Propio 10 (A) – 2020
July 12, 2020
Narra el evangelio de Mateo que Jesús “se puso a hablarles de muchas cosas por medio de parábolas”. Jesús, el Maestro y pedagogo por excelencia, frecuentemente hace uso de comparaciones y parábolas para comunicar el mensaje a quienes le siguen, gente sencilla, muchos de ellos sin educación. El secreto de las parábolas es el secreto de la actividad y la persona de Jesús.
El evangelista Mateo, después de exponer la justicia del reino de Dios en los capítulos cinco al siete, y de la proclamación de este mismo reino al mundo en el capítulo décimo, ahora se dedica a explicar su misterio: se trata de un reino sin grandeza y poder aparentes en su inicio, cuyo crecimiento es lento y profundo, pero que al final será espléndido.
Es claro que los fariseos y letrados no entienden la naturaleza del reino, sin embargo, parece que tampoco lo hacen el total de las multitudes que siguen y escuchan a Jesús; por ello, es necesario que al menos los discípulos tengan claro el mensaje. De allí que, en la segunda parte del evangelio de hoy, se nos presente a Jesús explicando en detalle la parábola a sus discípulos. No es que el mensaje del reino sea revelado solamente a éstos; por el contrario, si ellos lo entienden bien, podrán luego comunicarlo a los demás en su trabajo misionero. En otras palabras, el evangelio no es excluyente, no es sólo para algunos; la Buena Nueva del reino de los Cielos es para todos, al igual que lo es la totalidad de la Palabra de Dios.
La parábola que escuchamos hoy, por ejemplo, trata de un sembrador y de la semilla que siembra. Señala cuatro tipos de terreno en los que cae la semilla: “Una parte de la semilla cayó en el camino…, otra cayó entre las piedras…, otra cayó entre espinos…pero otra parte cayó en buena tierra”. Los tres fracasos en la siembra, pues no dieron fruto, se debieron a factores de destrucción en la sementera: pájaros, sol y espinos, que contrastan con una buena cosecha. Esto lo que indica que hubo pérdidas considerables. A pesar de esto, la buena cosecha debe animar a los discípulos. Los cuatro tipos de terreno donde fue sembrada la semilla son las disposiciones o actitudes de egoísmo cerrado, entusiasmo superficial, obsesión por uno mismo, frente a una parte de apertura al prójimo.
Luego Mateo nos presenta al mismo Jesús explicando a sus discípulos el significado de la parábola. En primer lugar: “Los que oyen el mensaje del reino y no lo entienden, son como la semilla que cayó en el camino; viene el maligno y les quita el mensaje sembrado en su corazón”. Podríamos afirmar que se trata de personas de poco o ningún compromiso con el mensaje del reino, muy volátiles en su vida religiosa, quizá no son asiduos en la oración y así como llega el mensaje se va de sus vidas sin lograr ninguna implicación. Ante su fragilidad y fe endeble, ceden a la tentación del maligno quien les “arrebata el mensaje sembrado en su corazón”. Puede tratarse de algunos curiosos que se acercan a los templos y congregaciones, pero el terreno de su interior no está abierto ni dispuesto a ser fecundado por la Palabra.
Luego, expone otra clase de terreno: “La semilla que cayó entre las piedras representa a los que oyen el mensaje y lo reciben con gusto, pero como no tienen suficiente raíz, no se mantienen firmes; cuando por causa del mensaje sufren pruebas o persecución, fallan”. La falta de convicción lleva a muchos a abandonar, e incluso, a no comprometerse, con el reino de los Cielos; seguro, se trata de aquellos que al comienzo gustan de participar con mucho entusiasmo, muy sensibles en búsqueda permanente de eventos llenos de sentimiento, música, entre muchas cosas más, pero al no tener una fe fundamentada y fortalecida, abandonan “el barco” fácilmente ante las tempestades; huyen, se alejan de todo lo que implica ser un discípulo del Señor.
“La semilla sembrada entre espinos representa a los que oyen el mensaje, pero los negocios de esta vida les preocupan demasiado y el amor a las riquezas los engaña. Todo esto ahoga el mensaje y no lo deja dar buen fruto en ellos”. Se trata de una disposición de egoísmo cerrado, de avaricia y codicia; son quienes no acogen la palabra de Dios sembrada en ellos y no permiten que produzca el fruto deseado. Ya el Señor lo dice en otro momento: “No pueden servir a Dios y al dinero”. El apego a lo material impide que penetre la luz y crezca libremente el mensaje del reino. Este mundo ofrece más cosas materiales que espirituales, por eso debemos mantenernos alerta, para no caer y abandonar el compromiso del reino.
Finalmente, Jesús expone a sus discípulos, y hoy a nosotros, el mensaje y significado del último terreno. Allí leemos: “Pero la semilla sembrada en buena tierra representa a los que oyen el mensaje y lo entienden y dan una buena cosecha, como las espigas que dieron cien, sesenta o treinta granos por semilla”. Éste es el deber ser de todos los bautizados, los creyentes en Jesús, quienes abriendo los corazones abrigan allí la semilla de la palabra dejándola germinar y producir el ciento por ciento.
En estos tiempos de pandemia, seguramente la calidad del terreno de nuestros corazones es probada de manera especial al no poder tener un contacto directo en los templos, ni físico con la congregación o nuestros líderes espirituales. ¿Será arrancada la semilla por el maligno por la falta de prácticas espirituales o de caridad? ¿Será secada por la falta de una raíz que se fortalezca con la oración y la solidaridad? ¿Será ahogada por la multiplicidad de los problemas que afrontamos y que nos agobian? O, más bien ¿Será que nuestro corazón está lo suficientemente abonado con el amor, la misericordia, la fortaleza como para que la Palabra pueda crecer y dar el ciento por ciento de los frutos, aún en medio del contexto difícil que atravesamos?
La semilla lanzada por el sembrador está sufriendo una dura prueba en este tiempo y es la Iglesia, todos los bautizados, los responsables del cuidado de la siembra, que es la Palabra de Dios y su reino, puesta amorosamente en nuestros corazones.
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