Propio 22 (B) – 2024
October 06, 2024
LCR: Génesis 2: 18-24; Salmo 8; Hebreos 1: 1-4; 2: 5-12; Marcos 10: 2-16
“Creados para estar en comunión con los demás.”
La interpretación tradicional de los textos bíblicos de este Domingo se suele aplicar a la relación de la vida de pareja; sin embargo, ofrecen también otras interpretaciones. Cuando, por ejemplo, leemos “Dios el Señor dijo: «No es bueno que el hombre esté solo” (Gen 2:18), señala como los seres humanos fuimos creados como seres sociales, para trabajar, vivir y estar en compañía unos con otros todo el tiempo, desde nuestro nacimiento hasta la hora de la muerte. La conexión entre nosotros es tan profunda que cuando le preguntaron a Jesús sobre el mandamiento más importante, mencionó que después de amar a Dios, los seres humanos estamos llamados a amar a nuestro prójimo. Recordemos que el prójimo es la(s) persona(s) que está(n) más cerca de nosotros en cada momento y circunstancia.
Nuestra vocación es amar a Dios y amar a los demás, entrando en comunión y armonía con el resto de la creación. Al ejercer nuestra tarea de amar continuamos la creación de Dios y nos convertimos en ayudantes y administradores de lo que Él comenzó. Cada persona, en su propia autonomía, desarrolla y cumple, de manera personal y comunitaria, el mandato de vivir en compañía, en y como parte de la creación.
Por tanto, cada vez que nos desconectamos de los demás o sólo nos preocupamos por nuestras propias vidas, olvidando e ignorando a los demás, interrumpimos la comunión a la que estamos llamados. Está claro que la soledad intencional y voluntaria por egoísmo se convierte en una expresión pecaminosa del orgullo humano que niega la imagen de Dios en nosotros y es contraria a lo que él quiere cuando dice “No es bueno que el hombre esté solo”.
Dios es lo opuesto a estar solos. Es posible ver la unidad entre las personas de la Trinidad que refleja la naturaleza del amor comunitario de Dios. La Trinidad es comunión profunda de tres personas diferentes que se aman y se relacionan entre sí todo el tiempo. En la Trinidad de personas de Dios, tenemos la expresión perfecta de comunidad que vive en armonía, respetando, apoyando y manifestando a cada uno todo el tiempo.
Es posible reconocer que existe unidad dentro de nosotros mismos, en nuestra propia vida, cuando reconocemos el equilibrio de corazón, cuerpo y mente. La perfección de Dios se manifiesta en cada uno de nosotros y en todos los seres humanos en esta unidad. Cada vez que interrumpimos la unión de corazón, cuerpo y mente, dentro de nosotros mismos, negamos que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios.
Además de resaltar la realidad y la importancia de la unidad en las lecturas y el salmo de este domingo, aprendemos de ellas que los seres humanos somos la culminación de la creación de Dios y, en consecuencia, los seres más importantes, con la responsabilidad de ser administradores de la creación. Esta administración o dominio comienza dentro de nosotros y en la relación que mantenemos con cada persona y con todas las criaturas
Dominio, mayordomía y administración, a imagen y semejanza de Dios, es trabajar con él, quien como dueño de toda la creación requiere la colaboración de los seres humanos. Este dominio o administración comienza dentro de nosotros y se proyecta en la relación que mantenemos en unidad con cada persona y todas las criaturas. Por tanto, debemos comprender y asumir que ese “no es bueno que el hombre esté solo”, comienza con nuestra primera relación, con nosotros mismos, con Dios, con los demás, con todo el mundo y la creación.
Sabiendo que somos imagen y semejanza de Dios debemos reconocer que lo que se aplica para la Trinidad también está presente en nosotros, y que, a la vez, somos parte de la creación que nos rodea y estamos llamados a la unidad y a la comunión con ella.
Si entendemos este misterio de comunión, descubriremos que nunca estamos solos. Dios está con nosotros todo el tiempo. Vivir en comunión es ejercitar nuestra mayordomía y administración de todo lo creado sabiendo que seguimos el ejemplo de Jesús quien nos enseña lo que es la unidad con su obediencia al Padre. Amén.
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