Sermones que Iluminan

Epifanía 2 (C) – 19 de enero de 2025

January 19, 2025

LCR: Isaías 62:1–5, Salmo 36:5–10, 1 Corintios 12:1–11, San Juan 2:1–11.

En el Calendario Litúrgico de la iglesia hemos concluido con algunos de los tiempos o momentos que son fundamentales para nuestra vida de fe: Adviento – Navidad – Epifanía; estos momentos pasan tan rápido que, con frecuencia, vivirlos se vuelve un reto mucho más grande que entenderlos. Por esta razón y buscando siempre hacer activa la palabra de Dios en medio de nosotros, es conveniente, en este Segundo Domingo de Epifanía, proponer cuatro palabras clave para entender, no solamente el tiempo de adviento que finalizamos con la Navidad, sino también el tiempo después de la gran Epifanía en el que nos encontramos. Estas palabras son, durante la temporada de adviento: “Promesa y Expectativa”, durante el tiempo de Navidad: “Cumplimiento”, y después de la gran Epifanía: “Manifestación”. 

Podemos decir entonces que, realizando esta jornada de fe, por medio de estos momentos clave, celebramos a un Dios que se muestra cercano al ser humano y que sale a su encuentro revelando su voluntad. Así lo hizo con Adán y Eva en el jardín del Edén, con Abraham y Sara al prometerles una gran descendencia, en el desierto con Moisés mientras lo guiaba hacia la tierra prometida, a los profetas por medio de visiones, a los sabios de oriente guiados por aquella luz radiante de la estrella que brillaba en la oscuridad, al apóstol Pablo en un destello cegador en el camino a Damasco y, finalmente, a todos nosotros, en un niño nacido en un establo, que creció hasta la edad adulta y pasó haciendo el bien y anunciando la Buena Noticia de Salvación.

Es precisamente en este tiempo después de la gran Epifanía -tiempo de la manifestación divina- cuando Dios se hace presente en medio de nosotros por medio de la persona de su único Hijo. Por ello la Sagrada Escritura cada domingo continúa mostrándonos, sobre todo el evangelio, lo que perfectamente podríamos decir se trata de otras epifanías; diferentes, variadas e insospechadas formas en las que Dios se muestra cercano al ser humano, sobre todo actuando a través de Jesús, el Mesías. El domingo pasado el evangelio nos relataba el bautismo de Jesús, que perfectamente podríamos decir se trata de otra forma de manifestación de Dios. Entre las nubes del cielo, el Padre deja oír su voz: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”.

Hoy escuchamos hablar de otra Epifanía: Dios, que se manifiesta al pueblo en medio de sus necesidades y preocupaciones por sencillas que parezcan, realiza por medio de Jesús el milagro de la transformación del agua en vino en las bodas de Caná. Y las manifestaciones continuarán, en el evangelio del próximo domingo Jesús se manifestará a los líderes del pueblo en la sinagoga de Nazaret, diciéndoles: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar la Buena Noticia a los pobres”. Y mucho más, en domingos siguientes se manifestará a todos los pobres que lo siguen y lo escuchan con el famoso sermón de la llanura.

Todas estas manifestaciones de Dios que escuchamos en la liturgia dominical son recordatorios de que éste sigue siendo el tiempo perfecto de Dios cumpliendo su promesa; Dios mostrándose, actuando, cuidando, proveyendo, sanando, liberando. Dios amorosamente presente en nuestras vidas. La invitación para cada uno de nosotros hoy es a hacer una revisión de vida del año pasado 2024 y buscar esos momentos donde Dios estuvo actuando, en los cuales nos habló de manera personal y nos mostró cuánto nos ama.

Seguramente todos hemos encontrado la presencia de Dios con nosotros en los buenos y malos momentos del año que terminó, quizá nuestra espera en Dios fue corta o tal vez fue demasiado larga, triste y dolorosa; sin embargo, siempre estuvo allí, junto a nosotros, hablándonos, consolándonos, ayudándonos en la persona de un amigo, un desconocido en el supermercado, en la persona de un maestro en la escuela, un vecino, un compañero de trabajo, etc.

En el evangelio del domingo pasado Lucas describía a las personas que escuchaban a Juan Bautista como un pueblo “en espera”, así como se encuentran en el evangelio de Juan, que escuchamos hoy; esperan lo que hará el hijo de María ante una situación que para Jesús posiblemente no es importante o significativa, pero sí para aquella pareja de recién casados y sus invitados, pues se trataba de un símbolo de escasez, un mal principio en sus vidas juntos; el vino se ha terminado y con él, la alegría, la celebración y la fiesta; el hijo de María es para ellos, sin saberlo, su única esperanza y salvación.

La presencia de Jesús en las bodas de Caná, donde se muestra solidario y actúa obrando el milagro de la transformación del agua en vino, es de esos momentos en los que vemos el rostro de Dios de una manera nueva, es la acción de Dios en nosotros cambiando definitivamente quienes somos, como vivimos y el camino que recorremos; son momentos de la vida cotidiana en los que la divinidad se revela en la humanidad y vemos la gloria de Dios cara a cara.

Preguntémonos: ¿Cómo podemos nosotros, la Iglesia episcopal, ser una Epifanía, una presencia de Dios, una Buena Noticia para los demás? Es importante que respondamos a esta pregunta porque estamos llamados a ser signos de la presencia de Dios en el mundo. Podríamos responder: “Luchando por la justicia y la solidaridad”, “Comprometiéndonos con las transformaciones sociales”, “Dando testimonio de vida cristiana”, “Viviendo como una comunidad amada”. No podemos fallar en esta misión porque en ella descansa la esperanza, la fe y la expectativa de un mundo y una sociedad mejores.

La voz del Padre que se escuchó el domingo pasado, la expectativa de lo que Jesús hará en las bodas de Caná, la atención que despierta en la sinagoga de Nazaret, las palabras de consuelo a los pobres en el sermón de la llanura son la manifestación perfecta que anuncia la complacencia que el Padre tiene en el Hijo. Él es el cumplimiento de la promesa, una promesa de vida y no de muerte.

Acerquémonos a Jesús en cada momento con esa esperanza y confiando en Él.

El Rvdo. Francisco Valle, sacerdote salvadoreño, es rector de la iglesia multicultural – Episcopal Church of Our Saviour, en Silver Spring, Maryland. Diócesis Episcopal de Washington D.C.

    ¡No olvide suscribirse al podcast Sermons That Work para escuchar este sermón y más en su aplicación de podcasting favorita! Las grabaciones se publican el jueves antes de cada fecha litúrgica.

     
     
     
     
     
     
     
     

    Contacto:
    Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

    Editor, Sermones que Iluminan

    Click here