Sermones que Iluminan

Propio 23 (A) – 2023

October 15, 2023

LCR: Isaías 25:1–9; Salmo 23; Filipenses 4:1–9; San Mateo 22:1–14

La palabra banquete es sinónimo de comida, fiesta, convite, ágape; se refiere a una mesa abundante de manjares donde los comensales disfrutan en manera festiva. La palabra banquete es recurrente en las lecturas de este domingo, la encontramos en la primera lectura del profeta Isaías: “En el monte Sion, el Señor todopoderoso preparará para todas las naciones un banquete con ricos manjares y vinos añejos, con deliciosas comidas y los más puros vinos”; en el verso 5 del salmo 23: “Aderezarás mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores”; y cuatro veces en el evangelio.

El banquete en la Biblia es utilizado para demostrar la abundancia y generosidad de Dios quien desde el principio de la creación se preocupa y provee el sustento necesario para su creación. Dios conoce y entiende las necesidades básicas que tenemos, y la narrativa bíblica demuestra como a lo largo de la historia el alimento ha sido expresión del amor de Dios. Por ejemplo, para describir la Tierra Prometida al pueblo de Israel se le describe como un lugar donde mana leche y miel (Éxodo 3:8). También Jesús en su ministerio afirma el alimento como lugar de encuentro y comunión con Dios y con los demás; él mismo participó en numerosas comidas y banquetes, y se proclamó como el pan vivo bajado del Cielo que da vida al mundo (Juan 6:33). 

Como cualquier invitación, el banquete requiere aceptación y participación. No se puede obligar a nadie a participar a una fiesta. Jesús, al contar la parábola del banquete para la boda del hijo del rey, enfatiza la urgencia de responder y participar en el plan de Dios. La invitación proviene del rey que quiere compartir con algunos invitados seleccionados la ocasión especial. Participar en una boda significa ser testigos del amor y compromiso que dos personas expresan públicamente. Una boda es una fiesta de amor y un momento de alianzas entre familias que se convierten en una familia más grande. El rey quiere que sus invitados participen en ese singular momento y compartan la alegría de la familia real.

Los invitados declinaron y rechazaron dos veces la invitación sin tener en cuenta la insistencia del rey que envió a sus criados a llamarlos después de preparar el banquete. En lugar de aceptar, ellos rechazaron, maltrataron y hasta mataron a algunos de los mensajeros. La parábola muestra la hostilidad e incapacidad de los invitados de reconocer la generosidad y atención que el rey tiene hacia ellos. También enfatiza en como nosotros respondemos a la invitación constante que Dios hace para nuestra propia salvación. El hecho de que los invitados dieron prioridad a sus terrenos, negocios y que maltrataron a los mensajeros del rey hasta la muerte, señala que han cambiado el banquete por cosas materiales o no quieren ser asociados con el rey. La parábola se presenta en los últimos capítulos del evangelio de Mateo, donde se narra el momento del juicio final en el que Dios llamará a cada uno para ser juzgado según sus hechos.

Pero se trata de una invitación, depende de nosotros aceptar y participar. Cuando el rey descubre que los primeros invitados lo rechazaron, éstos son remplazados por toda clase de personas buenas y malas. El rey envió a sus criados a llamar y llevar al salón de bodas a todos los que encontraran. La hospitalidad del rey no tiene límites porque la boda se va a realizar. Este reclutamiento masivo muestra la inclusión y aceptación que tiene el rey para todas las personas al ofrecerles el banquete. El plan de Dios sigue adelante, incluso sobre la indiferencia y el rechazo.

Es importante reconocer que la invitación de Dios es para todas las personas. Todos tenemos un lugar en el banquete de Dios. Pero la invitación debe recibirse con la vestimenta adecuada: un “traje de boda”. Hay diferentes interpretaciones sobre el “traje de boda”. Algunos estudiosos hablan de la vestimenta del bautismo, otros sostienen que es “ponerse” las enseñanzas y el ejemplo del amor de Jesús, el hijo del rey, cuya boda se celebra en la cruz. Los nuevos invitados recibirán todas las atenciones y beneficios de los primeros invitados, pero incluso si vienen de las calles, deben vestir el traje de boda y aceptar el protocolo esperado del rey. Si toman la oportunidad impreparados y sin compromiso, terminarán como los primeros invitados.

Podemos decir que cada encuentro con Dios es un banquete, una oferta única de abundancia, perdón y gracia. Cada Domingo Dios nos invita al banquete de su Hijo, nos ofrece el manjar de su Palabra y nos deleita con el sacramento del altar donde el Cordero de Dios, el Pan del Cielo, se hace alimento para nuestro sustento. Incluso si esta parábola es una metáfora, nos muestra la invitación y el compromiso todos los que Dios llama a su salvación debemos tener. Aceptar la invitación al banquete y gozar de hospitalidad del rey es posible cuando vestimos el traje de boda y somos testigos del amor del Hijo con acciones que dan prioridad a Dios.

Cuando queremos participar en el banquete con un comportamiento egoísta el rey se dará cuenta de que no estamos vistiendo el traje adecuado para participar en la boda de su hijo. Incluso si los criados nos permiten la entrada es el rey quien observa y reconoce a cada uno en particular. Por eso, la parábola termina diciendo que muchos son los llamados, pero pocos los escogidos. Debemos entonces trabajar diligentemente por estar entre los escogidos, reconociendo que el banquete al que Dios llama merece toda nuestra atención y dedicación. Amén.

¡No olvide suscribirse al podcast Sermons That Work para escuchar este sermón y más en su aplicación de podcasting favorita! Las grabaciones se publican el jueves antes de cada fecha litúrgica.

 
 
 
 
 
 
 
 

Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

Click here