Pascua 7 (A) – 2023
May 21, 2023
LCR: Hechos 1:6–14; Salmo 68:1–10,33–36; 1 San Pedro 4:12–14,5:6–11; San Juan 17:1–11.
En las redes sociales se encuentra un video-testimonio de un youtuber llamado Paddy Ney, un joven polaco que emigró a Inglaterra buscando -como todo inmigrante- una vida mejor. Su testimonio se titula “Un día antes de morir”. Al frente de su audiencia, Paddy cuenta que una vez, mientras visitaba un bar de Inglaterra, fue golpeado fuertemente en su cabeza. El quedó inconsciente y despertó en un hospital con una herida muy grave en su cráneo. El médico que lo atendió le dijo que debía tomar una decisión: esperar unos días a ver si se recuperaba sin operación o proceder a operarse para extraer la sangre que le había llegado al cerebro y así evitar que se dieran mayores daños irreparables. Si no se hacía la operación podría recuperarse, pero de esto no había seguridad; si esperaba podría correr al riesgo de perder la memoria y otras facultades, inclusive la misma vida. Tenía que tomar la decisión más adecuada y no había mucho tiempo para hacerlo.
Cuenta que, en ese discernimiento, entre angustia, temor y esperanza, pensaba en lo que él era, lo que había logrado en su vida y lo que era importante para él. Pensó también en lo que haría si este tiempo que estaba viviendo fuese el último de su vida, si algo pasara y no saliera de la operación o si no se operara; qué haría si ése fuese el último día de su vida. Pensó en su trabajo, en el dinero que había obtenido por medio de las redes sociales, en su fama y sus seguidores, su familia, sus padres, hermanos y en sus relaciones con los demás. Concluyó que, con todo, lo más importante que tenía era la fuerza del amor que sentía hacia todas las personas, a su familia y a los demás, inclusive al extraño; eso lo hacía muy feliz. Fue la fuerza del amor la que lo llevó a tomar la mejor decisión: operarse. Él quería seguir viviendo para celebrar el amor que sentía por los demás. Al final del video, Paddy hace una pregunta a la audiencia, la misma que se hizo a sí mismo cuando estaba en el hospital: ¿Qué harías tú en el último día de tu vida?
Los capítulos 13 al 17 del evangelio de Juan están llenos de drama y de sorpresa, de profundidad y misterio sublime del amor de Dios. Es precisamente en estos capítulos donde el evangelista narra el último día de la vida de Jesús; lo que hizo en su último día. Cuenta Juan que en ese día Jesús celebró la pascua con sus discípulos. Seguramente no sólo con ellos. Conociendo a Jesús y sus prácticas, sabemos que él no tenía exclusividad por nadie y que a sus cenas invitaba a amigos, familiares, discípulos, pobres, inmigrantes, judíos y no judíos; invitaba a todos. No hay ninguna razón para pensar que, siendo su última cena, Jesús no hubiese invitado a un buen grupo de personas a su despedida. Podríamos pensar que en el cenáculo había muchas personas compartiendo con Jesús.
Durante el transcurso de esta comida ritual, Jesús lavó los pies para enseñar a todos la importancia del servicio incondicional, que implica muchas veces hacer el trabajo que antes era asignado a esclavos, pero que en el cristiano no es ya por esclavitud u obligación, sino como una opción de vida, amor y libertad. Luego Jesús explicó lo que acaba de hacer dando una nueva enseñanza a los presentes y a los discípulos de todos los tiempos: “ámense unos a otros como yo los he amado.” Ese amor se debe manifestar en servicio desinteresado. Para decirlo de otra manera, la característica más importante de un seguidor de Jesús es el amor hecho servicio. Al terminar la cena, nos dice Juan, Jesús se retiró a orar. Glorifica a Dios Padre, pide fortaleza e intercede por sus amigos y seguidores: “Yo te ruego por ellos” para que puedan continuar la obra en el mundo. En breve, eso fue lo que hizo Jesús en su último día.
Lo que hemos leído hoy es parte de su oración; un hermoso texto considerado como uno de los tesoros centrales de la obra de Juan. En esta oración encontramos que las palabras de Jesús son un dialogo de confianza y amor a Dios cuando sabe que su “hora ha llegado”. Es su hora de la fidelidad en el amor, de sellar sus palabras y discursos con el acto más noble y sublime: entregar su vida amando y perdonando. El final histórico de Jesús de Nazareth se transforma en el comienzo de la obra de sus discípulos. Su legado de amor y servicio pasa a su nueva comunidad.
¡Qué admirable es Jesús! En cada minuto, hora y día de su vida hay una obra de amor. Él no se refugia en el dolor ni en la angustia, en el temor o la cobardía, no culpa a nadie ni condena. Él dedica completamente su vida, hasta su última hora, a la obra del Padre. Su día final lo dedicó a sublimar el amor y la esperanza para todos nosotros. Ahora, peguntémonos: ¿Qué haremos en nuestro último día?
Muchas iglesias ofrecen orientaciones sobre los planes y detalles que se deben tener en cuenta al final de nuestra vida. Éstos incluyen temas como: el poder legal que cada persona debe tramitar con un abogado, decidir si deseamos ser traslados a nuestro país natal, cremación, lecturas bíblicas, música y hasta la recepción que queremos en nuestro propio funeral. Todo esto es necesario e importante en nuestra planeación. A estos planes se debería agregar una conversación sobre el legado de amor que todos, como seguidores de Jesús, deberíamos dejar a los demás, la importancia de las relaciones entre personas y familia, la centralidad de la comunidad de fe, la iglesia y el gran valor de la vida en sociedad. También se podría añadir un tema sobre cómo hacer para que nuestros dones y talentos no mueran con nosotros, sino que se queden en la familia, los amigos y la comunidad eclesial. De esa manera nuestra despedida sería como la despedida de Jesús: llena de amor, servicio y oración a Dios.
Paddy salió adelante con su cirugía. Ahora es una persona de mucho éxito empresarial, vive con su esposa y tiene dos niños. Dedica su vida a dar conferencias sobre la importancia de la fuerza del amor por encima de todo lo demás. ¡El poder del amor sigue triunfando en la vida de todos los discípulos de Jesús!
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