Pascua 6 (C) – 22 de mayo de 2022
May 22, 2022
LCR: Hechos 16:9–15; Salmo 67; Revelación 21:10, 22–22:5; San Juan 14:23–29 [o 5:1–9]
El 4 de noviembre de 2008, Barak Obama fue elegido presidente de los Estados Unidos. Éste fue un hecho sin precedentes en la historia de los Estados Unidos y una celebración largamente esperada y merecida por el pueblo afrodescendiente. Para que Obama pudiera lograr este gran sueño hubo líderes, muchos líderes y lideresas, mujeres y hombres que lo inspiraron y motivaron a creer en sí mismo, a prepararse, a encontrar su potencial y hallar el camino propio para ganar las elecciones y mantenerse en el poder por los siguientes ocho años.
Sin duda, uno de esos profetas y líderes sociales que inspiró al expresidente fue el doctor Martín Luther King Junior. Su mensaje llevó a las comunidades oprimidas, discriminadas y empobrecidas a encontrar nuevos caminos de ser y de vivir con dignidad, libertad y respeto. Todos recordamos su gran discurso, “Tengo un sueño”, que pronunció en Washington, el 28 de agosto de 1963, con ocasión de la celebración de los cien años de la proclamación de la emancipación del pueblo afrodescendiente. Este discurso ha inspirado -y lo sigue haciendo- a millones de personas que van en camino hacia la emancipación de tantas esclavitudes que existen hoy, individuales y sociales. Las palabras de este profeta del siglo XX continúan haciendo eco en los corazones que sueñan con vivir en un mundo donde nadie sea juzgado ni discriminado por su condición racial o cultural.
El soñar y tener visiones es un recurso literario muy usado en el mundo bíblico. A través de sueños y visiones Dios se comunica con su pueblo y lo inspira a liberarse de la esclavitud, a buscar la vida y huir de situaciones de muerte, a evangelizar y a formar comunidades que vivan con dignidad y en el amor que nos corresponde como hijas e hijos de Dios.
Hoy, la palabra de Dios, escogida para este domingo de pascua, nos cuenta que Pablo, siguiendo una visión, siente la urgente necesidad de salir de los lugares conocidos y emprender un viaje misionero a Macedonia. Es el viaje con el cual el mensaje de Jesús llega por primera vez a lo que hoy es Europa. ¡Quién podría imaginarse que esa visión causara que Pablo trajera el cristianismo naciente a todo Europa, la tierra que luego se convertiría en el centro del cristianismo!
Juan, a quien se le atribuye el libro de la Revelación, nos narra la visión de una nueva Jerusalén. Esta vez la visión no es acerca de una misión, sino del futuro que sobrepasa el tiempo y el espacio que vivimos hoy. Es la visión que nos transporta hacia el mundo espiritual que a todos nos espera y que nuestros corazones anhelan y buscan con ahínco. Jerusalén, la nueva ciudad, donde florece la totalidad del amor de Dios y “crece el árbol de la vida verdadera”; donde ya no seremos iluminados por la luz del sol, la luna o las estrellas, sino por la presencia total de Dios, Luz de todas las naciones. Ésta es una visión sublime, mística, que abre nuestra alma a acepar que la muerte no es un final, sino parte de un proceso de transformación hacia ese futuro seguro prometido por Cristo y revelado majestuosamente por Juan en este texto de la biblia.
Jesús es el cumplimiento total de la promesa de Dios. Todos los sueños y visiones de Dios son cumplidos en la persona de Jesús, los cuales no acaban con su muerte, sino que resucitan y viven en su pueblo. Su proyecto de reino vive en nosotros -sus discípulas y discípulos- que seguimos sus huellas. Como personas de fe llevamos la promesa de Dios a futuras generaciones; para esto, precisamente, es que Jesús nos promete la presencia del Espíritu Santo, para que seamos la promesa de Dios, para que viva dentro de nosotros y nos guíe hacia aquella nueva Jerusalén.
En Jesús vemos cómo Dios no se queda en silencio ante la incertidumbre de su muerte. Él habla, promete y cumple enviándonos su Espíritu. Hoy vivimos la promesa de Jesús y nos constituimos en el pueblo de la era del Espíritu. Por eso vivimos nuestra vida con gozo. El Espíritu nos hace elegir a Dios y reconocerlo como Abba, nuestro Padre, a pesar del ateísmo y secularismo popularizado.
El pueblo Latino, guiado por el Espíritu Santo, también sueña un futuro de esperanza y tiene visiones sagradas. Acompañados de las promesas de Dios, nosotros luchamos y vencemos, y estamos seguros de que alguna vez, en un futuro no tan distante, conquistaremos nuestra dignidad total y profunda. Entonces se nos verá como el gran pueblo que trabaja, que aporta y que inspira a otros a vivir la vida con fe, amor y dignidad.
¡Somos el sueño de Dios! El pueblo caminante de la esperanza que sale a la búsqueda de la vida verdadera, rodeados de nuestros niños alegres y sonrientes que corren, gritan, cantan y transforman la soledad en sonrisa, el cansancio y lágrimas de adultos en remansos de paz del espíritu.
Oremos para que el Espíritu que vive en nosotros siga haciéndonos soñar y tener visiones que nos inspiren a conquistar la vida con fe, a caminar con dignidad y a ser el pueblo que siembra esperanza. Que los sueños de Dios nos hagan soñar a nosotros para ver y llegar a la nueva Jerusalén que nos espera. Que seamos inspirados e inspiremos a los que vienen detrás, a quienes desean vivir y creer como nosotros. Aprestémonos para ser renovados en con la fuerza del Espíritu en este Pentecostés que se acerca.
El Rev. Fabio Sotelo es Sacerdote Encargado de la iglesia San Eduardo, en Lawrenceville, Georgia, y es misionero latino en la iglesia San Beda, en Atlanta. Recibió una maestría en filosofía y literatura en la Universidad Santo Tomas de Bogotá, Colombia, una maestría en Teología en la Universidad de Santa María, Emmitsburg, Maryland y actualmente adelante un Doctorado en Liturgia en la Universidad del Sur, Suwannee, Tennessee.
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