Propio 15 (C) – 2010
August 15, 2010
Leccionario Dominical, Año C
Preparado por Alejandra Trillos
Isaías 5:1-7 y Salmo 80:1-2, 8-18 (o Jeremías 23:23-29 y Salmo 82); Hebreos 11:29-12:2; San Lucas 12:49-56
En el evangelio de Lucas, Jesús se nos presenta controversial y desafiante. Él nos confronta cuando hace la siguiente pregunta: “¿Creen ustedes que vine a traer paz a la tierra?”, y así mismo se responde: “¡Les digo que no, sino división!”. En esta situación específica su actitud ha sido interpretada como una advertencia de lo que va a ser nuestra entrega al escoger los caminos de Dios.
Se nos revela que decidirnos a seguir los senderos de Dios no va a ser una tarea fácil. Por el contrario, se nos va a desafiar, a confrontar y a interponer muchos obstáculos; incluso, por parte de nuestros hermanos y hermanas como bien vemos que ocurre con otras denominaciones cristianas y católicas. E incluso, lo que está ocurriendo dentro de nuestra Iglesia Episcopal y las divisiones que se están dando.
¿Cuál es la promesa de vida en Jesús entonces? ¿A cuál tipo de división se refiere? Él se está refiriendo a la opción de vida en el Cristo resucitado y lo que implica ser sus discípulos y vivir en fe. En Hebreos se nos dice: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios, crea que el existe, y que recompensa a los que lo buscan”. El vivir en fe nos enseña sobre el efecto de nuestras decisiones y sus consecuencias cuando decidimos caminar por los senderos de Dios.
El Señor nos revela una vez más y en momentos críticos de su misión aquí en la tierra; la clave en el cómo escogemos lo que Dios tiene para nosotros y nosotras. Y en el ejemplo de las divisiones entre familiares, nos lleva a comprobar como cada miembro escoge opciones de vida y formas diferentes de vivir su fe.
También se nos confronta como tristemente las divisiones se dan por: herencias, estatus, poder, perspectivas políticas, intolerancia, guerras y opresiones. Las transgresiones a la libertad del otro, y los anti-valores en general nos llevan a herirnos los unos a los otros, en vez de amarnos como Jesús nos enseñó.
Jesús quiere que entendamos que su inmenso amor, que proviene del Padre, y sabiendo que su hora está cerca, nos quiere sacudir y hacernos entender que no nos podemos quedar en las ataduras de las divisiones. Su mensaje, obra y ejemplo nos llevan a reflexionar y a actuar como herederos del Reino de Dios, que a pesar de las divisiones, hay una comunidad en Cristo que ya ha sido creada. Jesús nos lo ha revelado en un mensaje anterior.
Se nos ha enseñado que hay un mandamiento nuevo y que ese mandamiento es la ley del amor. Una ley que afirma el amor de Dios para cada uno de nosotros y nosotras; y así mismo, como se encuentra en el evangelio de San Juan, “…el que le ama, su palabra guardará y el Padre le amará, y ellos vendrán y habitarán con nosotros y nosotras”.
Esta nueva comunidad a la que hemos sido llamados a pertenecer a través de Jesús, es una comunidad que no tiene lazos de consanguinidad, sino una comunidad a la que todos pertenecemos por el pacto bautismal, nuestros lazos son espirituales. Donde todos y todas pertenecemos y somos llamados hijos e hijas de Dios. ¿Qué necesitamos entender entonces para hacer parte de esta nueva comunidad y nutrir nuestros lazos como fieles discípulos y discípulas de sus enseñanzas? ¿Qué debemos hacer entonces, cuando preferimos aferrarnos a lo terrenal en vez de amar a nuestro prójimo como a nosotras y nosotros mismos?
Este evangelio nos habla de una realidad contundente, Jesús es contundente. El sabe que su misión rompe con las relaciones tradicionales y nos está preparando para asumir el reto de pertenecer a una nueva comunidad unida en un solo bautismo. El fin de los días terrenales de Jesús está cerca y la nueva comunidad debe estar lista para lo que viene. Él lo sabe, y por eso, en un esfuerzo más de lo que acompañará su sufrimiento y agonía por el camino de la cruz, y lo que vendrá durante su pasión y muerte, nos hace esta advertencia revelándonos claves importantes para seguir adelante. Nuestro sufrimiento, desesperanza, injusticia y desamor serán premiados por nuestra fe y nuestro servicio como fieles discípulos y discípulas de Jesús. Para muchos este mensaje puede ser desconsolador y desesperanzador, pero en realidad Jesús nos está otorgando la oportunidad de que se nos revele una vez más, el misterio de su vida, misión, muerte y resurrección.
La palabra de hoy es una invitación a que sigamos alimentando nuestra fe y a esa comunidad de fe en la que Jesús habita porque: “donde dos o tres se reunen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”; como dice en San Mateo, capítulo dieciocho, versículo veinte. (San Mateo18:20). Hermanos y hermanas estemos preparados y con la absoluta seguridad que no estamos solos, porque Jesús está a nuestro lado siempre.
Amén.
— La Srta. Trillos es laica profesional de la Diócesis de Long Island. Ella es graduada del Seminario Union Theological de Nueva York con una Maestría en Divinidades. Su lugar favorito en Nueva York es el puente de Brooklyn.
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