Epifanía 2 (C) – 2010
January 18, 2010
¿Qué es lo que los latinos tiene en común con los holandeses? Es el hecho de que ambos reciben regalos dos veces en la estación de Navidad. Allá Santa Claus, que se llama san Nicolás, llega con regalos para los niños en noviembre y luego los reciben también en Navidad. Lo mismo pasa entre los latinos. Los niños reciben regalos en Navidad y en Epifanía, o día de los Reyes. Por lo menos esa ha sido la costumbre. Ahora quizás ya se esté perdiendo, aunque muchas familias latinas celebran el día de los Reyes.
La fiesta popular de los Reyes mayos tiene como trasfondo litúrgico la fiesta de la Epifanía. La palabra epifanía significa ‘manifestación’. Dios se manifestó de una forma maravillosa a unos astrólogos, llamados magos en el evangelio. Por medio de una estrella los magos averiguaron que el Mesías había nacido en Belén. Algunas tradiciones alegan que uno de los magos era negro, otro blanco y otro asiático para enfatizar que Dios es el mismo para todos y se manifiesta igualmente a todos los pueblos sin importarle el color o la nacionalidad.
Pero Dios se ha manifestado de muchas otras maneras. San Juan dice al final de su evangelio que hay también muchas otras cosas que Jesús hizo que si se escribieran una por una pienso que ni aún en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir (Jn 21:25).
En este segundo domingo de Epifanía Dios se manifiesta en la persona de Jesús en una boda que tuvo lugar en un pueblecito llamado Caná de Galilea. Fue en esa boda donde Jesús convirtió el agua en un vino delicioso. En una boda se celebra un matrimonio. La realidad del matrimonio se utiliza como una de las imágenes favoritas de las Sagradas Escrituras. Quizás la más importante para darnos a entender la unión entre Dios y su pueblo. El profeta Isaías nos dice que como un joven se desposa con una joven, así tu Creador se desposará contigo; y como el novio goza con su novia así tu Dios lo hará contigo (Is 62:5).
En el libro del Cantar de los Cantares se lee detalladamente toda una descripción muy sensual del amor entre el esposo y su esposa. La descripción es tan sugestiva que por un tiempo la Iglesia casi no permitía que ese libro se leyera en público. Sin embargo, el amor de Dios hacia su pueblo es como el de una boda. En una boda la música, la comida, el vino y la alegría son excelentes, pero el amor de Dios es mucho más maravilloso que el amor entre marido y mujer. Para experimentar ese amor de Dios tenemos que entregarnos a él como lo hace una esposa con su esposo, sin reservas, con confianza y con fidelidad. En eso el símbolo del matrimonio es tan importante porque es como un anticipo y semblanza del amor de Dios a su gente. Dios es el centro de nuestras vidas. La búsqueda del amor de Dios debe de ser lo más importante en nuestras vidas. Ni el dinero ni el placer ni siquiera otras personas pueden ocupar el lugar de Dios. Y en el momento en que ponemos otras cosas antes que Dios le estamos siendo infieles tal como lo es adulterio.
En algunas iglesias se reza por las vocaciones al diaconado, al sacerdocio y a la vida matrimonial. El matrimonio es una vocación sagrada como la es el sacerdocio. En nuestra Iglesia Episcopal algunos son llamados a las dos vocaciones, a ser pastores de una comunidad y al mismo tiempo a ser padres o madres de familia. En un sentido podemos hablar de Dios como nuestro novio y esposo y al mismo tiempo como nuestro Pastor.
En este segundo Domingo de Epifania pensemos que una de las manifestaciones más grandes del amor de Dios la podemos vivir todos los días, en comunidad con otros o en el amor matrimonial. En el matrimonio lo que pudiera ser simplemente un contrato civil entre un hombre y una mujer ha sido elevado por Dios a ser símbolo de su amor maravilloso. Y en el milagro del agua convertido en vino se anticipó la nueva alianza entre Dios y su pueblo. Por ende, lo que antes era simplemente agua, ahora convertida en vino, simboliza una bebida de vida nueva y eterna. Dios por medio de Jesucristo nos brinda de nuevo la oportunidad de comulgar con él en la celebración de la fiesta del pan y del vino: pan de vida y bebida de la copa de Salvación. ¡Celebremos la fiesta!
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