Epifanía 3 (B) – 2024
January 21, 2024
LCR: Jonás 3:1–5, 10; Salmo 62:6–14; 1 Corintios 7:29–31; San Marcos 1:14–20
Al comenzar el año, como cada tiempo nuevo, tenemos la oportunidad de realizar propósitos, de ponernos metas, alcanzar algo. Esos propósitos o resoluciones también los debemos aplicar a nuestra vida espiritual. Tenemos que procurar este año crecer en la gracia y conocimiento de Dios, para poder comprometernos más en su servicio. Es necesario fortalecer el cumplimiento de nuestras promesas y alianza bautismales sabiendo que el tiempo que se nos da es un espacio de transformación para revestirnos del ser humano nuevo en la persona de Jesús.
La conversión, el cambio, el progreso espiritual es una constante que nunca podremos agotar ya que frente a Dios siempre seremos pecadores y necesitados de su gracia y perdón. De ahí que, en la proclamación de las buenas noticias (Evangelio), Jesús hoy indica: “Vuélvanse a Dios y acepten con fe sus buenas noticias”, haciendo hincapié en el regreso a Dios (la conversión) como la condición necesaria para aceptar con fe las buenas noticias de Dios.
El evangelio de Marcos, en este primer capítulo, es explícito al mostrar que en el ministerio de Jesús fue primordial anunciar las buenas noticias. Cuando Juan estaba en la cárcel, comienza el ministerio de Jesús: “Después que metieron a Juan en la cárcel, Jesús fue a Galilea a anunciar las buenas noticias de parte de Dios”. La proclamación, el anuncio de las buenas noticias, comienza en Galilea, el lugar donde Jesús creció y del cual era familiar. El hecho que ese primer anuncio es allí indica que esas buenas noticias y el encuentro con Dios son algo que sucede en la cotidianidad y regularidad de la vida que conocemos. Es en Galilea donde Jesús llama a sus primeros cuatro discípulos y será el lugar del destino final, de ahí que el ángel dice a las mujeres: “Él va a Galilea para reunirlos de nuevo; allí lo verán, tal como les dijo.”. Es decir, la vocación y ministerio mesiánico de Jesús sale y regresa a Galilea. Lo mismo sucede con cada uno de nosotros, debemos reconocer que, en el día a día de nuestras circunstancias, nuestra propia Galilea, barrios, casas, relaciones, es donde Dios revela sus buenas noticias.
Al anunciar las buenas noticias, Jesús está anunciando su propia presencia de liberación del pecado y de la muerte. La vida de Jesús para el pueblo garantiza un nuevo comienzo en su relación con Dios. La buena noticia es que Jesús vive en medio de ellos (Emanuel). Esa buena noticia no es exclusiva del pasado o de algunos elegidos. Todos los miembros del Cuerpo del Cristo y todos quienes hoy escuchan el evangelio -buenas noticias- son destinatarios del mismo anuncio. El Emanuel -Dios con nosotros- que celebramos encarnado en Jesús, es quien nos garantiza que no caminamos solos, que la gracia y el amor de Dios nos acompaña. Su presencia perenne, que comparte con nosotros la buena noticia de Jesús, es más que suficiente para reconocer que nuestros propósitos o resoluciones espirituales, si están hechas con verdadera devoción y responsabilidad, encuentran eco favorable para nuestro progreso vocacional y espiritual.
“Ya se cumplió el plazo señalado, y el reino de Dios está cerca”. El tiempo (Kairós) o plazo señalado, siempre está bajo el control de Dios. Incluso si los seres humanos siempre tenemos la tentación de controlar el tiempo y conocer nuestro futuro. sólo Dios conoce y decide sobre él. Porque se cumplió el plazo señalado, las profecías y la espera han terminado; el momento es ahora. Todos los que escuchan el anuncio de Jesús están invitados a experimentar el cumplimiento de las promesas de Dios y la cercanía del Reino.
El anuncio de las buenas noticias, que hoy hace Jesús, requiere oyentes y personas que colaboren de manera activa. Es necesario aceptar la invitación. El hecho que el Reino está cerca o el plazo se ha cumplido no significa que todos participen si no están dispuestos a aceptarlo y colaborar. No es suficiente estar cerca de la mina de oro si nunca se entra o recibir un regalo si nunca se abre. Lo mismo ocurre con las buenas noticias de la salvación, la única forma de acceder a ellas es a través de la obediencia a lo que Jesús nos pide. De ahí la necesidad de convertirnos para alinear nuestros valores y obras con los del Reino de Dios.
La llamada de los pescadores para seguir a Jesús como discípulos recibe una respuesta positiva, inmediata y con compromiso. Estos pescadores dejaron todo, sus barcas, familias, profesiones, sus “Galileas” para embarcarse en una aventura diferente que transformó sus vidas. Igualmente, cada uno de nosotros, en cuanto bautizados, somos llamados a crecer en la gracia de Dios, respondiendo con obediencia a su llamada cotidiana. En reconocimiento de que “Ya se cumplió el plazo señalado, y el reino de Dios está cerca”, estamos llamados a producir obras de conversión y compromiso, sabiendo que Dios mismo vive en medio de nosotros. Amén.
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