Sermones que Iluminan

Propio 9 (A) – 2023

July 09, 2023

LCR: [Semicontinuas]:  Génesis 24:34–38, 42–49, 58–67; Salmo 45:11–18 LOC o Cantares 2:8–13. [Complementarias]: Zacarías 9:9–12; Salmo 145:8–15; Romanos 7:15–25a; San Mateo 11:16–19, 25–30.

La pregunta que hace Jesús: “¿A qué compararé la gente de este tiempo?”. Es una pregunta siempre presente. La gente de ahora no es tan diferente de la gente de ayer o de la gente de mañana. Una característica común de esta gente (en la que nos podemos incluir nosotros) es la incredulidad y la no aceptación de Juan, Jesús, o algún otro enviado de Dios; casi que usurpamos el lugar de Dios de acuerdo con nuestra conveniencia.

La indiferencia y el rechazo de la gente de cada generación hacia Dios, provoca que sea él mismo quien tenga que tomar la iniciativa y revelarse con acciones en cada tiempo. Quizá por esta razón Jesús dijo: “la sabiduría de Dios se demuestra por sus resultados”. Al decir esto, Jesús confirma que Dios es la sabiduría misma que interviene en la historia con acciones. Y Jesús, quien es de la misma naturaleza del Padre, es la Encarnación de esa sabiduría divina y la persona que lleva a cabo la obra de salvación, aun sin el entendimiento, comprensión o aprobación de la gente, que es variable e inconstante. Contrario a los juicios cambiantes y al comportamiento humano (como los niños que Jesús menciona al inicio del evangelio), Dios es inmutable, estable y siempre el mismo.

Dios habla en lenguaje humano. Comunica realidades profundas pero asequibles para aquellos que el evangelio de hoy llama “sencillos”. En cambio, de los sabios e inteligentes son los sencillos quienes reciben las revelaciones divinas. Frente a los sabios e inteligentes de este mundo, las realidades celestiales son reservadas a los “sencillos”, ellos son los elegidos por Dios. Esta preferencia demuestra cómo las prioridades de Dios son contrarias a las del mundo. También reitera cómo toda su vida, Jesús -desde su nacimiento hasta su cruz y resurrección- dio prioridad a los que el mundo consideraba insuficientes, pequeños y no aptos para demostrar en ellos, y a través de ellos, su gracia y poder.

Mientras el mundo busca control, poder, riqueza, grandeza, fama, capacidad de poseer y acumular, de dominar y aprovecharse de los demás, el Mesías de Dios es manso y obediente. Jesús es un maestro, paciente y de corazón humilde. Su sabiduría e inteligencia superan todo conocimiento convencional; él se manifiesta empoderando y trabajando por medio de los sencillos e ignorados por el mundo. Jesús se valió de Pedro, María Magdalena, la mujer Samaritana, la viuda persistente, el ciego de nacimiento y muchos otros hombres y mujeres de los que la Biblia nos da testimonio. Esta opción preferencial por los sencillos y sencillas demuestra la lógica contracultural de Dios que en Jesús nos ofrece un maestro de sabiduría divina que el mundo no puede entender.

Cuando Jesús declara: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar”, nos enseña cómo Dios, nuestro Creador, se preocupa por todos los aspectos de nuestra humanidad. Ésta es una invitación abierta para cada persona en cada momento, lugar y cultura. “Vengan a mí” es el deseo divino de recibir y restaurar nuestra humanidad. Dios sabe que todos nos cansamos y agobiamos. Él comprende cuán pesadas son las cargas que lleva cada uno y cada una de nosotros. Dios sabe que necesitamos descansar.

¿Nos damos cuenta de que el descanso que necesitamos se encuentra sólo en Dios? Las vacaciones o cualquier descanso deben ser más que disfrutar tiempo libre para nosotros mismos. Descansar es entrar en comunión con Dios. Sólo Dios puede renovar y recargar nuestra vida. Nuevamente aquí vemos cómo Dios es diferente de nuestros pensamientos y expectativas humanas. El descanso está asociado con Dios mismo quien eligió descansar después de todo el acto de la creación. El descanso es un tiempo para renovarnos, un espacio para reflexionar, para refrescarnos, reavivar y revitalizar nuestra vida. Es un tiempo para estar con Dios, aprender más sobre nosotros mismos y volver a dedicar nuestras vidas para ser verdaderos discípulos y discípulas.

Descansamos para poder tomar el yugo de Jesús y aprender de Él, nuestro maestro paciente y de corazón humilde. Al contrario de las pesadas cargas que llevamos y muchas veces nos imponen o escogemos nosotros mismos, el yugo de Jesús es fácil y su carga es ligera. En nuestra vida cristiana es posible llevar el yugo, no por las capacidades que tenemos o por las cosas que hacemos, sino por el poder del Espíritu Santo actuando en nosotros, como lo hace en los sencillos y pequeños.

La invitación de Jesús a venir y descansar en Él y con Él, es la obra de Dios para nosotros. Si seguimos caminando con nuestras pesadas cargas y estamos cansados de las circunstancias de nuestras vidas, entonces rechazamos la invitación de Jesús y elegimos nuestro propio yugo del lado de los sabios e inteligentes de este mundo que, al final, son ciegos para reconocer a Dios. En cambio, si aceptamos con humildad la invitación, venimos a Jesús y descansamos en Él, aprenderemos que no importa el peso de nuestra carga; Dios es nuestra fuerza y su yugo es fácil y ligero porque es un yugo de amor sin límites hacia nosotros.

Aprendamos de los sencillos y sencillas que confían plenamente en Dios y no tienen reservas para traer a Jesús maestro todas sus dificultades y cargas. Permitamos que la fuerza divina guíe nuestro descanso y dirija toda nuestra vida, sabiendo que Dios sigue revelándose y manifestándose en maneras que el mundo desconoce. Amén.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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