Epifanía 5 (B) – 2012
February 06, 2012
“Todos te buscan” (Marcos 1:37)
El sermón de hoy está basado en las siguientes tres sencillas palabras de Pedro a Jesús que se encuentran en el evangelio que acabamos de escuchar: “Todos te buscan”.
Nos encontramos casi al final del tiempo litúrgico llamado “después de la Epifanía”, un título asignado a los domingos que vienen inmediatamente después de aquella celebración que muchos de nosotros identificamos como el Día de los Reyes Magos, el día en que según el Evangelio de san Mateo, sabios del Oriente llegaron a Belén y le presentaron a Jesús dones de oro, incienso y mirra.
Aunque nuestros pesebres tienen la tendencia de presentar a los tres sabios del Oriente como pasajeros que acaban de llegar en un crucero de lujo y no se sienten ni cansados ni estropeados por el viaje, si nos ponemos a pensar y a tratar de comparar ese viaje con los que muchos de nosotros hemos hecho y con las odiseas por las cual hemos pasado, llegaríamos a la conclusión de que el viaje que ellos emprendieron no pudo haber sido tan fácil como normalmente lo pintamos.
Aunque el evangelio que relata esa historia no nos cuenta mucho de lo que sucedió durante el entero peregrinaje, sí nos dice al final, de lo que tiene que haber sido una larga trayectoria, que los sabios del Oriente experimentaron varios contratiempos, incluyendo la conversación que tuvieron con Herodes durante la cual él los engaña y les pide que cuando encuentren a Jesús regresen para decirle dónde está ya que él también quiere rendirle honor y homenaje; una mentira que disfraza su verdadera intención de matar a Jesús.
La Epifanía y los domingos que le siguen es una de las estaciones del año litúrgico en que nos comprometemos a participar en uno de muchos peregrinajes que la iglesia nos ofrece durante el año. Pero si nos proponemos a hacerlo, tenemos que entender que lo hacemos no como turistas sino como peregrinos, pues el turista es aquella persona que se va de vacaciones para descansar y después de dos o tres semanas vuelve a su hogar básicamente sin haber experimentado algún cambio. En vez, el peregrino se compromete a describir, a la auto-reflexión, a experiencias nuevas, a cambiar y a regresar convertido en una persona muy diferente a la que era antes del peregrinaje. Los Reyes Magos no eran turistas sino peregrinos y regresaron a su país de origen cambiados y transformados a través de lo que experimentaron durante su larga trayectoria.
Pero si la Epifanía parece haber sido un momento de gozo y de regocijo para los Sabios que buscan a Jesús, es también el principio de otro peregrinaje que no puede haber sido tampoco tan agradable pero que fue necesario para la Sagrada Familia, el peregrinaje que los forzó a viajar de Belén a Egipto para poder escapar de las intenciones malévolas de Herodes que estaba comprometido a eliminar a Jesucristo ya que lo consideraba como un rival y como amenaza a su autoridad. Como ya muchos de ustedes saben porque han pasado por situaciones similares, el encontrarse en un país extranjero y tratar de empezar una vida nueva no puede haber sido algo fácil.
Dentro de tres semanas, comenzaremos otro tiempo litúrgico, la Cuaresma, donde pasaremos cuarenta días en peregrinaje con Jesús, un peregrinaje que al final parece concluir con su sufrimiento y muerte pero que sabemos que no concluye así sino que culmina con su gloriosa transformación y resurrección y que tiene como fin nuestra redención y salvación eterna.
Una de las más interesantes historias que se encuentra en el Evangelio según san Lucas nos cuenta cómo días después de su resurrección Jesucristo se acerca a dos de sus discípulos que estaban viajando por el camino de Jerusalén a Emaús pero no lo reconocen. Es solamente cuando hacen una pausa y se paran a comer algo cuando Jesucristo, que en aquel momento bendice el pan, es reconocido por ellos como el Señor resucitado.
Muchos de nosotros, que estamos aquí hoy reunidos para reconocer la presencia del Señor y alabar su santo nombre, sabemos lo que significa un peregrinaje. No estamos en este país porque queríamos salir de vacaciones. Estamos aquí porque queríamos buscar la libertad y la seguridad de vida que no podíamos experimentar en nuestros países. Dejamos todo lo que tuvimos que dejar en búsqueda de algo mejor y, sabiendo que nuestra odisea no iba a ser nada fácil o llena de diversión, nos metimos en un camino en el que íbamos a encontrar muchos retos y dificultades.
Pero como personas de fe que somos, sabemos que mientras buscábamos lo mejor para nosotros y para nuestras familias, también buscamos a Jesús, que, a pesar de que no siempre lo reconocimos como nuestro compañero, siempre estuvo con nosotros, ya que Jesús no es solamente el principio o el fin; Jesucristo no es solamente el que nos cargó y nos sigue cargando cuando estábamos cansados sino el que iba y va siempre delante de nosotros guiándonos. Jesús también fue y sigue siendo el camino y si lo buscamos es porque estamos dispuestos a caminar con él y así encontrarlo no al fin de nuestro peregrinaje, sino presente con nosotros durante el peregrinaje entero que comenzó aquel día que lo aceptamos como nuestro hermano y que nunca terminará.
Que Jesús siga siendo nuestro guía y compañero, la estrella que nos conduce, el camino que nos lleva, la luz que nos alumbra, el agua que nos refresca, la vida que nos sostiene, la alegría de nuestros corazones, la verdad que nunca engaña, y nuestro amigo que nunca nos traiciona ni nos abandona, y siempre, de una manera u otra, cumple lo que promete.
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