Propio 15 (A) – 2023
August 20, 2023
LCR: Isaías 56:1, 6-8; Salmo 67; Romanos 11:1-2a,29-32; Mateo 15:(10-20), 21-28.
En este día de adoración la Iglesia reconoce el amor de Dios por la humanidad pecadora, a través del sacrificio de Jesús en la cruz, reconociendo que el ejemplo de vida cristiana que debemos seguir los creyentes es el modelo de Cristo en nuestro diario caminar de la fe. La idea principal de la enseñanza de este encuentro devocional es tratar, de forma personal, el comportamiento que se debe exhibir cuando hemos recibido por gracia los frutos de la obra redentora de Jesús. De ahí que ningún comportamiento de rivalidad o confrontación debe ser manifiesto hacia ninguna persona que tenga un pensamiento diferente. Sin duda, en todo el quehacer de un buen cristiano, está presente la gracia de Dios a través de su misericordia que alcanza a todos los que por fe se acercan a él. Es así como en este día escuchamos el poder de la fe de una mujer cananea, sin nombre ni apellido, que movió el corazón de Jesús y operó el milagro de la sanación de su hija. La Iglesia entiende que la fe es una fuerza poderosa, con resultados visibles que llamamos milagros. Para el mundo cristiano la fe es la seguridad de que Dios puede hacer cualquier cosa por amor a sus hijos.
En la epístola del apóstol Pablo, dirigida a la iglesia de Roma, vemos la acción de Dios para quienes él ha llamado a una misión determinada, de acuerdo con los dones y talentos que han recibido, y así hacerlos parte del plan de Dios para promover este reino de amor en la tierra, anunciando la misericordia de Dios para todos y todas los que confían en él. Estamos plenamente seguros de que el amor de Dios no ha cambiado y sigue ofreciendo la salvación y liberación de las ataduras del pecado a toda la humanidad. Porque Dios es el mismo ayer y mañana. Es evidente que así pasó también cuando el pueblo de Israel rechazó el llamado de Dios para ser el pueblo escogido; igual tuvo misericordia, porque así es su promesa: lo que Dios da, no lo quita; su amor y misericordia perduran para siempre.
En la porción del evangelio de Mateo que compartimos, Jesús establece un principio de vida, poniendo de manifiesto lo que verdaderamente es perjudicial para el ser humano: “Lo que entra por la boca del hombre no es lo que lo hace impuro. Al contrario, lo que hace impuro al hombre es lo que sale de su boca”. En concordancia, una vida basada en principios y valores morales establece, por ende, una calidad de vida espiritual, basada en agradar a Dios y servir al prójimo.
Un comportamiento farisaico ha sido motivo de grandes controversias en lo que se refiere a la enseñanza de Jesús. Se trata del contraste que hay entre una actitud de hipocresía sin fundamento espiritual auténtico y la sinceridad del conocimiento del servicio y el amor que muestran el camino de un seguidor de Cristo. Estamos ante el mismo mundo que enfrentó Jesús; sus palabras lo demuestran cuando dice citando al profeta Isaías: “Este pueblo me honra con la boca, pero su corazón está lejos de mí”. ¡Verdadera falsedad! En realidad, esta enseñanza de Jesús es muy difícil, porque siempre demanda tomar decisiones o cambiar la forma de pensar. Lo que daña y pervierte a las personas no es lo que come, sino lo que sale de su interior. Como también afirma el Evangelio de Lucas: “El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que abunda en su corazón habla su boca”.
¿Qué podemos decir de estos tiempos donde los principios éticos, de justicia e integridad, han cambiado hasta el punto de parecer que muchos están viviendo como enemigos de la cruz de Cristo? Es así como, por la naturaleza de su comportamiento, muchos sienten orgullo de lo que debería darles vergüenza. Nosotros, los cristianos de este siglo, tenemos la oportunidad de mostrar al mundo lo que es el verdadero camino del amor y una vida de fe. No hay ninguna duda de que todos necesitamos a Dios, porque por él fuimos creados.
La escena de Jesús y la mujer cananea es una declaración de lo que significa ir al encuentro de Jesús, el Salvador, y pedir su compasión. El ejemplo de esta mujer nos ayuda a no desanimarnos cuando parece que Dios quiere ponernos una prueba de fe. La mujer continúa su dialogo con Jesús, sin desanimarse, con un objetivo claro y determinado: lograr la salud de su hija atormentada por un demonio; es un caso grave de enfermedad, porque toda la familia estaba sufriendo. ¡Qué escena tan apasionante! Una madre pidiendo con fe, al Hijo de Dios, compasión para sanar a su hija. ¡En verdad era una fe grande la de aquella mujer!
Aquel acontecimiento, nos muestra que la verdadera fe en Jesús no tiene dudas ni vacilación. La mujer cananea, sin nombre, discriminada porque no era judía, dejó a su hija enferma y fue a presentarse con quien podía sanarla: Jesús. Y aunque no pertenecía al linaje del pueblo de Israel, tenía un buen argumento ante Jesús: “hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Era solo una migaja lo que ella necesitaba para sanar a su hija. El amor de Dios nos alcanza a todos. Ante aquella seguridad y confianza de la mujer cananea, Jesús se complace: “¡Mujer, qué grande es tu fe! Hágase como quieres”. La mujer obtuvo la bendición que necesitaba y desde ese mismo momento su hija quedó sana.
El mensaje que la Iglesia quiere dejar en el corazón de sus fieles hoy es el de escuchar y atender: prestar atención a nuestro comportamiento cristiano, caminar como hijos de la luz, atender con prontitud el conocimiento de la Palabra de Dios, aplicar la enseñanza de vivir con un corazón limpio amparado por una fe que pueda mover cualquier montaña.
Que el Padre y nuestro Señor Jesucristo nos den paz, amor y confianza a todos los miembros de la Iglesia. Amén.
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