Pascua 3 (B) – 2024
April 14, 2024
LCR: Hechos 3:12–19; Salmo 4; 1 San Juan 3:1–7; San Lucas 24:36b–48
Celebramos el tercer domingo de Pascua y los relatos de las apariciones del Señor resucitado se dan uno tras otro. Hoy en el evangelio de Lucas se nos muestra una de las varias apariciones del Señor a sus discípulos. Cabe señalar que cuando el Señor resucitado aparece, los discípulos experimentan temor, por lo que el saludo de Cristo para ellos es: “Paz a ustedes”; luego dice: “¿Por qué están asustados? ¿Por qué tienen esas dudas en su corazón? Miren mis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tóquenme y vean: un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que tengo yo”. Los discípulos pasan del asombro al gozo, de la incertidumbre a la certeza de que el Señor ha vuelto a la vida; les muestra las heridas de pies y manos, las marcas de la maldad y crueldad de los seres humanos. Sin embargo, el odio no ha prevalecido, ha triunfado la vida. Cristo ha resucitado.
Esta porción del evangelio de Lucas es la continuación de una larga narración sobre la resurrección del Señor que inicia con el descubrimiento de la tumba vacía por parte de las mujeres que seguían a Jesús. A este hecho siguen la aparición a los discípulos de Emaús y la manifestación a los once. El relato termina con las instrucciones que el Señor da a los discípulos antes de subir al cielo.
Capta la atención el número de veces que, en esta narración de la resurrección y en sus apariciones, se repite la frase que el Mesías tenía que morir y resucitar al tercer día. También es notorio que el mismo Jesús cuestiona a los discípulos por no entender el mensaje de las escrituras. A los discípulos de Emaús les dirá: “¡Qué faltos de comprensión son ustedes y qué lentos para creer todo lo que dijeron los profetas!”. En el relato de la aparición a los once el Señor hizo que entendieran las Escrituras.
La Biblia nos revelan el plan salvífico de Dios que desde antes se había dado a conocer a través de los profetas: nacería un mesías que traería la paz. Miqueas anunció: “Un niño nacerá en Belén y guiará al rebaño con autoridad. Su poder llegará hasta los confines de la tierra”. Isaías nos habla del sufrimiento que tendría que vivir el mesías: “indefenso se entregó a la muerte”. De esas profecías cumplidas hablaba el Señor a sus discípulos, sin embargo, ellos no entendían. La pena y el dolor de haber perdido al maestro eran más grandes que el poner atención a las profecías. El Señor resucitado -que ve más allá de lo que ven sus discípulos- les explica el cumplimiento de tales profecías. ¿Qué nos dice el Señor resucitado a los cristianos de este siglo? Nos recuerda que el conocimiento de las Sagradas Escrituras es básico para cada creyente. No se puede entender el plan de Dios, si no se conoce la biblia.
Jesucristo, el Hijo de Dios, es el cumplimiento a las promesas de Dios manifestadas a los profetas en los tiempos antiguos. Cristo, Señor y Mesías, vienen al mundo para instaurar el reino de Dios en la tierra. Reino en el que el ser humano está llamado a vivir en armonía con los demás, con la creación y con Dios.
La primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles, nos presenta al apóstol Pedro predicando que Jesús fue entregado a la muerte, pero que Dios lo resucitó de entre los muertos. Podemos decir que Pedro y los demás discípulos aprendieron muy bien la lección que impartió el Señor sobre el cumplimiento de las Escrituras en las ocasiones que se mostró a ellos después de la resurrección. En este pasaje Pedro se dirige a los que han sido testigos de la curación milagrosa de un paralítico. Ante el asombro de los que fueron testigos del milagro, Pedro declara que, gracias al poder recibido de Jesús, se ha podido restaurar la salud del paralítico: “Lo que ha hecho cobrar fuerzas a este hombre que ustedes ven y conocen, es la fe en el nombre de Jesús. Esa fe en Jesús es la que lo ha hecho sanar completamente, como todos ustedes pueden ver”.
Desde los tiempos apostólicos hasta nuestros días, el mensaje de Pedro no ha cambiado. Nuestra fe tiene como fundamento al Resucitado. Cada vez que renovamos nuestra vida y nos unimos a otros en la construcción de un mundo más justo Cristo Resucitado está presente; cuando nuestra vida de oración es una expresión de nuestro compromiso con los valores del evangelio Cristo Resucitado está presente; en la medida que crecemos en conocimiento de la palabra de Dios y en el servicio a nuestra Iglesia Cristo Resucitado está presente. El mundo, dice san Juan en la segunda lectura, no conoce a Dios. La forma más eficaz de transformar al mundo es mediante una predicación y testimonio orientada al Cristo Resucitado.
Nuestro pueblo hispano está llamado a participar de esta experiencia. Somos un pueblo muy religioso, pero a veces parece que no tenemos esperanza en la resurrección. Cumplimos con los preceptos religiosos de ir al templo regularmente, de celebrar las devociones a la Virgen María y a los santos, hacemos promesas que implican sufrimiento corporal, pero en muchos hogares hay violencia contra el cónyuge y contra los hijos; llevamos símbolos religiosos en nuestros automóviles que expresan nuestra tradición religiosa, pero a veces desconocemos los principios fundamentales de nuestra fe, por ejemplo, la certeza que Cristo está vivo.
La pascua es la estación del calendario litúrgico que nos invita a conocer más a Cristo. Es importante meditar detenidamente en los relatos de las apariciones del Jesús. Cada vez que leemos estos pasajes sobre la resurrección, podemos comprender el verdadero sentido de nuestra vida cristiana. Si no hubiese resucitado el Señor, no existiría la Iglesia. No se hablaría de la esperanza de un mundo mejor. Nuestra vida religiosa tiene que pasar de la costumbre al compromiso, de una relación comercial con Dios orientada a pedir favores y pagarlos con alguna promesa, a una vida espiritual de entrega diaria al Señor.
El Resucitado nos pide cuentas de la interpretación que hacemos de las Sagradas Escrituras y también de los acontecimientos que tienen lugar en nuestro tiempo. Es importante cultivar la disciplina del estudio de la biblia, bien sea en grupo o individual. La congregación que promueve la lectura de la biblia y ofrece estudios bíblicos experimenta conversiones y frutos abundantes puesto que escudriña el plan de Dios y le da cumplimiento en el nombre de su Hijo Jesucristo.
Que esta Pascua permita a nuestra Iglesia ser instrumento en la construcción del reino de Dios y su justicia, y que la paz que Cristo Resucitado nos ofrece permanezca en nuestros corazones hoy y siempre.
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