Propio 20 (B) – 2012
September 24, 2012
En el evangelio de hoy Jesús nos presenta el cambio de mentalidad tan radical que sucede cuando nos decidimos a seguirlo abandonando los criterios de este mundo. Y creo que tenemos problemas porque no hemos entendido la invitación de Jesús a ser servidores de los demás. Podemos ilustrar este mensaje con una historia que viene de la tradición de los navajos.
“En una de las comunidades de los navajos el jefe de la tribu sabía que su tiempo como jefe llegaba a su fin y que pronto tendría que elegir entre sus dos hijos cuál sería el encargado de tomar su posición. Los llamó a los dos y les avisó que estaba a punto de tomar una decisión y los estaría observando con más atención. Los dos jóvenes eran buenos guerreros y cazadores, y ahora, con el aviso de su padre, los dos tendrían que esmerarse en dar lo mejor de sí mismos. Uno de ellos, inmediatamente se dedicó a ejercitar sus músculos y seguir realizando las mejores tácticas para ser el mejor cazador de la tribu. Sabía que era fuerte y si mantenía el poder, entonces sería muy respetado por todos y temido al mismo tiempo. Y, por supuesto, se sentía mejor guerrero que su hermano y muchas veces trataba de rebajarlo delante de todos para que los demás guerreros lo apoyaran y siguieran, pensaba que su padre sin duda lo escogería a él.
El otro hermano, en lugar de hacer lo que a diario hacía, se preparó para tener una visión que le permitiera conocer por dónde guiar al pueblo, sabiendo que los tiempos estaban cambiando. Se fue a solas a meditar, y comiendo solo lo necesario, esperaba purificarse internamente para llegar a estar dispuesto a esa visión. Nadie sabía lo que estaba haciendo pero él sabía que solo teniendo una visión podría ser capaz de guiar al pueblo.
Pasaron los días y finalmente el jefe de la tribu los llamó y delante de todos escogería a su sucesor. El jefe convocó a sus dos hijos y les dijo que los dos eran muy buenos y muy respetados con el amor de su padre. Pero el jefe en ese momento tendría que escoger al guía del pueblo. Sin dar muchas explicaciones escogió al muchacho que se había dedicado a prepararse internamente para tener una visión. Le dio su bendición y le pidió que no perdiera esa sabiduría, pues eso era lo que su pueblo necesitaba”.
En el evangelio Jesús viene instruyendo a sus discípulos y les acaba de anunciar que va a ser entregado en manos de los hombres quienes le darán muerte, y que al tercer día resucitará. Pero este anuncio no lo entendieron. Podemos pensar que ni siquiera lo oyeron pues no hubo ninguna reacción por parte de ellos. La razón es muy clara ya que su mentalidad estaba centrada en el éxito y la grandeza. Es tal su deseo de grandeza que ahora van discutiendo por el camino cuál de ellos es el más importante. Detengámonos en esto por un momento.
Podemos decir que esta es la mentalidad del mundo en el que vivimos y la causa de los más grandes problemas a nivel internacional y a nivel personal. La esencia de esa manera de pensar es que queremos aparecer como mejores que los demás y mostramos poder sobre ellos. Ese es el afán del poder de ser el primero y estar por encima de los demás. Ser el número uno significa que al otro lo hemos derrotado y nos encontramos por encima de sus capacidades. Si prestamos atención esta es la raíz de las guerras en todos los tiempos, queremos ser los vencedores. Ese actuar nos coloca en una situación de rivalidad permanente pues estaremos arriba mientras seamos los más fuertes, en cuanto el otro pase a ser el más fuerte entonces nos puede derribar, y así seguiremos como eternos enemigos. Esa es también la actitud que de promueve en los deportes y se ha convertido en la mentalidad que rige las relaciones humanas.
En la historia, el primer hijo del jefe sigue esta mentalidad, quiere mostrar que es el mejor cazador y mejor guerrero y que esto lo sitúa por encima de su hermano que, por lo tanto, tiene que ser desplazado para que él pueda gobernar.
En el evangelio, Jesús pregunta a sus discípulos de qué venían discutiendo por el camino. Los discípulos no quieren contestar ya que venían discutiendo cuál era el número uno entre ellos. Saben que eso no concuerda con lo que Jesús les ha enseñado. Entonces Jesús ofrece una enseñanza radical que tenemos que repasar una y otra vez hasta convertirla en un hábito en nuestros corazones. Nos encontramos ante lo que es un cambio de mentalidad que requiere el abandono de costumbres. “Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos”. Jesús está estableciendo la base de toda relación humana que no consiste en el poder sobre el otro sino en la relación a nivel de igualdad. Al yo dejarte pasar primero, me hace reconocer tu dignidad y eso me hace ser más capaz de estar en relación. Si reconozco tus dones, eso me hace ser grande y maravilloso. Al estar en relación no hay rivalidad, sino servicio, quiero que nuestro tiempo juntos sea el mejor. Trato de que estés bien y así mantenemos una relación según la enseñanza del evangelio.
En la historia contada fue la sabiduría del segundo hijo lo que triunfó. El jefe de la tribu lo eligió pues reconoció la sabiduría del que serviría al pueblo. Es el servicio al otro lo que nos mantiene en relación y lo que puede guiar al pueblo. Si los discípulos hubiesen aprendido esta enseñanza hubiesen sido capaces de escuchar el anuncio que Jesús les hizo de su muerte y su resurrección. Jesús es quien llevará esta actitud de servicio hasta el extremo de ser puesto en la cruz por un amor incondicional.
Más aún, Jesús toma a un niño y lo pone en el centro y continúa con su enseñanza a sus discípulos: “Quien recibe a un niño como este en mi nombre, me recibe a mí”. Jesús está abrazando al niño, está mostrando la base del cambio de mentalidad que es la relación de amor.
Al niño, al cual nosotros veríamos como un pequeño que no sabe nada y no puede estar a nuestro nivel de relación, Jesús dice: “Quien lo recibe, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe a quien me ha enviado”. En el servicio de amor al pequeño, al desvalido, al que ha sido despreciado como menos, y lo vemos como igual y lo dejamos pasar primero, entonces estamos entrando en la probabilidad de recibir al mismo Dios.
En la relación amorosa descubrimos a Dios; en el servicio al otro y no en el dominio nos encontramos en el corazón del mensaje de Jesús. Dejemos pues que esta actitud nos haga dignos seguidores del Señor y no nos preocupemos por quién es el mejor.
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