Sermones que Iluminan

Día de Pentecostés (A) – 2023

May 28, 2023

LCR: Hechos 2:1–21; Salmo 104:25–35, 37 LOC; 1 Corintios 12:3b–13; San Juan 20:19–23

Los cristianos y cristianas celebramos en este día la fiesta de Pentecostés, en la que el Espíritu de Dios se dona a la Iglesia. Desde el domingo de resurrección comenzamos a festejar, durante cincuenta días, la presencia del Cristo vivo entre nosotros y utilizamos como inspiración en nuestras liturgias aquellos textos que nos hablan de su encuentro con sus discípulos y discípulas.

Por ello, Pentecostés no es de manera aislada la fiesta del Espíritu Santo, sino el cierre litúrgico del tiempo de resurrección, porque de la misma manera que el Espíritu de vida resucitó a Jesús de entre los muertos, ahora levanta y vivifica a la Iglesia para que ésta continúe con el ministerio de Cristo en nuestro mundo. Resurrección-Ascensión-Pentecostés forman una unidad en el misterio de nuestra redención.

La palabra griega pentecostés significa cincuenta y remite en el Primer Testamento a la Fiesta de las Cosechas o de “los primeros frutos”. Celebraba la memoria de la alianza que Dios hizo con su pueblo (cincuenta días después de la salida de Egipto) entregándoles una ley en el monte Sinaí. En esta fiesta el pueblo agradecía a Dios por su presencia y renovaba la alegría de ser convocados y consagrados por Dios para transformar el mundo. Según los profetas, en la Nueva Alianza Dios escribe su ley ya no en tablas de piedra, sino en el corazón de las personas creyentes, de modo que Dios quita el corazón de piedra y coloca en nuestro pecho uno de carne.

Esa dimensión profética es también la del Espíritu Santo presente en Pentecostés, que transforma nuestros corazones y nos hace sentirnos unidos a Dios de una manera definitiva y renovada. Según Hechos de los Apóstoles, fue en la fiesta de Pentecostés que el Espíritu Santo descendió sobre los y las discípulas de Jesús. En el Evangelio de Juan esta relación entre la resurrección de Jesús y el descenso del Espíritu es muy directa e intensa, pues el resucitado se presenta en medio de los discípulos, les dice “Paz a ustedes” y sopla sobre ellos, recibiendo así el Espíritu vivificador.

Meditemos en cuatro efectos de la fuerza transformadora del Espíritu y hagámoslo a manera de una oración de los fieles. Pidamos a Dios en este día que renueve nuestro corazón, nuestra mente, nuestros actos, familias, lugares vitales, comunidades e Iglesias, ciudad, país y mundo. Oremos todos y todas: “Ven Espíritu de Dios, transfórmanos y llénanos de tu amor”.

1. En evangelista Lucas narra en Hechos que estaban los Apóstoles reunidos en una casa: la experiencia renovadora del Espíritu ocurre en el espacio ocupado por la familia, la alegría y las dificultades del día a día, de la cotidianidad de las relaciones entre los padres, hijos, abuelos, parientes. En Cristo se hacen nuevas todas las cosas. Por eso, hay una irrupción de la trascendencia, no en el templo de Jerusalén donde se podría esperar y suponer la manifestación divina, sino en la novedad de la sencillez y sacralidad del hogar. Oremos: “¡Ven Espíritu de Dios a nuestros hogares, conságralos y llénalos de tu amor!”. (Pausa)

2. La situación en la que ocurre la llegada del Espíritu es de turbulencia y confusión, hay eventos que no se pueden humanamente explicar, como si fueran escenas apocalípticas que Lucas describe como ruido, ráfagas de viento, fuego, lenguas. El estado de ánimo de los discípulos es igualmente confuso y negativo: estaban allí con las puertas cerradas, frustrados por la muerte de Jesús y con temor hacia los judíos. La llegada del Espíritu les trajo paz, perdón y reconciliación. Nosotros también hemos vivido situaciones paralizantes de decepción y miedo ante los cambios, en las que cerramos nuestras propias puertas y ventanas, cortamos la comunicación y no queremos ver ni escuchar. Oremos: “¡Ven Espíritu de Dios, transforma con poder nuestras luchas, debilidades y miedos en alegría y victoria!”. (Pausa)

3. En Pentecostés estaban los doce Apóstoles, que eran judíos galileos y por ello celebraban la Fiesta de las Cosechas. Pero había partos, medos, elamitas, frigios, egipcios y árabes; personas de diferentes países, culturas, idiomas, cosmovisiones y credos: parecía un grupo “multiculti” moderno. Pero con la llegada del Espíritu Santo la reunión pasa de ser una fiesta de carácter etnocentrista celebrada sólo por los judíos, a ser una fiesta universal de igualdad, unidad y renovación. El Espíritu hizo que las personas se comunicaran en las más diversas lenguas, se conectaran superando las barreras culturales. Celebremos sin prejuicio y con inclusión no sólo Pentecostés, sino todas nuestras liturgias, pues allí absolutamente todos quedaron llenos del Espíritu de Dios: su venida fue un acto para toda la Iglesia, en el cual no se manifestó discriminación alguna. Oremos: “¡Ven Espíritu de Dios, danos tus dones de unidad, inclusión, entendimiento y reconciliación!”. (Pausa)

4. Un hermoso himno tradicional que lleva por título “Soplo de Dios viviente” nos recuerda en Pentecostés que el soplo del Espíritu cubría en el principio el agua, que el Ruah de Dios fecundó, renueva y consagra toda la creación. La creación es el regalo de Dios dado a los seres humanos como casa para su cuidado, pero nosotros la estamos haciendo estéril y estamos matando sus criaturas. Pentecostés en un acto de reconciliación en pro de una nueva creación, que impacta también nuestra relación con la tierra, los bosques, las aguas, las especies. Es un llamado a hablar de los temas del cuidado de nuestra casa común, a pedir ser transformados en nuestra manera de pensar y actuar ambientalmente, y de comprometernos a sostener la integridad de la creación. A ese soplo de Dios viviente le pedimos: “¡Ven Espíritu de Dios hoy a nuestras almas, infúndenos tu don del cuidado de la creación!”. (Pausa)

El Espíritu se manifestó con signos, dones y milagros de renovación en Pentecostés. Necesitamos el don de la palabra y la comunicación para desbloquear nuestras relaciones, para romper muros de incomunicación. Pensemos también en todos los dones que necesitamos como Iglesia hoy: dones de salud, liberación de opresiones, misericordia, gratuidad y solidaridad con los más vulnerables, consolación de los que sufren, proclamación y testimonio de la Palabra de Vida, del bien y la justicia, del cuidado de la creación.

Busquemos vivir esta fiesta como cumplimiento y presencia del Dios viviente en medio de su creación y de la Iglesia que se atreve a asumir el seguimiento a Jesucristo. El Espíritu nos ayuda a vivir como Cristo vivió, a tener una actitud profética y evangélica ante las dificultades del presente, a luchar por la renovación de la creación, por la reconciliación entre Dios y los seres humanos, por la unidad en la diversidad, por la paz y el derecho a la vida abundante que Jesús ofrece, porque el Espíritu renueva y vivifica.

Oremos: “Dios de toda bondad, derrama sobre nosotros en este día tu Santo Espíritu, así como lo derramaste sobre tus discípulos en el día de Pentecostés, para que nuestros corazones sean renovados con tu amor y nuestras acciones sean testigos de tu presencia entre nosotros. Amén”.

¡No olvide suscribirse al podcast Sermons That Work para escuchar este sermón y más en su aplicación de podcasting favorita! Las grabaciones se publican el jueves antes de cada fecha litúrgica.

 
 
 
 
 
 
 
 

Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

Click here