Sermones que Iluminan

Propio 27 (A) – 2023

November 12, 2023

LCR: Sabiduría 6:12–16; Sabiduría 6:17–20; 1 Tesalonicenses 4:13–18; San Mateo 25:1–13

Con mente abierta y corazón siempre dispuesto, dediquemos estos minutos a dejar que la Palabra de Dios, que hemos escuchado, penetre hasta lo más profundo de nuestro ser y dejemos que el mismo Espíritu nos impulse a convertir esa Palabra en verdaderas acciones para que se cumpla en nosotros las palabras del profeta: “Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar…, así será mi Palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo” (Is 55:10-11).

Poco a poco nos vamos acercando al final del año litúrgico; dos domingos más y estaremos ya celebrando el Primer domingo de Adviento. Por eso, con verdadero sentido pedagógico, la liturgia nos va induciendo a la vivencia, con plena conciencia, del tiempo que vivimos, iluminándonos con la Palabra de Dios. Precisamente hoy la Palabra que escuchamos debería llevar a preguntarnos ¿cómo ha sido mi caminar durante este año? ¿con qué disposición he recibido esa Palabra en los domingos anteriores? ¿qué actitudes nuevas ha generado en mí esa escucha?

Justamente la lectura del libro de la Sabiduría nos hace caer en la cuenta de que a ella la necesitamos en todo momento y ocasión. Y ¿para qué la sabiduría? No para “saber” muchas cosas, sino para saber vivir bien; vivir alineados y alineadas con el querer de Dios; eso es sabiduría, buscar en cada momento la ocasión para confrontarnos y analizar que tan cerca o lejos estamos de esa voluntad de Dios que es disfrutar la vida con intensidad, alegría, gozo, pero sin olvidarnos nunca de los demás.

Con este telón de fondo, es perfectamente posible entender la profundidad de la parábola que escuchamos hoy en el Evangelio. Es bueno recordar que toda parábola encierra dos elementos importantes en ese conjunto de símbolos que contiene: el anuncio y la denuncia.

Pues bien, con esta parábola Jesús anuncia que, a la hora de la verdad, quienes podrán participar plenamente en el reino que él está inaugurando, son los que se han mantenido fieles al proyecto del Padre. Y esos que se mantuvieron fieles no necesariamente son los más antiguos, los que alegan una herencia adquirida pero nunca trabajada. Queda así al descubierto la denuncia que hace Jesús: las muchachas inconstantes de la parábola se quedarán por fuera del banquete y representan a esa porción del Israel tradicional que se ha refugiado en una falsa seguridad, en una falsa fe, pensado que todo lo tiene asegurado, pero no hace lo que tiene que hacer para mantenerse firme en su vocación.

Dios, por medio de Jesús, ha querido abrir su proyecto amoroso a todos sin excepción, pero dentro de ese proyecto nadie puede permanecer pasivo; cada uno está llamado a aportar desde sus posibilidades en la construcción del modelo de humanidad que propone Dios en Jesús. No se trata, por tanto, de una oferta salvífica diferida a un más allá. Desafortunadamente, casi siempre que se habla de la salvación ofrecida por Dios en Jesús, remitimos al creyente a una salvación post mortem; esa no es la finalidad de la obra de Jesús. En Jesús la salvación es ahora, y hay que entenderla como la búsqueda de un modelo de vida alternativo; es decir, en un contexto de injusticia, de negación del valor de cada persona, de marginación, etc., Jesús se propone rescatar a la persona, ‘salvarla’ realmente de esa encrucijada en la cual un oficialismo religioso, muy bien montado, le mantiene maniatado para mostrarle un modelo de vida totalmente nuevo. 

Ese tenía que haber sido el compromiso del Israel histórico. Así como las muchachas que llevaron aceite para mantener encendidas sus lámparas, Israel tenía que haber alimentado permanentemente la llama de su misión para que el proyecto original de Dios nunca se extinguiera; sin embargo, con sus obras, dejó que se apagara su lámpara.

La nueva comunidad de seguidores de Jesús recibe de él la oferta de continuar alimentando esa lámpara; en él, todos han sido llamados a conformar el nuevo pueblo bajo una nueva alianza sellada con la misma sangre del Maestro. Sin embargo, este nuevo pueblo que ha recibido gratuitamente el don de la salvación tiene que esforzarse por mantener vivo ese proyecto de humanización/salvación, de lo contrario, también puede ser excluido; también a ese nuevo pueblo Dios puede cerrarle la puerta para que no entre a su banquete.

Ojalá esta parábola fuera un motivo para examinar con verdadera sinceridad nuestro compromiso personal con el proyecto de Jesús, pero también para examinar hasta qué punto nuestra propia comunidad está respondiendo a esa fidelidad y constancia que nos pide el Evangelio. Si Jesús, como dueño del banquete, se presentara hoy, ¿estaríamos en condiciones de entrar a compartir la mesa con él?

¡No olvide suscribirse al podcast Sermons That Work para escuchar este sermón y más en su aplicación de podcasting favorita! Las grabaciones se publican el jueves antes de cada fecha litúrgica.

 
 
 
 
 
 
 
 

Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

Click here