Propio 24 (B) – 2024
October 20, 2024
LCR: Isaías 53:4–12, Salmo 91:9–16, Hebreos 5:1–10, San Marcos 10:35–45.
“Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.
Jesús encarnó el modelo de servicio como ejemplo para todos; explicó a sus seguidores que su liderazgo debía ser diferente al de los líderes de su tiempo, porque un liderazgo de servicio motiva a los demás a realizar una tarea pensando con creatividad, visión, integridad y habilidad en beneficio de la comunidad. Los siervos-líderes cristianos sirven a Dios animando a otros a usar sus dones para que juntos sirvan a la gloria y al propósito de Dios. Un líder de servicio reconoce que es mejor sacrificarse por el bien común, lo que no implica estar dispuesto a ser maltratado por otros o tolerar la explotación por parte de las instituciones.
Todos desempeñamos nuestro papel y, como líderes-siervos, procuramos el trabajo en equipo y la participación de otros líderes eclesiales en las tareas de cuidado de los demás, de evangelización y sanación del mundo. Todos somos responsables ante Dios mientras cuidamos del pueblo y su creación. El liderazgo de servicio requiere de consensos y de que todos actúen de tal manera que su compromiso con esta forma de ser sea visible, palpable y comprensible para todos los demás. Todos vienen a compartir las luchas, las decisiones y la emoción de ver la misión de Dios desarrollarse en nuestra pequeña parte del mundo.
El amor ágape guía todos los dichos y acciones: todos debemos animarnos, unos a otros, en nuestras tareas. El servir y liderar se fusionan y complementan para beneficio de todos y para la gloria de Dios. Como Jesús nos enseñó: “No para ser servido, sino para servir”. Todos y todas somos llamados por Dios y los hermanos a liderar, de algún modo, en nuestras congregaciones, familias y comunidades. Siempre hay alguien cerca de nosotros que necesita ayuda, cuidados, una palabra de cariño o un gesto que comunique un poco de amor en un momento difícil. El amor incondicional, compasivo y solidario nos permite construir la Comunidad Amada.
En los tiempos bíblicos los líderes político-religiosos eran descriptos como siervos de Dios ungidos para realizar diversas tareas. La palabra hebrea para líder es “nagiyd” y se trata de una persona bajo una autoridad más grande que cumple sus deseos. Dios quiere líderes que escuchen su voluntad y que la ejecuten fielmente. La palabra griega relacionada con el liderazgo es “diaconía”, esto significa literalmente servir en las mesas, y es de esta raíz que tenemos la palabra diáconos. Desafortunadamente los líderes en la Biblia no siempre se dedicaron a ese tipo de liderazgo. Algunos eran poco confiables, otros cobardes y desobedientes; incluso los más sabios de todos cayeron en las trampas de la sensualidad y la idolatría.
Jesús, como el Mesías sufriente y líder-siervo de Dios, vino a la tierra para servir y no para ser servido y nos exige que sigamos lo que él modeló para nosotros. En su época toda la región estaba bajo el yugo y explotación del Imperio Romano. Las multitudes y los discípulos estaban acostumbrados a un tipo de liderazgo que ejercía el poder a través de la persecución, la represión política, los impuestos asfixiantes, las desigualdades sociales y un control sociopolítico despótico. Por eso Jesús les dijo: “entre los paganos hay jefes que se creen con derecho a gobernar con tiranía a sus súbditos, y los grandes hacen sentir su autoridad sobre ellos. Pero entre ustedes no debe ser así”. El estilo de liderazgo de servicio de Jesús era exactamente lo opuesto. Por eso, cuando Santiago y Juan le preguntaron si les concedería el privilegio de sentarse a su derecha y a su izquierda en posiciones de liderazgo en su reino, Jesús les explicó que su filosofía de liderazgo no debía seguir el modelo de los “gentiles” ni de los “hombres poderosos”: “el que manda tiene que hacerse como el que sirve” (Lucas 22:26). La grandeza a los ojos de Dios no se encuentra en cuántas personas sirven al líder, sino en la fidelidad con que el líder sirve a los demás.
Jesús lavando los pies de los discípulos es el modelo cristiano por excelencia de lo que es ser un líder siervo: estaba preparado para servir a todos, incluso a aquel que finalmente lo traicionaría, entregándose a sí mismo con sacrificio y amor; cumplió la voluntad de aquel que lo había enviado; y, al lavar los pies de sus discípulos, modeló para ellos un liderazgo de servicio. Los líderes-servidores están comprometidos a servir a los demás con integridad, humildad, preocupación sincera, con corazón generoso y autodisciplina. Se relaciona con los demás empoderando, cuidando y consultando.
El proceso de liderazgo de servicio se logra a través de “predicar con el ejemplo”: practicando el liderazgo de servicio, desde el corazón; recibiendo las heridas antes que permitir que sus hermanos sufran; sabiendo que los títulos son menos importantes que las funciones; entendiendo que todos se esfuerzan por crear un equipo en el que todas las partes interesadas trabajen en armonía. Como comunidad de siervos de Dios, con diferentes dones y responsabilidades, trabajamos juntos por el bienestar de todos. Cada persona es responsable ante Dios y ante toda la comunidad por su conducta como líderes-siervos.
Un líder de servicio existe para servir a la gente. La compasión, la autenticidad y la competencia son el latido del corazón del liderazgo de servicio. Estos dones generan confianza, que es como el oxígeno para una congregación dirigida por siervos. Un líder de servicio muestra empatía, escucha, dedica tiempo y energía a la mayordomía e invierte en el crecimiento personal de los demás. Un líder de servicio cree que todas las personas son valiosas y que merecen confianza y respeto.
Finalmente, el liderazgo cristiano de servicio es distintivamente diferente del estilo de liderazgo egoísta, tirano y despótico que a menudo se encuentra en el mundo: “Si alguien quiere ser el primero, deberá ser el último de todos, y servirlos a todos”.
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