Sermones que Iluminan

Día de Acción de Gracias (B) – 2012

November 23, 2012


El ser humano desde que vive en la tierra ha sentido el impulso de ser agradecido. La Historia de las religiones nos muestra cómo en todas ellas se han dado cultos especiales de agradecimiento a la divinidad. Cualquier acontecimiento positivo que destacara sobre la rutina diaria podía ser motivo de una acción de gracias.

Sin embargo, lo más común en todas ellas era la acción de gracias tras la recolección de las cosechas, cuando los frutos se encontraban ya en los graneros y las esperanzas estaban colmadas. Entonces los corazones rebosaban de alegría y agradecimiento, y se festejaba a la divinidad y se festejaban unos a otros con opíparas comidas y vistosas danzas.

Así observamos que en el pueblo judío la fiesta de Pentecostés es esencialmente un día de regocijo y de acción de gracias (Éxodo 23,16; Números 28,26; Levítico 23,16ss); ese día se ofrecían las primicias de lo que había producido la tierra. En Éxodo 34,22 se pide que se celebre la fiesta de las semanas, apelación que la sitúa siete semanas después de la pascua y de la ofrenda de la primera gavilla. (Levítico 23,15).

En este sentido podemos afirmar ya que Jesús, como buen judío, celebraba un día de Acción de Gracias. Pero Jesús, sin duda alguna, daba gracias a Dios Padre con frecuencia, siempre que se retiraba a orar. Además observamos que Jesús era una persona de una educación exquisita y daba gracias y las esperaba siempre que se concediera un favor, una ayuda. El ejemplo clásico lo encontramos en el evangelio de Lucas (17,15-19) cuando, después de haber curado a diez leprosos, sólo uno, que era samaritano, regresó a dar gracias. Jesús asombrado pregunta: “¿No quedaron limpios los demás? ¿No ha habido quien vuelva para agradecérselo a Dios excepto este extranjero? Y le dijo: Levántate y vete; tu fe te ha salvado”.

Y el evangelio de hoy, de una manera muy bella, nos habla de la providencia divina. Dios provee de todo para los seres humanos. Si a veces vemos que alguien pasa hambre es debido a las injusticias humanas que multiplican los obstáculos para que haya una justa distribución de alimentos y provisiones para todo el mundo.

Pero el acto supremo de agradecimiento por parte de Jesús es su vida toda y, sobre todo, su muerte. Ofrece a Dios el sacrificio supremo de la vida, por amor a la humanidad. Y pide a los suyos que recuerden ese acto de acción de gracias: ¡Haced esto en memoria mía! Y esta es la “eucaristía” (la misa) que los cristianos celebramos: acción de gracias por antonomasia.

En Estados Unidos tenemos la fiesta de Acción de Gracias (Thanksgiving), que se originó cuando los “Peregrinos” –también conocidos como Separatistas que habían huido de Inglaterra hacia Holanda-, después de diez años de residencia en Holanda decidieron venir al nuevo mundo con intención de desembarcar en la colonia de Virginia. Sin embargo, por error de navegación, llegaron a Massachusetts en la embarcación llamada Mayflower.

Tras los sufrimientos del viaje, encontrarse de repente en un despoblado, sin recursos, sin refugios, fue el colmo de toda su desesperanza. Tuvieron que seguir viviendo en la embarcación. El primer invierno fue duro. Mucha gente murió de hambre, de frío y de enfermedades. La primavera les trajo aires de esperanza. Aparecieron tres indios: Samoset, Squanto y Massasoit ofreciendo amistad a los forasteros. Squanto, que había vivido varios años secuestrado en Inglaterra, sabía inglés y facilitó la comunicación.

Los indios ofrecieron cuanto tenían a los recién llegados, pero, sobre todo, les ofrecieron grano para sembrar. Aquel año la cosecha fue buena. Los Peregrinos, acostumbrados en Holanda a celebrar el día de Acción de Gracias, pensaron hacer lo mismo en la Nueva Tierra, e invitaron a los indios.

En octubre de 1621 se celebró el primer “Thanksgiving”. Hubo pavos, gansos, patos, ricos pescados, buen pan de maíz y frescas verduras. Y abundó la alegría. Los indios festejaron el día con danzas típicas.

La historia del día de “Thanksgiving” fue larga e irregular. Las colonias y los Estados no se ponían de acuerdo en una fecha fija para toda la nación. Finalmente, en 1864 Abraham Lincoln determinó celebrar esta fiesta el último jueves de noviembre. En l939 el presidente Franklin D. Roosevelt cambió la fecha para el tercer jueves del mismo mes. Tras dos años de desagrado y malestar se volvió a trasladar al cuarto jueves. Este día es la única fiesta religiosa celebrada en esta nación por orden de la autoridad civil.

En realidad todos los días tenemos que dar gracias por todo lo que nos viene de lo alto. Pero es bueno dedicar un día especial para refrescar nuestra frágil memoria.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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