Sermones que Iluminan

Día de Navidad – 25 de diciembre de 2023

December 25, 2023

LCR: Propio I: Isaías 9:2–7 (= 9:1–6 DHH); Salmo 96; Tito 2:11–14; Lucas 2:1–14, (15–20).
Propio II: Isaías 62:6–12; Salmo 97; Tito 3:4–7; Lucas 2:(1–7), 8–20.
Propio III: Isaías 52:7–10; Salmo 98; Hebreos 1:1–4, (5–12); Juan 1:1–14.

¡Esta es la Noche Buena del año litúrgico! La noche en que celebramos la gloria del Señor, cuando derramó su gracia y favor manifestado en el nacimiento de su Hijo Jesús para la salvación de todos; inicio misterioso en el plan de Dios que culminará con “el regreso glorioso de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” al final de los tiempos, como leímos en la carta a Tito; esta noche recordamos ese inicio salvador por el cual el Hijo de Dios “se entregó a la muerte por nosotros, para rescatarnos de toda maldad y limpiarnos completamente, haciendo de nosotros el pueblo de su propiedad, empeñados en hacer el bien”.

Por ello, las palabras de Isaías, aunque históricamente se refieran a otros acontecimientos, espiritualmente adquieren pleno significado en esta noche: “nos ha nacido un niño, Dios nos ha dado un hijo, al cual se le ha concedido el poder de gobernar. Y le darán estos nombres: Admirable en sus planes, Dios invencible, Padre eterno, Príncipe de la paz”.

No deja de ser una chocante y contradictorio a todas luces que, no obstante su aparición, venida y toda su enseñanza, las batallas y guerras se hayan multiplicado por mil, y que durante más de dos mil años de historia hayan corridos ríos de sangre, muchas veces en el nombre de Jesucristo. Todo ello demuestra cuán certeras son las palabras del prólogo del evangelio de Juan: “Vino a su propio mundo, pero los suyos no lo recibieron”. ¿Qué es lo que los humanos no recibieron o no quisieron aceptar? La Palabra de Dios. En esa Palabra había vida y esa vida era luz para todos los humanos. Quienes han aceptado esa Palabra han sido capaces de ser hijos de Dios; han sido engendrados de Dios.

Pero todavía estamos a tiempo. Si aceptamos esa Palabra divina que se nos ofrece, notaremos una gran diferencia en nuestras vidas. Así lo comprendió el salmista al ofrecernos un himno de alegría y esperanza: “Canten al Señor una canción nueva; canten al Señor, habitantes de toda la tierra; canten al Señor, bendigan su nombre; anuncien día tras día su salvación”. Esta alegría debe surgir al constatar que el don divino que se nos ofrece hoy, en forma de niño indefenso, es más poderoso que todos los dioses del pasado y del presente, porque esos dioses no son nada, son figuraciones humanas que desfallecen y desaparecen con la fugacidad del ser humano.

Esta sublime realidad que nos ofrecen las Escrituras Sagradas en leguaje teológico y espiritual, San Lucas la humaniza en un cuadro histórico concreto, aunque los detalles no coincidan rigurosamente con la historia. Pero sí es cierto que nació un día hace un poco más de dos mil años, en un ambiente palestino, controlado entonces por los poderosos romanos. También es cierto que, siendo el dueño de todo el universo, no hizo alarde de todo su poderío y nació entre gente humilde, de padres humildes, y que continuó toda su vida dando ejemplo de humildad y pobreza.

¿Qué lección espiritual podemos recabar del acontecimiento que estamos celebrando? Se nos ofrece ante todo un mensaje de salvación y de futuro. El don divino que nos viene de lo alto nos ofrece el mensaje de que todo lo que nos rodea aquí en la tierra es pasajero y que un día lo hemos de abandonar aquí para irnos al lugar de donde él vino; nos ofrece el mensaje de que el verdadero don y regalo es de carácter espiritual y divino, ante el cual todos los regalos que se ofrecen e intercambian en la tierra carecen de auténtico valor.

¿Por qué entonces seguimos ciegos por las cosas terrenales cuando tenemos un tesoro celestial de valor incalculable? ¿Por qué seguimos afanándonos por complacer a los demás, a nuestros familiares y amigos, con regalitos que muchas veces no les satisfacen? Esta misma superficialidad se vuelve contra nosotros para dejarnos a todos insatisfechos. ¿Qué sucedería si, en vez de regalos humanos, ofreciéramos otros más profundos como justicia, amor, misericordia o compasión? ¿Quién no puede quedar más que satisfecho con valores de tal calibre? Y todavía mucho más quedaríamos satisfechos si nos intercambiáramos amor divino, al modo de Jesús.

Amor a todos sin excepción, pues Dios ama a todas sus criaturas y por nosotros nació en el tiempo, para darnos testimonio de su existencia y de su naturaleza; una naturaleza que es esencialmente amor.

En esta noche que recordamos un acontecimiento tan sublime, hemos de repetir una y mil veces el mensaje de los ángeles: “¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra entre los hombres que gozan de su favor!”.

El Rvdo. Isaías A. Rodríguez es sacerdote episcopal. Es español y vive en Atlanta desde 1980. Es Misionero Diocesano.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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