El Santo Nombre de Jesús – 1 de enero de 2023
January 01, 2023
LCR: Números 6:22–27; Salmo 8; Gálatas 4:4–7 o Filipenses 2:5–11; Lucas 2:15–21
Al abordar las vastas reflexiones bíblicas en esta temporada litúrgica tal vez lleguemos a la conclusión que nos gustaría escuchar algo nuevo y trasformador sobre las narraciones cerca del nacimiento de Jesús, especialmente cuando se trata del mismo acontecimiento año tras año. Dado que contamos con multitud de significado y una variedad de temas en los que nos podemos enfocar, sería pertinente, quizá, meditar en una frase que pueda llamarnos la atención.
Unos versículos antes del texto del evangelio de este día, el evangelio de Lucas advertía que “No había alojamiento para ellos en el mesón”. Este verso específico ha inspirado miles de sermones, liturgias y canciones navideñas, a generaciones de poetas, músicos y artistas que intentan comprender el misterio que rodea el evento navideño. En este relato de la natividad de Jesús, Lucas no nos da más detalles, excepto que no había lugar para José y María en la posada. Podemos imaginar -sólo podemos presumir de imaginar- la escena que se desarrolla alrededor de este versículo específico: José y María, cansados y agotados de viajar por los caminos polvorientos, en el calor extremo e intenso del desierto en su camino a la ciudad de David para cumplir lo que el profeta Miqueas proclamó una vez: “En cuanto a ti, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre las principales ciudades de esa tierra; porque de ti saldrá un gobernante que guiará a mi pueblo Israel”. Podemos imaginar cuán cansados estaban José y María después de caminar una distancia sustancial a pie (probablemente tenían un burro como medio de transporte, pero nunca lo sabremos). La distancia de Nazaret a Belén es cercana a 100 millas; incluso para nuestros estándares modernos, completar tal viaje a pie, no sería nada fácil y, aun así, nos tomaría varios días.
Podemos suponer que José y María llegaron a la ciudad de Belén por la noche, bajo un cielo oscuro lleno de estrellas brillantes, con perros ladrando en la distancia y el sonido de grillos a su alrededor mientras se acercaban a la posada. Lucas es muy breve al describir el nacimiento de Jesús. Sabemos que mientras José y María estaban en Belén, María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en bandas de tela y lo puso en un pesebre. No nos dice por qué no había lugar para ellos en la posada y el posadero nunca se menciona. ¿Cuál es el mensaje que Lucas está tratando de transmitir? Tal vez podría verse como una metáfora del alma humana, de cómo abrazamos a Dios dentro de nosotros mismos, de cómo ofrecemos nuestra propia hospitalidad a Dios. ¿Cuántas veces nos hemos cerrado a las posibilidades que se nos presentan para acoger y recibir a Dios encarnado? ¿Tenemos un lugar para permitir que el Dios que se reveló a sí mismo en este niño pequeño, que vino al mundo en el establo de una ciudad insignificante, quien es fuente y significado de toda vida, habite en nosotros?
La buena noticia, a pesar de nuestra incapacidad para recibir a Dios encarnado, es que él mismo viene a nuestro encuentro donde menos esperamos. Por tanto, debemos estar abiertos para notar la presencia divina de este Dios en medio de nosotros, aun cuando muchas veces las ocupaciones y distracciones de la vida que llevamos nublen nuestra visión para percatarnos.
Cuando el ángel del Señor se apareció a los pastores y les dio la buena noticia de que “un salvador, que es el Mesías, el Señor”, había nacido en la ciudad de David, los pastores fueron a buscar al niño, al Dios encarnado. Fue su propia iniciativa embarcarse en su viaje a Belén. Lo sorprendente de esto es que fueron a buscar a este Dios encarnado a pesar del temor que sintieron cuando el ángel se presentó ante ellos para darles el mensaje: “No tengan miedo, porque les traigo una buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos”. ¿Podemos tomar la misma iniciativa, abrir nuestras puertas e ir a donde Dios viene a nosotros? ¿Podemos abrir nuestras puertas y decir: “mi casa es tu casa, tengo muchas habitaciones, ven y quédate conmigo”? ¿Podemos ser verdaderamente abiertos y decir “Dios mío hay un lugar para ti, aquí, dentro de mí”?
Después de ver a Dios encarnado, los pastores regresaron alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído; fueron los primeros mensajeros de esta Buena Nueva, haciendo de alguna manera lo mismo que el ángel con ellos, siendo misioneros de esta visión divina. Las buenas nuevas de este evangelio nos invitan a hacer lo mismo: estar abiertos, reconocer al Dios encarnado entre nosotros, nuestras comunidades, familias y la gente con la que interactuamos día a día en el transporte, escuela, trabajo, supermercado, hospital y cualquier parte; ser capaces de decir sinceramente a los demás: hay lugar para todos ustedes en mi corazón porque el Dios encarnado habita entre todos nosotros.
“Dios se encarnó entre nosotros para que podamos llegar a ser como Dios”. Sí, las Escrituras nos recuerdan que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, y este tiempo de Navidad es más que propicio para recordarlo y tenerlo presente.
En este tiempo, cuando abrazamos el misterio de la encarnación, digamos al unísono: ¡Dios ven, te hemos estado esperando, eres más que bienvenido!
El Rvdo. Alfredo Feregrino, es nativo de la Ciudad de México y obtuvo su Maestría en Divinidad en la Escuela de Teología y Ministerio en Seattle University donde obtuvo también el primer Dr. Rod Romney “preaching award”. Fue desarrollador de misión en una congregación bilingüe y bicultural en Seattle/Renton Washington y ahora es Rector Asociado en All Saints Church en Pasadena California donde está al cargo del desarrollo congregacional.
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