Sermones que Iluminan

Cuaresma 4 (A) – 2020

March 22, 2020


¿Qué es la luz de Cristo? ¿Cómo podemos hacer que esa luz ilumine nuestra mente y avive el corazón? Las lecturas de hoy apuntan, de alguna manera, a responder estas preguntas.

El evangelio de Juan relata la manera milagrosa en que Jesús sana a un hombre ciego. Pero el relato pronto pasa a describir el revuelo que ese milagro produjo entre el pueblo y, especialmente, entre los fariseos. Como para ellos Jesús no era el Mesías, les era esencial afirmar que no tenía ningún poder y que el milagro de sanar a un ciego nunca había ocurrido. No había duda: ¡El poder de Jesucristo era real, no era un poder imaginado! Sin embargo, los fariseos, indignados, cuestionaron al hombre que había recuperado la vista: «Nosotros somos discípulos de Moisés», dicen, «pero de [Jesús] no sabemos ni siquiera de dónde ha salido». El hombre sanado les responde, tan vez con tono sincero o burlón: «¡Qué cosa tan rara! Ustedes no saben de dónde ha salido, y en cambio a mí me ha dado la vista».

Jesús viene al mundo para librarnos de la ceguera espiritual. Los fariseos tenían ojos saludables, podían ver la luz y apreciar los colores, sin embargo, estaban cegados espiritualmente por su terquedad e incredulidad que les impedían ver el poder de Jesucristo. Pero, también nos pasa hoy día; muchas veces nuestros ojos se dejan llevar por las apariencias, como por la belleza física de un actor de cine o la majestuosidad de una catedral; por ello la Biblia nos enseña a desconfiar de las apariencias y del esplendor material: ¡No todo lo que reluce es oro! La visión espiritual, la visión que nos da Cristo, es diferente a la visión que nos dan los ojos. Muchas veces las cosas que tienen una apariencia casi insignificante son las que Dios elije para llevar a cabo grandes obras: el ejemplo de la viuda pobre con su ofrenda, una frase llena de sabiduría venida de una persona de humilde condición, un templo pequeñito construido con sacrificio.

Algo similar sucedió en la historia narrada en el libro del profeta Samuel. Dios le ordena que vaya al pueblo de Belén para ungir al nuevo rey de Israel. Samuel sabe que será uno de los hijos de Jesé, pero no sabe cuál. Cuando Samuel lo ve Eliab, el hijo mayor, alto y muy atractivo, de inmediato pensó que el Señor lo había elegio, pero Dios le dice al profeta: «No te fijes en su apariencia ni en su elevada estatura, porque yo lo he rechazado. No se trata de lo que el hombre ve; pues el hombre se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón». Así pasaron delante de Samuel los siete hijos de Jesé y Dios los rechazó a todos. Sin embargo, aún faltaba el más pequeño, al que ya habían descartado; lo habían dejado en el campo, cuidando las ovejas. La sorpresa debió ser grande cuando Samuel mandó llamar a David y lo ungió como rey de Israel. ¿Cómo puede ser que Dios hubiese elegido a ese muchachito para ser rey? La respuesta es sencilla: «El hombre se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón».

El apóstol Pablo vivió una experiencia muy singular con la luz de Cristo. Cuando iba de camino a Damasco, persiguiendo a los cristianos para encarcelarlos, vio una luz muy brillante que venía del cielo y escuchó a Jesús decirle: «¿Por qué me persigues?». Pablo pasó de la oscuridad a la luz, se convirtió al movimiento que hasta entonces estaba persiguiendo y se hizo un misionero incansable. En la carta a los Efesios, Pablo nos invita a que nos portemos como quienes viven en la luz y nos recuerda que «la luz produce una cosecha de bondad, rectitud y verdad». Si hay bondad, rectitud y verdad en nuestras vidas, entonces estamos reflejando la luz de Cristo.

La luz de Cristo puede expresarse de maneras impactantes, como en el caso del ciego que recobró la vista y el de Pablo camino a Damasco. Pero tal vez en la mayoría de los casos, la luz de Cristo se manifiesta de maneras más tenues e indirectas. Muchos cristianos nos sentimos como los Reyes Magos, que para llegar a Jesús tuvieron que guiarse por una estrella, ¡una sola estrella de las muchas que había en el cielo nocturno!

El tiempo de Cuaresma, que estamos viviendo, es una época especial para reflexionar sobre la manera como la luz de Cristo puede iluminar nuestras vidas. Durante la Semana Santa muchas iglesias celebran la pasión y muerte de Jesús cerrando cortinas, apagando luces y a veces hasta cubriendo la cruz con un lienzo; con este signo de oscuridad muchos recordamos, no solo el sufrimiento de nuestro Señor, sino también las injusticias del mundo y nuestros propios pecados y quebrantos; extrañamos la luz. Pero, ni siquiera en esos momentos, debemos angustiarnos, porque como dice el Salmo 23, aunque pasemos por el más oscuro de los valles, o el valle de sombra de muerte, el Señor está con nosotros, siendo luz, guiándonos como un buen pastor.

Ahora que nos acercamos un poco más a la gran fiesta de la Pascua, vale la pena, a propósito de la luz, recordar una de las ceremonias más cargadas de simbolismo y expresividad en muchas iglesias: la Vigilia Pascual, entre la noche del sábado santo y la madrugada del Domingo de Pascua, el momento en que Jesús pasa de la muerte a la vida. Se suele empezar con el templo a oscuras. Primero, se enciende una pequeña fogata; luego, una vela grande llamada «cirio pascual», que representa la luz de Cristo. Ésa es la luz que Mateo comparó con una lámpara que «se pone en lo alto para que alumbre a todos los que están en la casa»; es también la luz que, según Juan, «brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla». Y cuando amanece, se acaba la noche oscura del alma: es el día de Pascua. Cristo se levanta de la tumba y, junto a él, nosotros también recibimos vida nueva. Es la gloriosa mañana de la resurrección.

Jesús es la luz del mundo. Él es la estrella que guio a los Reyes Magos. Él es la luz que nos inspira a venir a la iglesia. Él es el fulgor que nos anima a ser humildes, a amar al prójimo y a servir al necesitado. De la misma manera que la luz nos permite percibir el mundo que nos rodea, Jesucristo puede iluminar el alma y ayudarnos a entender realidades espirituales: quiénes somos, cuál es el camino para seguir, qué cosas nos van a traer gozo verdadero.

¡Caminemos juntos en la luz de Cristo!

Hugo Olaiz es editor asociado de recursos latinos/hispanos para Forward Movement, una agencia de la Iglesia Episcopal.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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