempre perdían. Un día el manager entendió que la mejor manera de producir victorias era volviendo a los fundamentos, es decir, practicar las cosas básicas. Eso incluía jugar como equipo y no como individuos.
Al principio los miembros del conjunto se sintieron ofendidos, pero accedieron. Poco tiempo después comenzaron a ganar. Por supuesto, recibían una gran cantidad de ayudas de parte de unos ángeles que se aparecían en el terreno de juego. Unos ángeles que solamente un niño en su inocencia podía ver. Al final de la película ganaron el último juego y con él el campeonato mundial. En este último juego ya no contaban con la ayuda de los ángeles, así es que tuvieron que hacerlo ellos mismos. Ganaron porque jugaron como equipo y creyeron que todavía recibían la ayuda de lo alto.
Posiblemente el cristianismo, particularmente nuestra Iglesia, se beneficiaría grandemente del regreso a los fundamentos, a la práctica de las normas cristianas más elementales: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo; de la mirada ingenua de aquel que como un niño sigue soñando con que todos seamos uno, y del que todavía confía en el tiempo de Dios y cree en la verdad de las palabras del ángel a María: “Para Dios nada es imposible”.
¡Si sólo pudiéramos volver a ser uno! ¡Cuán bien aceptaría el mundo que verdaderamente somos sus discípulos! Que Dios nos dé ojos de niños para seguir viendo su mano actuando entre nosotros y un corazón confiado para creer que para él nunca es tarde.
— El Rvdo. Simón Bautista es el canónigo para los ministerios latinos de la Diócesis de Washington. Tiene a su cargo dos de las de siete comunidades latinas de la Diócesis, San Alban en DC, y Ascensión en Gaithersburg. Es originario de la República Dominicana.
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