Pentecostés 24 (B) – 3 de noviembre de 2024
November 03, 2024
LCR: Deuteronomio 6:1–9; Salmo 119:1–8; Hebreos 9:11–14; San Marcos 12:28–34.
El evangelio de Marcos está escrito por alguien que no se distrae, no pierde tiempo, es de los evangelios, no sólo el primero, sino también el más directo. En el texto de hoy Marcos nos sitúa frente el desafío más grande de la fe cristiana: amar a Dios de todo corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Por sencillo que parezca y por mucho que sepamos de memoria este sumario de la Ley y que lo recemos como parte de nuestra liturgia y ritos penitenciales, especialmente durante la cuaresma, sigue y seguirá siendo el desafío mayor de nuestra fe.
El mundo parece estar tan necesitado de amor como la noche en la que nuestro Señor Jesucristo nació de María, su madre. Quizás el mundo moderno no esté necesitado de más amor sino de un amor más parecido al de Jesús. La modernidad exige formas nuevas de amar y, por nuevas, menos dolorosas. La modernidad ha hecho que podamos salvar más vidas y extender la calidad de vida y la longevidad del ser humano a escalas no antes vistas, sin embargo, la misma modernidad ha hecho que tengamos una fuerza de destrucción cada vez mayor. En cualquier caso, sigue siendo el amor la fuerza que nivela, salva y redime nuestra humanidad, especialmente el amor que nos ha sido revelado en Cristo Jesús, Señor y salvador nuestro.
En nuestras comunidades hispanas sabemos lo que significa luchar, adaptarse y sobrevivir, sea en las condiciones de nuestros países en vías de desarrollo o en un país que hemos hecho nuestro por adopción, por amor y también por necesidad de refugio, amparo y fortaleza. Muchas veces, en medio de nuestras dificultades, la vulnerabilidad de nuestra naturaleza humana hace que perdamos de vista lo que realmente significa amar al prójimo. ¡Cómo no hacerlo si a veces no nos amamos bien ni a nosotros mismos! Nos encontramos ocupados trabajando, cuidando de nuestras familias o simplemente tratando de salir adelante. Pero el Evangelio de hoy nos llama y nos recuerda que somos mucho más que eso, nos llama no sólo a sobrevivir, sino a vivir, vivir plenamente en el amor a Dios y al prójimo.
El amor del que Jesús nos habla no es sólo una emoción o un sentimiento bonito que se expresa y se comparte en los buenos momentos. Jesús nos mostró en la cruz que el amor es más que felicidad o alegría, es entrega total y se expresa en relaciones reales, auténticas y verdaderas como la que Dios mismo tiene con su creación con sus criaturas. Es un amor que nos exige actuar, que nos lleva a la compasión por los más vulnerables: migrantes, pobres, los que están sin hogar y aquellos que sufren por la injusticia y la violencia. ¿Cómo respondemos nosotros como seguidores de Jesús al llamado de Dios a ser una iglesia que se preocupa no sólo por los suyos, sino por todos los que sufren?
Sabemos que este tipo de amor no es fácil, de hecho, Jesús no lo enseña en un momento cómodo o ideal. En el Evangelio de Marcos, cuando Jesús habla de este amor, está a punto de enfrentar la traición y la muerte; ha sido desafiado por los líderes religiosos y su vida está en peligro. Sin embargo, en medio de ese caos, pronuncia estas palabras sobre el amor a Dios y al prójimo. Éste es un recordatorio para nosotros de que el amor verdadero no es algo que se da cuando todo va bien, sino que se demuestra siempre y en especial en los momentos más difíciles. Amar como Jesús nos llama a amar requiere sacrificio. Sí, sacrificio, una palabra cada vez menos popular en el vocablo contemporáneo. Amar también significa, a veces, estar incómodos y, otras, ir en contra de lo que el mundo nos dice que es importante. El evangelio es siempre contra cultural.
En la mayoría de los casos, cuando Jesús interactúa con los escribas, el diálogo es mucho más desafiante; en este caso no pueden hacer más que asentir, al menos de manera temporal, porque la profundidad y a la simpleza de las palabras de Jesús los dejan sin nada que añadir. En todo caso repiten lo que Jesús ha dicho como algo que saben que suena bien, pero luego vemos como conspiran para arrestar y crucificar a Jesús. El amor desafía las estructuras de poder que oprimen, levanta la voz, la individual y la colectiva, por los que no tienen voz, y actúa con compasión, incluso cuando el hacerlo cueste. Pero este amor no es sólo un desafío, no podría serlo. El amor a Dios y al prójimo, al que Jesús nos llama, es también una fuente de esperanza. Porque en cada acto de amor, en cada acto de compasión, el Reino de Dios se hace presente aquí y ahora. Jesús nos dice que cuando amamos a Dios y al prójimo no estamos lejos del Reino de Dios, y esto es algo que debemos recordar: el Reino de Dios no está en algún lugar lejano esperando ser alcanzado sólo después de la muerte; está aquí, entre nosotros, cuando vivimos según el mandamiento del amor.
Nuestras comunidades, como muchas otras, enfrentan desafíos, propios y únicos. Algunos de nosotros estamos luchando por encontrar estabilidad económica, otros por adaptarnos a una nueva cultura o idioma, y muchos enfrentamos la incertidumbre del futuro que es una causa demostrada de ansiedad; pero en medio de todo esto Jesús nos llama a un amor radical que trasciende nuestras dificultades, un amor que nos une como comunidad, que nos impulsa a ser iglesia viva, no sólo para nosotros mismos, sino para aquellos que necesitan de nuestra solidaridad y compasión. Recordemos que el amor que Jesús nos enseña no es pasivo, es un amor que nos mueve a actuar, a transformar nuestras vidas y las de aquellos que nos rodean, nos desafía a mirar más allá de nuestras preocupaciones individuales y a ver el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas, y a responder con compasión.
Éste es nuestro llamado. No sólo a ser una comunidad que sobrevive, sino una que prospera en el amor de Dios, lucha por la justicia, cuida de los más vulnerables y muestra al mundo el poder transformador del amor de Cristo.
Que el Señor nos dé la fuerza y la valentía para vivir este amor cada día sabiendo que en cada acto de compasión, estamos más cerca del Reino de Dios aquí en la tierra.
El Rvdo. Andreis Díaz es Rector Asociado Principal de Christ Church, Ponte Vedra Beach. Diócesis de la Florida.
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