Sermones que Iluminan

Pentecostés 11 (B) – 4 de agosto de 2024

August 04, 2024

LCR: Éxodo 16:2–4, 9–15 – Salmo 78:23–29 – Efesios 4:1–16 – San Juan 6:24–35

“No trabajen por la comida que se acaba,
sino por la comida que permanece y que les da vida eterna”.

Este pasaje de las Santas Escrituras exige que hagamos varias lecturas para poder involucrarnos en su totalidad. Al principio nos puede generar confusión y, quizás, hasta un poco de ansiedad, pues el hambre y la pobreza son parte de la realidad en muchas de nuestras comunidades. Jesús nos invita a reflexionar acerca de algo que va más allá de saciar el hambre física; se refiere a que, además de los alimentos terrenales, existe una comida espiritual que nos guía a la vida eterna: la verdadera satisfacción y plenitud provienen de una profunda relación con Dios y una vida centrada en los valores espirituales.

Si bien las necesidades básicas físicas deben ser atendidas (comida, techo, salud y educación) como parte de los Derechos Humanos, el desafío que nos presenta este pasaje es poder interpretar la enseñanza espiritual de Jesús. Este análisis no puede escapar del discernimiento de cómo históricamente los sistemas de poder han usado este pasaje para oprimir y colonizar y cómo nuestros pueblos pueden orientar este aprendizaje hacia un modelo de liberación. Una segunda lectura quizá puede responder ciertas preguntas: ¿A quién responde este texto? ¿Es un mensaje opresivo o tiene un pensamiento descolonizador? ¿Cuál es la posible interpretación que estas palabras nos traen? ¿Intensifican la opresión histórica o nos llevan hacia el camino de la liberación?

La teología de la liberación nos invita a reflexionar en cómo podemos encontrar sentido a nuestra realidad cotidiana sin dejar de lado lo espiritual. La acción social y la lucha por la justicia son partes integrales de nuestra fe cristiana ya que reflejan el deseo de construir un mundo más justo y solidario. Dios nos envió a Jesús, su Hijo único, quien no enseñó cómo vivir nuestra fe y actuar en este mundo, para restaurar nuestra relación con Dios y mostrarnos el camino de la vida eterna. Pero la mentalidad consumista y materialista se enfoca en la preocupación por la comida temporal y no valora la comida que da vida eterna. Dejar de lado la priorización de lo material, nos invita a trabajar por valores trascendentales. Reconocer la presencia divina y trascendente en el pan que nos da la vida eterna, rompe con una visión puramente terrenal y materialista.

En una tercera lectura y acudiendo a la ayuda de San Romero de las Américas, podemos ganar una perspectiva que incluye tanto la reflexión teológica como el mensaje de liberación. Óscar Arnulfo Romero, el arzobispo de San Salvador y mártir de la justicia social, encontró en estos versículos del evangelio según San Juan, una poderosa llamada a la solidaridad y al compromiso con los más necesitados. El pasaje de la multiplicación de los panes y los peces resalta la importancia de compartir los recursos de manera equitativa y justa en una sociedad marcada por la desigualdad y la injusticia.

San Romero, que dedicó su vida a la defensa de los derechos de los pobres y oprimidos en El Salvador, tomó estas palabras de Jesús como una invitación a trabajar por la construcción de un mundo más justo y solidario, donde todos tuvieran acceso a los bienes necesarios para vivir con dignidad. Su compromiso con la causa de los más vulnerables lo llevó a interpretar este pasaje como una llamada urgente a la acción en favor de la justicia y la paz. Romero nos recuerda la responsabilidad que tenemos como cristianos de luchar por un mundo mejor, donde todos podamos encontrar la justicia y la solidaridad que tanto necesitamos.

A pesar de la cruel lucha de clase que existió en El Salvador, en la década de los 70, San Romero, enseñó e invitó a su pueblo a reflexionar acerca de la importancia de la adoración a Jesús como parte integral de la lucha por la justicia. En su sermón del 31 Julio de 1979 –que precisamente incluía el Propio 13 que hoy nos atañe en nuestras lecturas- citando al Concilio Vaticano II, señaló que nuestras vidas transcurren “entre los consuelos de Dios y las persecuciones del mundo”, y explicó que “el mundo sufre las persecuciones del pecado” y que a veces es necesario responder con lo que llamó el Apostolado de la Oración. San Romero tenía muy claro que mientras el pecado mata, el amor a Dios nos da vida. En la teología del evangelio de San Juan la palabra de Dios hecha carne en Jesús es el pan que nos da vida; y en la teología de San Romero “cuando Jesús declara, ‘Yo soy el pan que baja del cielo para la vida del mundo,’ nos permite dilucidar que primero, el hambre, es el signo de la opresión y de la muerte; segundo, el pan, es signo de la liberación y de la vida; y tercero, Cristo, es el verdadero pan de la vida”.

El hambre que surge de la opresión trae consigo el hambre y la sed por la justicia. El hambre por la justicia social indica la existencia de todas las miserias, represiones, formas de injusticia y explotación que sufrimos a manos de los opresores. El pan es el símbolo de la liberación porque va más allá de saciar el estómago. El pan que da la libertad es la práctica de la equidad; el pan que Dios da es suficiente para que todos -quienes aceptan la invitación de Dios a la vida- no pasen hambre, ni miseria, ni privaciones. La opresión sucede porque hay unos pocos que se han apoderado de todo el pan disponible, y una mayoría recibe el mensaje de que no hay suficiente pan para repartir entre tanta gente.

Jesús, cuya palabra nos da vida, nos enseña también a amar la verdad y la justicia. San Romero, terminó su homilía con una súplica: “Señor, cambia el corazón de los que gobiernan y de los gobernados; cambia, Señor, el corazón de la patria, renuévanos por dentro con la justicia y la santidad. A los que les has dado la valentía de luchar por una patria nueva y se esfuerzan en las reivindicaciones del pueblo, hazles comprender que no gasten sus energías solamente en el pan que llena el estómago, sino que se eleven a luchar y morir con los ideales del reino de los cielos… [porque de este modo] mueren, pero siguen viviendo”.

La Reverenda Anahí Galante es Sacerdote en la Diócesis Episcopal de Nueva York. Durante 2023 sirvió como Sacerdote-A-Cargo en la Iglesia de La Santa Cruz/Holyrood (Washington Heights, Nueva York) y continúa sirviendo en distintas comunidades de fe con necesidades de sacerdotes bilingües o en congregaciones en transición y con necesidades de cuidado pastoral. Su liderazgo se destaca en su participación en el Comité de la Diócesis de Nueva York acerca de Asuntos Latinx y colabora con la serie Sermones que Iluminan desde el año 2021.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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