Sermones que Iluminan

Pentecostés 4 (C) – 3 de julio de 2022

July 03, 2022

LCR: Isaías 66:10–14; Salmo 66:1–8; Gálatas 6:(1–6),7–16; San Lucas 10:1–11,16–20

La idea central de esta porción del Evangelio de Lucas son los setenta y dos enviados en equipos de dos en dos, con una misión particular: compartir el mensaje de que el reino de Dios está cerca. El Señor convirtió los discípulos en misioneros y los envió a diferentes pueblos y lugares a preparar los corazones de la gente con un mensaje de paz.

“Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos.” ¡Qué maravillosa oportunidad tiene la Iglesia de hoy! Pastores y líderes unidos, siendo parte de los trabajadores enviados a compartir esa Buena Noticia con instrucciones precisas: ir con cuidado, no llevar equipaje innecesario, donde hay que detenerse, saludar deseando la paz, tener buenos modales, sanar a los enfermos y anunciar el reino de Dios; muchos hoy gozan del privilegio de compartir este envío. ¡Qué misión tan espectacular nos brinda el Señor a los creyentes! Son muchos los que necesitan ser parte del reino de Dios, pero faltan obreros para llevar este mensaje. Trabajar para el Reino es una tarea difícil, pero llena de recompensas.

Se hace necesario que todos los cristianos y cristianas compartan esta Buena Noticia: el Reino de Dios está cerca. El trabajo sigue siendo mucho. Necesitamos más obreros dispuestos para recoger la cosecha. El mensaje del Apóstol Pablo a la Iglesia de los Gálatas es también para nuestra Iglesia: si somos guiados por el Espíritu de Dios, debemos ayudarnos unos a otros, ser tolerantes, tener un buen comportamiento; es la forma de crear comunidades de fe donde se sienta el amor y la salud espiritual.

La siembra del mensaje de Dios es un acto de amor. Aunque la semilla sea pequeña, si sembramos con amor, tendremos la esperanza de obtener una gran cosecha. Siempre habrá un corazón fértil donde pueda germinar la semilla, cuya cosecha es la alegría, la felicidad de sumar uno más para el Reino de Dios.

Vivimos en un mundo confuso e incierto. Desde todos los tiempos el mezquino cree que puede engañar a Dios. Pero Jesús conoce nuestras debilidades y sabe que la falta de amor hace a las personas resistentes a escuchar este mensaje, por eso declara que cada uno cosechará lo que haya sembrado, tanto lo bueno como lo malo; esto se convierte en una ley de la naturaleza que aplica a la totalidad de nuestras vidas, de ahí que debemos tener mucho cuidado con lo que estamos plantando en nuestra gente.

Los cristianos y cristianas, a la luz de la Palabra de Dios, debemos estar atentos a guardar los mandamientos, expresando nuestro amor a Dios y al prójimo en todo momento. Aunque vivimos en una tensión entre lo material y lo espiritual, en ambas realidades se ha de cosechar de lo que se siembra. El Apóstol Pablo nos exhorta a no cansarnos de hacer el bien y a dar preferencia a los hermanos de la comunidad de fe, que son la verdadera familia; es la forma correcta de mostrar al mundo que somos discípulos de Jesús.

“Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos”. Éste es el reflejo de la Iglesia presente en la comunidad, escogida y enviada a realizar la misión de presentar al mundo el amor de Dios, como una preparación para su llegada, compartiendo esta Buena noticia. Mientras dure la misión, Jesús nos invita a orar para que el dueño de la cosecha envíe más trabajadores a compartir el anuncio.

Los enviados fueron escogidos y formados en equipos de dos en dos, porque la misión era difícil; iban a necesitar de la ayuda mutua para soportar las cargas, las dificultades que podrían encontrar durante la misión. Caminar con otro hermano en la fe, es un aprendizaje de humildad, de respecto, obediencia y fidelidad, es la manera en que se hace un verdadero amigo y se forma la familia cristiana. Son las maravillas que el Señor realiza cada día a través del amor cristiano.

El mensaje de Jesús siempre es claro: “El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; y el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió”. Un enviado de Dios debe tener las características del amor en lo que hace y dice; el mensaje que compartimos debe estar lleno de humildad y obediencia a los mandamientos. Todo el que se une a una Iglesia y forma una comunidad de fe, está llamado a una convivencia guiada por el Espíritu de Dios para aprender juntos, evitar las tentaciones que puedan perjudicar a los demás y, al examinar constantemente nuestro comportamiento, buscar en todo hacer lo que es bueno.

Hoy podemos compartir esta buena noticia, y aunque “los trabajadores son pocos”, sin lugar a duda habrá cosecha. La misión del Evangelio siempre da frutos y en abundancia, porque en todos los tiempos el mundo está hambriento de conocer este mensaje de amor, justicia y comprensión que sólo en Cristo podemos encontrar.

Los setenta y dos discípulos enviados por Jesús presentaron su informe al regreso de la misión: “¡Señor, hasta los demonios nos obedecen en tu nombre!”, indicando que la misión fue exitosa. La respuesta de Jesús es la evidencia de que había estado siempre con ellos: “Sí, pues yo vi que Satanás caía del cielo como un rayo”. Aunque en la misión hay que ir como corderos, la presencia del Señor nos cuida del peligro de los lobos. Jesús sigue enviando a sus discípulos a anunciar el Reino de Dios y, aunque en estos tiempos, especiales y difíciles, parezca una tarea titánica, el Señor nos encomienda predicar el Evangelio de amor, que es la Buena Noticia que cambia la vida de los que en verdad creen en Cristo.

No es fácil reconocer el pasar de Cristo por nuestra vida, especialmente cuando ese paso se reviste de “ropa común”, como uno de nosotros. Algunos prefieren que Dios se manifieste de maneras espectaculares, ‘tipo Hollywood y sus súper héroes’, pero los enviados de Dios comen en nuestras mesas, bailan nuestra música, hablan como nosotros; es en la sencillez y generosidad donde vemos un elegido de Dios.

Ser cristianos y cristianas nos convierte en parte del equipo de los trabajadores necesarios para recoger la cosecha. Lo más importante, mientras estamos en la misión, es luchar para mantener nuestros nombres escritos en el libro de la vida. La Iglesia tiene la obligación de anunciar que el Reino de Dios está cerca: Jesús regresa pronto, animémonos, Jesús nos ha salvado. Amén.

La Rvda. Marivel Milien, es encargada de la Iglesia Santísima Trinidad, en la Diócesis Southeast, Florida, donde ejerce su ministerio.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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