Pascua 5 (A) – 2020
May 10, 2020
¿Cómo vamos a saber el camino?
En nuestro tiempo, con frecuencia, cada vez que necesitamos encontrar un lugar estamos muy acostumbrados a utilizar el GPS o el navegador en nuestros teléfonos; lo empleamos para hallar cualquier dirección. Escribimos la dirección deseada y el punto partida, e inmediatamente se nos da la ruta sugerida y los pasos a seguir para llegar hasta a ella. ¡Muy fácil! ¿verdad? Entonces, seguimos las instrucciones de la hermosa voz de nuestros dispositivos y confiamos ciegamente en que nuestra aplicación nos llevará, paso a paso y sin problemas, a nuestro destino final. En el evangelio que acabamos de escuchar, podemos ver que Tomás, el discípulo de Jesús, está indagando por direcciones.
Nos podemos imaginar a un Tomás preguntándole a Jesús: ¿A dónde vas?, “¿cómo vamos a saber el camino?”; es como si le dijera: “sé que vas a casa de tu Padre para preparar un lugar para nosotros, pero por favor no nos dejes aquí solos. ¿Nos puedes mostrar el camino hacia tu Padre? ¿Puedes darnos un mapa, un diagrama o algo para llegar a la ubicación correcta y ahí reunirnos contigo? ¿Puedes darnos las instrucciones precisas, paso a paso, para que podamos llegar a la dirección correcta? O ¿nos puedes prestar tu GPS o navegador? No queremos perdernos.” Está claro que Tomás entiende a Jesús en un sentido literal. Pero Jesús parece responder diciendo: “no captas, ¿no entiendes Tomás?”, por eso le dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida.” YO SOY, le dice, YO SOY. Con esta respuesta Jesús le está diciendo a Tomás y a los otros discípulos que él es la fuente de vida, la fuente de gracia abundante y la presencia real de Dios.
Y más aún Felipe, el otro discípulo. Él Tampoco entiende la respuesta que Jesús le da a Tomás y quiere más certidumbre y garantías. Le pide a Jesús que les muestre al Padre: “déjanos ver al Padre, y con eso nos basta”. En cierto modo, Felipe ni se molesta en preguntar por direcciones, por preguntar dónde está el camino. Él quiere la respuesta y la quiere ya. Él quiere que todo sea fácil, sin esfuerzo y sin complicaciones. Por ello Jesús le responde con ternura paciente: “Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces?”.
Me pregunto cuántas veces hemos querido esta certidumbre que Felipe le pide a Jesús, o cuántas veces hemos pedido nuestro mapa como Tomás. Pero Jesús, todavía como una figura paciente y comprensiva, nos anima a creer: “Créanme que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí”, “Solamente por mí se puede llegar al Padre”. Jesús nos invita a tener fe. Y por esta invitación podemos descubrir que Jesús es el camino y la vía por donde debemos andar. Jesús pacientemente nos invita a creer que él es el camino que lleva al Padre.
Pero ¿cómo puede ser esto posible? Queremos pruebas ¿no es así? Como Felipe queremos que Jesús nos muestre alguna prueba concreta y tangible del Padre, y como Tomás queremos ver las direcciones correctas escritas en papel para llegar a nuestro destino. Pero el ingrediente que falta en esta ecuación es la fe. Ésta es lo que está faltando para entender la revelación de Dios. Por la fe podemos comprender que Jesús es la presencia de Dios en este mundo tangible y que Dios Padre puede ser conocido sólo a través de la verdad de Cristo encarnado.
William Countryman, un sacerdote Episcopal y prolífico autor, entiende la fe como un regalo recibido solamente en conversación con Dios, en conversación con la divinidad. Esto se puede alcanzar a través de la oración, por medio de las buenas obras, por el agradecimiento o pidiendo que el Espíritu esté en nuestras vidas. La fe también es haber visto a Dios obrando en nuestra historia. De esta forma, el mismo Jesús afirma: “Créanme que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; si no, crean al menos por las obras mismas.”
Hay una historia de un niño a quien le pidieron que definiera lo que significaba para él el creer y ésta fue su respuesta: “Creer es una extraña y poderosa fuerza, una fuerza que puedes elegir tener en tu vida.” En efecto, creer es una elección, y podemos elegirla para nuestras vidas. Se trata de la elección de participar plenamente en la vida de Cristo, imitando su vida, siguiendo su ejemplo y obedeciendo sus mandamientos de amar a nuestros semejantes como a nosotros mismos. Cada vez que profesamos nuestro Pacto Bautismal, afirmamos que somos cocreadores con el Espíritu; lo hacemos cuando decidimos resistir el mal, cuando proclamamos de palabra y ejemplo las buenas noticias de Dios en Jesús, cuando nos comprometemos a buscar y servir a Cristo en todas las personas, luchar por la justicia y la paz entre los pueblos y respetar la dignidad de cada ser humano. De esta manera somos cocreadores con el Espíritu; ésta es la poderosa elección que podemos hacer y tener en nuestra vida.
Entonces, preguntémonos ¿Cómo podemos encontrar el camino al Padre? Solamente podemos llegar a Él creyendo y participando plenamente en la vida de Cristo. El creer, la fe, nos da mucho más de lo que un mapa, un navegador o un GPS nos puede ofrecer.
Aceptemos la invitación de Jesús a creer en él y en el Padre, y estemos abiertos a recibirlo en su mesa donde podemos tener la certeza de que hemos llegado a nuestro destino final.
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