Sermones que Iluminan

La Presentación – 2 de febrero de 2025

February 02, 2025

LCR: Malaquías 3:1–4; Salmo 84 o 24:7–10; Hebreos 2:14–18; San Lucas 2:22–40.

Estamos en el cuarto domingo después de la Epifanía y, si vemos bien en las lecturas que hemos estado escuchando desde el tiempo de la Navidad, han tenido como línea de seguimiento particular la luz. Hoy en muchos de nuestros países se celebra la Fiesta de la Presentación del Señor, conocida también como la Fiesta de la Candelaria o misa de las candelas o de la Candelaria. Este día tiene un significado especial porque nos invita a reflexionar sobre el misterio de Jesús, quien es la luz que viene de Dios para iluminar nuestras vidas y disipar las tinieblas del mundo.

En el Evangelio de hoy, Simeón proclama con profunda emoción: “ya he visto la salvación que has comenzado a realizar a la vista de todos los pueblos, la luz que alumbrará a las naciones y que será la gloria de tu pueblo Israel.” (Lc 2:30-32). Estas palabras nos revelan una verdad esencial: Jesús es la luz que Dios nos regala, no sólo para el pueblo de Israel, sino para toda la humanidad. Esta luz no es algo simbólico ni pasajero, sino la luz que transforma, guía y da vida.

1. La luz de Dios trae orden y esperanza

Desde los primeros momentos de la creación, la luz ha sido un símbolo del poder transformador de Dios. En el libro del Génesis leemos: “Dios dijo: Que haya luz. Y hubo luz” (Gn 1:3). Con estas palabras Dios trajo orden donde había caos, separando la luz de las tinieblas y haciendo posible la vida. Esta misma acción creadora se renueva en Jesús, quien viene como luz para los corazones que se sienten atrapados en el desorden y la oscuridad.

Pensemos por un momento: ¿Cuántas veces hemos sentido que nuestras vidas están sumidas en la oscuridad? Esa oscuridad puede tomar muchas formas: tristeza, soledad, miedo, falta de propósito, o incluso el peso del pecado. Pero la luz de Dios nos recuerda que no estamos solos, que hay un camino de esperanza.

Jesús, la luz enviada por Dios, nos dice: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, tendrá la luz que le da vida, y nunca andará en la oscuridad.” (Jn 8:12). Esta promesa nos invita a confiar en que, incluso en medio de nuestras pruebas y sufrimientos, Dios nos guía y nos ofrece una nueva oportunidad para comenzar de nuevo.

2. La luz de Dios transforma y renueva

La luz no sólo nos muestra el camino, sino que tiene el poder de transformar lo que toca. Vemos este poder transformador en el Evangelio de hoy. Simeón y Ana, dos personas mayores que habían esperado toda su vida la redención de Israel, experimentan una profunda renovación espiritual al encontrar a Jesús. Aunque habían vivido en la espera, la luz de Dios renovó su fe, esperanza y alegría.

La luz que viene de Dios tiene el mismo efecto en nuestras vidas. Nos transforma desde dentro, nos da claridad para tomar decisiones correctas y nos llena de fuerza para enfrentar los desafíos de cada día. Sin embargo, para que esta luz transforme nuestras vidas, debemos abrirnos a ella. Es necesario acercarnos a Dios con humildad y confianza, como María y José, quienes llevaron al niño Jesús al Templo en obediencia y fe. Ellos reconocieron que todo lo que tenían, incluso su propio hijo, pertenecía a Dios.

Hoy, hermanas y hermanos, somos invitados a hacer lo mismo: ofrecer nuestra vida, nuestras alegrías y preocupaciones a Dios, para que su luz nos transforme y nos haga nuevos.

3. Ser portadores de la luz de Dios

La Fiesta de la Presentación del Señor nos recuerda también nuestra misión como cristianos: no basta con recibir la luz de Dios, estamos llamados a compartirla. Jesús nos dice en el Evangelio de Mateo: “Ustedes son la luz del mundo… Que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo.” (Mt 5:14-16).

Esto significa que cada uno de nosotros, desde nuestras propias circunstancias, puede ser un reflejo de la luz de Dios. No necesitamos hacer grandes cosas para iluminar el mundo. A veces un gesto sencillo —una palabra amable, un acto de generosidad, un momento de escucha— puede ser suficiente para llevar la luz de Dios a quienes más lo necesitan.

Pensemos en las velas que muchas congregaciones hoy bendicen y llevan en procesión. Una vela sola puede iluminar una pequeña habitación, pero muchas velas juntas pueden disipar la oscuridad de un espacio mucho mayor. También nosotros, como comunidad de fe, somos llamados a unir nuestras luces para transformar nuestro mundo.

4. Abramos nuestro corazón a la luz de Dios

Queridos hermanos, al celebrar esta fiesta, recordemos que Jesús, la luz de Dios, ha venido para disipar toda oscuridad de nuestra vida. Dejemos que esta luz entre en nuestros corazones, nos transforme y nos envíe como mensajeros de esperanza al mundo, para que al final de nuestro camino podamos decir, como Simeón: “Mis ojos han visto tu salvación”.

El Rev. Franklin Morales, es el Canónigo para los Ministerios Latinos e Hispanos de la Diócesis Episcopal de Carolina del Norte, Oriundo de Venezuela y ha estado sirviendo a su Diócesis por un año y seis meses.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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