Día de Pascua (A) – 2008
March 23, 2008
¡Aleluya, Cristo ha resucitado! Esa es la expresión que brota de los labios del sacerdote cuando parte el pan. El momento culminante de la vida y doctrina cristiana se realiza en la resurrección. “Si Cristo no resucitó de entre los muertos, entonces vana es vuestra fe”, son palabras que San Pablo escribió a los de Corinto en su primera carta.
La pasión, muerte y resurrección de Jesús han de considerarse, desde el punto de vista histórico, y a la luz de las Escrituras, como trascendental. El hombre que dividió la historia, Jesús el ungido de Dios, juzgado por los judíos y la ley romana, fue condenado. Y ¿quién iba decir que este carpintero de Nazaret se convertiría en salvador del mundo?
“El primer día de la semana”, nos narra el evangelio, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Es María Magdalena la primera en recibir la noticia de la resurrección.
La resurrección del Señor nos enfrenta a dos planteamientos importantes. Primero: la resurrección de los muertos es una realidad que el Señor demuestra tanto a los saduceos de entonces como a los “saduceos” que hoy día la niegan. Segundo: es el papel que las mujeres representan en el plan salvífico de Dios. El poder tener el mismo privilegio que los hombres en ser portadoras del mensaje divino. El Evangelio de San Juan nos habla sólo de María Magdalena, pero Mateo dice que un grupo de ellas fue al sepulcro de madrugada y fueron partícipes de la noticia.
Hoy día muchos siguen pensando que las mujeres no deben optar por los mismos ministerios que los hombres dentro del seno de la Iglesia. Craso error. La valentía demostrada por las mujeres es innegable dentro del ministerio de Jesús. Recordemos que estuvieron al pie de la cruz, mientras la mayoría de los discípulos se escondieron aterrorizados. Ellas fueron las que comunicaron la noticia de la resurrección a los apóstoles. Ellas en la Iglesia primitiva abrazaron el diaconado.
La Resurrección de Jesús vino a reafirmar y fortalecer la fe de los discípulos en su maestro, comenzando por Pedro y Juan, todos los discípulos cambiaron radicalmente de actitud y dieron la vida por quien había muerto por ellos.
La resurrección de Cristo nos presenta también esa hermosa relación entre la vida y la muerte. Las personas que viven en latitudes frías, pueden describirnos mejor esta relación. Cuando comienza el otoño, las hojas de los arboles cambian de color y se caen. Los animales buscan sus cuevas. Cuando llega el invierno todo esta cubierto de hielo y nieve, las hojas desaparecen. El día se acorta y se torna gris. El frío penetra en todos los lugares y no se oye el trinar de las aves.
Cuando el invierno pasa, entra la primavera. El hielo se deshace, las plantas vuelven a tomar un color verde, las hierbas vuelven a cubrir los campos. Los animales salen de sus cuevas y se oye el trinar de las aves. Los niños salen a jugar por las praderas y sentimos que hemos pasado de la muerte a la vida.
La resurrección del Señor nos presenta esa hermosa relación. Prisioneros del pecado, nos tocaban la muerte y la separación de la presencia del Señor. Jesús, el cordero de Dios, toma nuestro lugar, las sombras de la muerte le cubren y las entrañas de la tierra le reciben, pero al tercer día las entrañas de la tierra no pueden sostener por más tiempo al Hijo de Dios y éste resucita de entre los muertos para darnos la victoria sobre la muerte. El apóstol san Pablo en la primera carta a los de Corinto nos “ahora ¿dónde está muerte tu victoria?” Pues la muerte fue absorbida por Cristo Jesús en la cruz del calvario.
¡Aleluya Cristo ha resucitado!
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