Sermones que Iluminan

Pascua 5 (C) – 2016

April 25, 2016


Suena el despertador. Ya se oye el canto de los pajaritos. Por la ventana el sol se asoma por el horizonte anaranjado y nunca falta el dulce aroma de café. Así es el comienzo de cada día en el hogar de la familia Pérez. Juanito, el más pequeño, oye a sus padres, huele el café y sabe que pronto lo levantarán de la cama y tendrá que ir a la escuela. El niño no quiere. Odia los lunes. Se cubre de pies a cabeza con su frazada favorita, la de tortuguitas azules. Le duele es estómago y su corazoncito late con fuerza. No quiere ir a la escuela. Le pide a Dios que a sus padres se les olvide llevarlo a la escuela.

“Juanito” oye la voz de su mamá, “ven a desayunar, ya es hora de irte a la escuela”. Juanito se dice a sí mismo, “seguro hoy será igual. Mis compañeros de clase nunca dejarán de burlarse de mí. Hoy como ayer me tratarán mal”.

Después de desayunar Juanito tomó su bolso y su nueva lonchera Superman que su tía María le regaló el fin de semana y se despidió de su mamá. Al salir del portón, sintió ganas de llorar. Caminó rápido, apretando la imagen de Superman contra su pecho. Al llegar al patio de la escuela se repitió la escena de siempre. Se le acercaron los mismos compañeros y con empujones e insultos, le quitaron su lonchera nueva. Su deseo de que Superman se presentara a salvarlo se esfumó tan rápido como su lonchera.

Nos podemos preguntar, ¿cuándo me he sentido yo como Juanito? ¿Cuando niño, joven o de adulto…?

A diario miles de niños como Juanito y muchísimos adultos enfrentan intimidación física y verbal no solamente en la calle y en las escuelas, sino también en el ámbito laboral y a veces hasta en nuestras congregaciones. Si Dios nos ha dicho que nos ha creado a su imagen, ¿cómo no vamos a tratar a cada ser humano con respeto y dignidad?

El trato desigual a una persona o a la colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, de género o por su orientación sexual no tiene justificación. Sin embargo, representantes, candidatos políticos y líderes y miembros de congregaciones religiosas lo hacen. Aún entre los que hemos sido víctimas de discriminación, y entre nuestros propios familiares y amigos caemos en lo mismo. Tratamos mal a personas y a grupos de personas diferentes a nosotros. Los ofendemos con nuestras actitudes, palabras y acciones.

Cuando comenzó el movimiento cristiano en la infancia de la iglesia, la mayor parte de los creyentes eran judíos. Ellos pensaban que las personas que querían seguir a Cristo debían de ser judíos también. Mantenían las costumbres y las leyes del pueblo judío insistiendo en que los nuevos miembros de su comunidad las mantuvieran también. No entendían el por qué a algunas personas no judías se les iba a permitir formar parte de la comunidad de los seguidores del camino de Cristo sin primero cumplir con la ley judía y hacerse judíos igual que ellos.

En la lectura de los Hechos que escuchamos hoy, Pedro les dice: “Cuando comencé a hablarles [a los no judíos], el Espíritu Santo vino sobre ellos de igual manera que al principio vino sobre nosotros… Pues bien, si Dios les da también a ellos lo mismo que nos ha dado a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién soy yo para oponerme a Dios?”.

Antes de entrar por las puertas rojas de muchísimas iglesias episcopales nos sorprende el anuncio a todo color que lee La Iglesia Episcopal le da la bienvenida. Y cuando entramos por sus puertas la intención es que toda persona sea y se sienta bienvenida. Queremos ser un ejemplo del amor divino, el amor de Dios que no hace distinciones, ese amor que preserva la dignidad humana aún para las personas que son diferentes a nosotros, personas que a veces no entendemos.

En el evangelio Jesús les dice a sus seguidores: “Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros.”

Nuestro Señor Jesucristo nos está retando a amar como el nos amó. Pensemos en lo que nos está pidiendo. Jesús detuvo a los que iban a matar a pedradas a la mujer sorprendida en adulterio, sanó a la mujer que tocó su manto sin aún conocerla, lavó los pies de sus discípulos y fue colgado de una cruz por ese amor. “…Así deben amarse ustedes,” dice el Señor.

Cuando renovamos nuestros votos bautismales se nos pregunta:

“¿Lucharás por la justicia y la paz entre todos los pueblos y respetarás la dignidad de todo ser humano?” a lo que respondemos, “Así lo haré, con el auxilio de Dios.” Esta es una de las maneras en las que nos comprometemos a amar. Se requiere valentía pero también reconocemos que la fuerza y el auxilio vienen de Dios que no nos abandona.

Para Juanito, esa misma mañana, después de sonar la campana el nuevo alumno que su maestra presentó a la clase se convirtió en más que el Superman de la lonchera. Se llamaba Jorge Luis, había sido el capitán del equipo campeón de futbol infantil de su ciudad. Después del almuerzo, cuando los niños jugaban en el patio de la escuela, los que siempre buscaban a Juanito para maltratarlo invitaron a Jorge Luis a unirse a ellos, pero él no quiso. Jorge Luis se les enfrentó y les dijo, “No tienen por qué tratar mal a Juanito. Yo no hago amistad con bullies*. Prefiero ir a conocer a Juanito y jugar con él porque me parece un niño genial”.  Jorge Luis encontró a Juanito escondido detrás de un arbolito de jazmín y con la mirada triste. Jorge Luis lo invitó a jugar y desde ese día los otros niños dejaron de maltratarlo. Ya Juanito no teme las mañanas porque tiene un amiguito que se atrevió a defenderlo y hacer su amistad.

Aunque el reto de amar como Cristo nos amó nos parezca imposible, confiando plenamente en la ayuda de Dios podemos luchar cada día para lograrlo. Si vemos que rechazamos a una persona porque no la entendemos, vayamos al Señor en oración pidiendo por ella y por nosotros mismos.

El pequeño Jorge Luis nos mostró un amor que va mucho más allá del patio de la escuela cuando se enfrentó a los que trataban injustamente a Juanito. Seamos buenos amigos para los más rechazados y discriminados de este mundo recordando los rechazos que hemos experimentado nosotros mismos, y celebrando el amor que compartimos en el Cristo que resucitó para darnos a todos vida en abundancia.

*Bully, bullies, bullying es un anglicismo que no forma parte del diccionario de la Real Academia Española (RAE), pero que es cada vez más usado. Se refiere al acoso escolar y a toda forma de maltrato físico, verbal o psicológico entre escolares.

**Superman es propiedad intelectual de DC Comics y Warner Bros.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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