Sermones que Iluminan

Propio 17 (A) – 2023

September 03, 2023

LCR: Jeremías 15:15–21; Salmo 26:1–8; Romanos 12:9–21; San Mateo 16:21–28

“Cultivo una rosa blanca
En julio como enero,
Para el amigo sincero
Que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo;
Cultivo la rosa blanca”.

Estos versos, del escritor cubano José Martí, capturan lo que significa ser un seguidor de Jesús: “Para el amigo sincero”, “cultivo una rosa blanca”, y para el que me maltrata, también cultivo una rosa blanca. La carta a los Romanos, que leímos hoy, expresa el mismo concepto cuando dice: “No paguen a nadie mal por mal”. El mensaje de hoy es simple: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que les hacen mal; cultiven rosas blancas para los que los odian. En eso reside la esencia del mensaje de Jesús.

¿Qué significa hacer el bien a los que nos hacen mal? Algunos creen que significa quedarse callado o de brazos cruzados cuando alguien inflige abuso emocional, físico o sexual. Guardar silencio o no hacer nada frente a esas formas de abuso destruyen a la víctima y dejan al victimario en libertad de seguir abusando, como sucedía hasta hace unos años con el hostigamiento o acoso en la escuela (bullying), frente a lo que, afortunadamente, la sociedad de hoy ha tomado conciencia de su gravedad. Sin embargo, persisten otras formas de abuso similares como en el trabajo, el hogar, en casa, el físico o sexual, o de padres hacia los hijos, etc.; es algo que no se debe tolerar. Debemos tomar todas las medidas necesarias para evitar que el abuso continúe: denunciar al abusador ante las autoridades, formar grupos de intervención para confrontar al abusador, proteger las víctimas para que nunca más sean abusadas.

Muchos creen que los cristianos mostramos amor hacia los que nos odian porque somos débiles, cobardes, afeminados; nada más alejado de la verdad. Hay gran valentía y valor genuino en el acto de amar a los enemigos. Jesús lo explica así: “Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen. Porque si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué premio recibirán? Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así. Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? Hasta los paganos se portan así. Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto”. Es muy fácil amar a los que nos aman, dice Jesús; cualquiera puede hacer eso. Pero amar a un enemigo y orar por los que nos persiguen, allí reside la verdadera grandeza.

¿Se nos ocurre algún ejemplo de alguien que haya cultivado rosas blancas para alguien que lo ha maltratado? Los hijos mayores de Jacob sentían envidia de su hermano José, pues era el favorito de su padre; celosos, lo echaron a un pozo y luego lo vendieron como esclavo a unos comerciantes ismaelitas, dijeron a su padre que José había muerto y pensaron que nunca lo volverían a ver. Años más tarde hubo una gran sequía en la tierra y los hermanos de José viajaron a Egipto para conseguir comida, se presentaron ante el gobernador de Egipto sin saber que se trataba de José. Éste ahora era un hombre rico y poderoso, que podría haber hecho con sus hermanos lo mismo que hicieron con él. Sin embargo, José les revela su identidad y, en vez de culparlos o castigarlos, los perdona y les dice que todo lo ocurrido era parte del plan de Dios.

El ejemplo más grande de amor a los enemigos nos lo da el Señor. En el evangelio de hoy, Mateo nos dice que Jesús sabía perfectamente que lo harían sufrir mucho, que lo matarían; pero, como José ante sus hermanos, sabía que eso era parte del plan de Dios. Entonces Jesús les da un mandato a sus seguidores: “Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la encontrará”.

Dios no juzga a la gente como el mundo la juzga. El mundo celebra a los adinerados, famosos, poderosos y los de mucha belleza física, pero desde la perspectiva de Dios, ninguna de esas cosas tiene valor. Lo único que vale es lo que hacemos, con sacrificio y humildad, por la causa de Jesús: “El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la encontrará”.

Vivimos en tiempos de mucho odio que se expresa a diario en actos políticos, manifestaciones, televisión, Facebook y Twitter, etc. La gente se burla y expresa odio contra los que son de una raza diferente, de un partido político contrario, de una nacionalidad distinta; contra los que hablan una lengua extranjera, los que tienen una religión diferente o una condición física adversa; contra las mujeres y la gente gay y lesbiana. Pero, Jesús enseñó que esas diferencias son un invento humano. Si nos preocupamos más por conocer de verdad de los que parecen tan diferentes, vamos a encontrar más similitudes que diferencias; vamos a descubrir lo mucho que tenemos en común.

Abraham Lincoln fue presidente durante la Guerra Civil, en uno de los periodos más sangrientos de la historia de los Estados Unidos. El norte y el sur se mataban entre hermanos. Pero a Lincoln no le gustaba hablar mal del bando enemigo. Una vez una mujer le preguntó por qué trataba de amigarse con los enemigos en vez de destruirlos, a lo que contestó: “¿Acaso no destruyo a mis enemigos cuando los llamo amigos?”.

Aunque nos cueste entender y practicar, el amor es más poderoso que el odio. ¡Es capaz de destruir el odio! Como dice Pablo en la epístola de hoy: “No te dejes vencer por el mal. Al contrario, vence con el bien el mal”. ¡Vencer con el bien el mal! ésa es la invitación que Pablo nos hace hoy en la Carta a los Romanos. Es el llamado que Jesús nos hace en el evangelio. Y es el mensaje del poema de José Martí.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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