Fiesta de la Epifanía – 2012
January 07, 2012
Al margen de lo fabuloso de este relato peculiar de Mateo, en el que el evangelista magnifica un suceso real: el nacimiento de Jesús, agregándole elementos imaginarios, recogidos en tradiciones cristianas tempranas, lo cierto es que se trata de “uno de los episodios más bellos de la infancia de Jesús, que ha cautivado y sigue cautivando la imaginación de creyentes y no creyentes, de teólogos, pintores y poetas: el homenaje de los magos”.
En verdad, la celebración del 6 de enero se encuentra ya muy extendida en los albores del siglo V para conmemorar la “manifestación” – “epifanía” de Jesús al mundo como enviado de Dios. Esta tradición es apoyada en tempranas tradiciones cristianas, acogidas por las distintas iglesias con diversos matices y calando desde entonces en las diferentes culturas de la historia. Hoy como ayer sigue penetrando la conciencia de las personas con ese hálito de realidad y de leyenda en el que se suelen apoyar las más queridas creencias.
¿Qué quiere comunicarnos el evangelista con este relato? ¿Algo histórico? ¿Una fábula o una leyenda? Esta es la respuesta: con toda su magia y poesía intenta invitarnos a la reflexión sobre el misterio de Jesús escondido en la fragilidad de un niño sujeto a las vicisitudes de la vida.
Este es el sentido de la fiesta de Epifanía cuya celebración ha de ser asumida por cada persona en la dirección señalada en el contexto de la oración de la liturgia eucarística de este día: “Guía a tu presencia a quienes ahora te conocemos por fe”. Y, como acentúa en el prefacio correspondiente: “Porque en el misterio del Verbo hecho carne, tú has hecho que una luz nueva brille en nuestros corazones, para darnos el conocimiento de tu gloria en la faz de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo”. (Libro de Oración Común, colecta pág.128; y prefacio, página 267).
Que una luz nueva brille en el corazón es el propósito de esta celebración. Esta luz no solo ha de brillar, pero aún más, ha de iluminar cada uno de los rincones de la personalidad, para que cada uno pueda hacer los cambios necesarios en su manera de actuar, tal como lo hicieron los “magos” en esa remota aldea de Judea, postrándose ante un frágil y desconocido niño sin más certeza que la que les diera la luz de lo alto.
Pareciera que los humanos, fascinados con el significado asignado al término “gloria” y atraídos por todas sus implicaciones de poderío, le atribuyen a Dios las mismas ambiciones que campean en el corazón del hombre. Pero la “gloria” de Dios en este niño consiste en todo lo contrario: fragilidad, pobreza y marginación. Perspectiva de la que la mujer y el hombre, sus sociedades y culturas, se han desviado en el estrépito de la dinámica de la vida, las maravillas de la tecnología y la nebulosa espesa del conocimiento.
Esta es la paradoja del relato maravilloso de la “adoración” de los Reyes Magos, que ni eran reyes, ni eran magos. El evangelista completa el relato con la sobrecogedora intervención del rey Herodes y la matanza de los inocentes, pintura maestra de las ambiciones y desórdenes humanos.
Es el momento de acentuar, para el enriquecimiento espiritual de cada uno, la textura magistral y la profundidad de este cuadro, relato, o leyenda, recogido solamente en el evangelio de Mateo.
Esta fabulosa narración ofrece una infinitud de ternura e ingenuidad que solo es posible hallar en el alma transparente de los niños. Y, simultáneamente ofrece una radiografía de las oscuras reconditeces del ser humano. En efecto, por la historia y otros pasajes de los evangelios, se sabe de la maldad y sentimientos desordenados de Herodes.
A propósito, cada uno seguramente se habrá sentido horrorizado por este personaje y habrá rechazado desde lo más íntimo del ser este tipo de conductas. Pero en el marco del mensaje integral del evangelio, de la “Buena Noticia”, no es suficiente el horror y el rechazo. Cada uno tiene que pasar a la acción comenzando por sí mismo desde el fondo del ser y los pliegues del alma, en un viaje tan largo como el de aquellos tres buenos viajeros de aquel entonces, quienes, a pesar de sus riquezas, se vieron sometidos a muchas incomodidades durante su largo peregrinar.
Hay que emprender el largo y tortuoso viaje personal del seguimiento de la estrella. En el marco de la situación individual y social actuales y de los movimientos vigentes hay que indignarse. Es el momento de empezar a cambiar, a dar testimonio de fe inquebrantable en la fragilidad misericordiosa de un niño y la tenacidad de la gente, pobre o rica, iluminada por la estrella. Hay que empezar a ordenar la propia casa y la del vecino, y esta casa de todos que es la tierra, el barrio, el estado, fortaleciendo la fe y los valores, enriqueciendo el espíritu de religiosidad bebido en las páginas del evangelio.
Es el momento de preguntarse: ¿no actúa cada uno con demasiada frecuencia sintiendo temor de perder poder y privilegios como Herodes? Ahora, como entonces, cada uno y cada grupo se enfrasca en abastecer sus necesidades creando su propia escala de valores según una dinámica sociocultural característica de cada época, alejándose así del ámbito de los valores de Dios.
La “Buena Noticia” de este sobrio y magistral relato de Mateo, surgido de la fe robusta y sencilla de primitivas comunidades cristianas entusiasmadas por sus creencias, es que Dios se ha manifestado revelándose débil, expuesto a la persecución y a las inclemencias humanas. Está en cada mujer y en cada hombre, en cada grupo y en cada sociedad acogerse a la “Buena Noticia”, dejarse iluminar y motivar para la acción y para el cambio, por la revelación paradójica de la Epifanía.
Mito, verdad o leyenda, o, tal vez, un poco de cada una, esta narración ha calado muy hondo en la tradición cristiana, especialmente en países de cultura hispana, en los cuales se festeja alimentando la imaginación infantil con multicolores “procesiones de reyes” y obsequio de regalos, estimulando un clima de fraternidad que fortalece las relaciones entre las personas, familias y grupos.
Hoy, como entonces las personas y las sociedades esperan anuncios y noticias de liberadores y enviados en la óptica humana del poder y la riqueza, que ofrezcan mensajes de paz y posibilidades de mejoramiento. Hay en el mundo, y en la época actual, un renacer de expectativas en todos los confines y en todas las vertientes de la tierra.
Más allá de los festejos folclóricos, la celebración de la fiesta de Epifanía implica a cada mujer y a cada hombre: a abrirse a la manifestación de la divinidad en la fragilidad de un niño llamado Jesús y acogerla como lo hicieron los llamados “Reyes Magos” con la mente y el corazón exultantes, cargados de esperanzas y motivaciones para el cambio.
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