Cuaresma 5 (C) – 6 de abril de 2025
April 06, 2025
LCR: Isaías 43:16-21; Salmo 126; Filipenses 3:4b-14; San Juan 12:1–8.

Si tuviéramos que elegir solamente dos palabras para resumir el mensaje que la Sagrada Escritura no propone para meditar en este quinto domingo de cuaresma, podríamos decir que son: Restauración y Renovación. Aunque parecen sinónimos, los procesos de restaurar y renovar producen al final resultados totalmente distintos: cuando restauramos se mantiene el aspecto original de algo, cuando renovamos se actualiza y se preparan las cosas para nuevos tiempos.
En los textos de Isaías y el salmo se nos habla precisamente de esto. Nos dice Dios a través del Profeta: “Ya no recuerdes el ayer, no pienses más en cosas del pasado. Yo voy a hacer algo nuevo”, y con el salmista hemos repetido: “Cuando el Señor cambió la suerte de Sion, éramos como los que sueñan”. ¡Señor, restaura también nuestra suerte como cambia el desierto con las lluvias!
Por otra parte, el apóstol Pablo en su carta a los filipenses, de forma muy sutil nos recuerda que no solamente las cosas materiales o circunstanciales de la vida deben restaurarse y renovarse; también nosotros tenemos que darle paso al hombre nuevo. Nos recuerda Pablo que el ser humano está llamado constantemente a la renovación y a alcanzar la estatura de Cristo y llegar a ser uno con Él por medio de su muerte y resurrección.
Pero todo este cambio, toda esta renovación de nuestro ser, es un proceso que muchas veces nos lleva la vida entera; es una renovación constante, pero es también un proceso que nos garantiza que nos mantendremos en el camino correcto. En este proceso de restauración y renovación personal necesitaremos hacer, muchas veces, un alto en el camino y evaluar; necesitaremos de críticas constructivas que nos ayuden a renovar la visión de fe. La vida comunitaria será indispensable, los valores del Reino de Dios serán más que necesarios y, con todo, también una pausa de vida, un descanso, siempre nos ayudará a clarificar a visualizar mejor el futuro.
Un maestro, bastante anciano y sabio, decía siempre a sus alumnos que cuando los eventos de la vida parecen no tener una solución y las circunstancias adversas golpean fuerte la vida, antes de tomar una decisión, antes de hacer un cambio significativo, una renovación de vida, debían ir primero a “Betania”. ¿Qué significa esto? La mayoría de los estudiosos de las Sagradas Escrituras están de acuerdo en señalar que Jesús, cuando caminaba por pueblos y aldeas anunciando el Reino de Dios, tenía la costumbre de iniciar o finalizar muchos de estos viajes en este pequeño pueblo. Lo hacía para visitar una casa en particular, la de sus grandes amigos Lázaro, Marta y María. Jesús los visitaba para descansar, comer, tomar un buen vaso de vino, tener una conversación agradable y pasar un tiempo de calidad “en familia” con ellos. Betania era para Jesús el lugar preferido de descanso, donde encontraba paz, el amor, y recuperaba fuerzas para seguir adelante con su misión.
Juan, en el evangelio de hoy, nos cuenta que Jesús los visita nuevamente, algún tiempo después de haber resucitado a su amigo Lázaro. Marta y María habían preparado una cena para Jesús, y ya escuchamos en el evangelio todo lo que allí sucedió. Una escena que describe muy bien lo que son nuestras comunidades fe. A nosotros también nos gusta comer, nos gusta reunirnos para compartir y mostramos mucha dedicación y compañerismo en estos espacios. Cada domingo, éste es un momento muy especial para nosotros, para crecer en un vínculo de unidad, para relajarnos, reír y disfrutar.
Marta se preocupa por el servicio, la comida, la atención a los invitados; que todo esté limpio y reluciente. Lázaro, que es el anfitrión, no quiere dejar solo a Jesús ni un instante, lo escucha, conversa con Él; agradecido por haberle restaurado la vida, no se le separa. María quiere hacer sentir a Jesús acogido, cómodo, cuidado, y derrama sobre los pies de Jesús un perfume muy caro, cuyo valor en ese momento equivaldría, posiblemente, al salario de un año de trabajo; María es generosa, atenta y amorosa. Y eso también es parte de nuestra identidad de cristianos, o debería serlo: congregaciones generosas, no sólo aportando con nuestra promesa, sino también siendo solidarios y serviciales, ofreciendo nuestro tiempo y dones.
El evangelio también nos dice que uno de los discípulos no estaba de acuerdo con usar ese costoso perfume en los pies de Jesús; considera que las atenciones para el Maestro son exageradas y excesivas, y que hay cosas más importantes que resolver. Estos desacuerdos también pueden ser parte de nuestra vida cristiana. Muchas veces no apoyamos un proyecto, no compartimos las mismas ideas, no estamos de acuerdo en muchas decisiones; pero, a pesar de todo, seguimos siendo una familia en la fe, una gran familia cristiana donde el amor, la generosidad, la actitud de servicio, la solidaridad, la entrega, el compañerismo, la diversidad y una variedad de dones más, son nuestra identidad especial, y solamente podemos encontrar toda esta gran riqueza en nuestra “Betania”: la Iglesia.
Nuestra “Betania” es, entonces, ese lugar donde nos congregamos cada domingo para fortalecernos y animarnos en la fe, para sentirnos amados y comprendidos, respetados y escuchados, muy a pesar de nuestras diferencias. Algunos, posiblemente, nos preocupamos por la música y los himnos; otros por la asistencia de cada domingo y la ofrenda; otros por la liturgia, tratando de no cometer errores y que todo sea perfecto; algunos, más parecidos a Lázaro, sólo quieren escuchar a Jesús y pasar más tiempo con él; otros se quejarán porque el servicio dominical ya se está haciendo muy largo y hay más cosas por hacer. Todos estamos en la misma casa de Betania, pero con una actitud distinta y prioridades diferentes. Lo importante, al final, es que todos salgamos de esta “Betania” fortalecidos para continuar con la misión.
Que el Señor nos ayude a prepararnos en el amor para vivir, junto a Jesús, los momentos de su pasión, sacrificio y muerte, y poder así llegar victoriosos a nuestra Resurrección.
El Rvdo. Francisco Valle, sacerdote salvadoreño, es rector de la iglesia multicultural- Episcopal Church of Our Saviour, en Silver Spring, Maryland. Diócesis Episcopal de Washington DC.
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