Epifanía 1 (B) – 2012
January 09, 2012
La liturgia de este primer domingo de Epifanía, centrada en el bautismo de Jesús por Juan el Bautista, pone fin al tiempo litúrgico de la Navidad. El Bautismo de Juan tenía un valor superior a los diferente ritos de ablución y purificación que hacían los judíos, especialmente los rabinos, en el Antiguo Testamento; Juan predicaba un bautismo de conversión y purificación moral, que preparaba al bautizado para formar parte de un pueblo limpio que esperaba la llegada del Mesías y el inicio de su reinado.
El evangelista san Marcos, dice: “Toda la población de Judea acudía a Juan para que él los bautizara”, pero entre todos los que buscaban este bautismo, destaca la persona de Jesús: “En aquel tiempo vino Jesús de Nazaret a Galilea y se hizo bautizar por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua, vio el cielo abierto y al Espíritu Santo bajando sobre él como una paloma. Se oyó una voz del cielo que dijo: “Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto”. (Marcos 1: 9-11)
Este hecho, nos llana poderosamente la atención y nos sugiere algunas preguntas. ¿Por qué Jesús tiene que bautizarse, si no tenía pecados, puesto que era Dios hecho hombre? ¿No es el bautismo un signo sacramental para quitar el pecado? ¿Cuál es la enseñanza que Jesús nos ofrece al buscar y recibir el bautismo de Juan?
Con su relato evangélico, san Marcos pretende hacernos conscientes de que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios; ahí está su centro de interés. Al presentar a Jesús buscando el bautismo de Juan junto con los demás judíos, no pretende colocarlo entre los pecadores con necesidad de arrepentimiento, sino hacernos entender el mesianismo de Jesús; por eso pone en boca del Bautista las siguientes palabras: “Detrás de mi viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno de soltarle la correa de sus sandalias. Yo los bautizo con agua, pero el le bautizará con Espíritu Santo”.(Marcos 1:7-).
Cuando Jesús pidió el bautismo a Juan, este quería impedírselo, pues sabía que no lo necesitaba, ya que era el Mesías Salvador, pero Jesús, de una forma imperativa, se hizo bautizar: “Ahora haz lo que te digo pues de este modo conviene que realicemos la justicia plena”. (Mateo 3:15).
Pero, ¿de qué justicia estamos hablando? De la justicia de Dios que para salvar al esclavo ha humillado al Hijo. Y del que no tenía pecado lo hizo pecado por nosotros. Dios envió o su Hijo al mundo para cargar con nuestros pecados, por eso fue necesario su bautismo. “ Jesús se bautiza no para el perdón de sus pecados, sino par confirmar la donación de su vida, para que los pecadores alcancen el perdón y la salvación. El cielo se abre porque el pecado de Israel lo había cerrado. La venida del Espíritu Santo confirma la reapertura de la comunicación entre el cielo y la tierra, entre Dios y la humanidad” (Luís Alonso Schokel, La Biblia de Nuestro Pueblo Pág. 1905).
Veamos algunas consideraciones sobre el bautismo desde la palabra de Dios que pueden iluminar nuestra realidad de bautizados: El bautismo es una señal de perdón y purificación que implica el arrepentimiento. “Arrepiéntanse y háganse bautizar invocando el nombre de Jesucristo, para que se les perdonen los pecados” (Hechos 2:38).
Por el bautismo nos unimos a Cristo y nos hacemos nuevas criaturas: “Los que se han bautizados, consagrándose a Cristo se han revestido de Cristo, ya no se distingue entre judío y griego, hombre o mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús”. (Gálatas 3:26-27).
El bautismo nos hace morir al pecado y vivir con Cristo: “Por el bautismo fuimos sepultado con él en la muerte, para que así como Cristo resucito de la muerte por la acción gloriosa del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva” (Romanos 6:4)
El bautismo nos hace miembros de Cristo y de su Iglesia. “Todos nosotros judíos y griegos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo y hemos bebido un solo Espíritu” (1 Corintios 12:13).
La mayoría de nosotros ha sido bautizado en nombre de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo, y Espíritu Santo, de acuerdo al encargo de Jesús (Mateo 28:16-20). Todos nosotros el día de nuestro bautismo aceptamos la fe trinitaria y prometimos continuar en la enseñanza y comunión de los apóstoles, resistir al mal, proclamar con obras y palabras el evangelio de Dios, ser servir a Cristo en todas las personas, luchar por la justicia y la paz entre todos los pueblos.
Pero en realidad de verdad, ¿estamos cumpliendo con todas estas promesas? Como miembros de la comunidad de creyentes, bautizados, ¿somos nuevas criaturas, diferentes a los no creyentes?
Hoy se nos da la oportunidad de renovar nuestro bautismo. Todos hemos sido bautizados con agua, ahora dejémonos bautizar con el Espíritu Santo, para que recibamos su poder y sus dones y así podamos edificar mejor la comunidad cristiana.
¡No olvide suscribirse al podcast Sermons That Work para escuchar este sermón y más en su aplicación de podcasting favorita! Las grabaciones se publican el jueves antes de cada fecha litúrgica.