Cuaresma 1 (A) – 2023
February 26, 2023
LCR: Genesis 2:15-17; 3:1-7; Salmo 32; Romanos 5:12-19; Mateo 4:1-11
En la vida de Jesús, como en la vida de cualquiera de nosotros y nosotras, se dan momentos gozosos y felices, pero también momentos angustiantes, difíciles de afrontar. La liturgia de hoy nos comparte una de esas situaciones desafiantes: en medio de un ayuno que le preparaba para iniciar su predicación, justamente después de su bautismo, Jesús sufre las tentaciones del maligno. Y es que el evangelista Mateo no narra la vida y circunstancias de Jesús en abstracto, ni describe un ministerio profético sin tropiezos. Nos habla del hombre “Jesús, llamado el Mesías”, en el que confluyen tanto las esperanzas y promesas de salvación de Dios, como la humanidad frágil y vulnerable de aquel que es tentado.
Los creyentes episcopales no utilizamos mucho la palabra “tentación” en su sentido teológico. Incluso las Escrituras, en los subtítulos incluidos en las diferentes versiones del texto, utilizan el término moderno “poner a prueba”. Pero sí utilizamos el término “tentación” en nuestra vida cotidiana. La tentación aparece como ese deseo, provocación, incitación o impulso que padecemos, que sabemos nos hace daño o hace daño a otros, y que nos cuesta rechazar o repeler. Frente a las tentaciones, que se presentan con diferentes rostros seductores y en diferentes circunstancias, sólo podemos resistir y salir airosos, o claudicar y caer en ellas. ¿Cuáles son las circunstancias o contextos en que se presentan las tentaciones en el Evangelio?
Desiertos, soledades, hambre. Nos dice el texto que Jesús es llevado por el Espíritu al desierto como parte de su preparación. Éste es un lugar ambiguo y de doble significado, solitario y alucinante, a la vez que es espacio sagrado de encuentro con Dios. Se extiende entre Jerusalén y el Mar Muerto, y en el Primer Testamento se le llama yesimón, que significa “devastación”. Quienes lo han recorrido lo describen como una extensión de 50 kilómetros de piedra caliza erosionada, hirviente bajo el calor del sol, pero helada en las noches. Jesús estaba allí realmente solo, más que en ningún otro lugar. En esa soledad llevaba ya cuarenta días de ayuno; un número cargado de simbolismo, que nos recuerda la duración del diluvio, la permanencia de Moisés en el Sinaí, la peregrinación de Israel en el desierto y nuestra preparación actual para la Pascua durante la Cuaresma, que abarca cuarenta días.
Falsación de la Palabra de vida. Las tentaciones que Satán va poniendo a Jesús se presentan como una conversación sobre diferentes textos bíblicos. El maligno es astuto: no propone una infracción directa a la Palabra de Dios, un rechazo a su voluntad o una evidente carencia de religiosidad. Al contrario, se muestra como un teólogo erudito que conoce las Escrituras y las usa a su favor para hacer caer al Hijo de Dios. Utilizando la frase retórica “la Escritura dice”, Satán ofrece a Jesús tres dimensiones del poder: el poder económico o de los bienes materiales, aprovechando el hambre producida por el largo ayuno; el poder religioso en el Templo; y finalmente, el poder político al tener a la vista, simbólicamente, la grandeza de los países del mundo a dominar.
Reflexionemos brevemente sobre el significado de estas tentaciones y pidamos a Dios nos ilumine en nuestra situación actual.
Desde la primera tentación Satanás reconoce en Jesús al Hijo de Dios, aun cuando en su afirmación lo pone en duda al afirmar: “si de veras eres Hijo de Dios”. Pero su comprensión de lo que significa el mesianismo difiere de la de Jesús. Para el Diablo, ser Hijo y ungido de Dios significa tener gloria y poder; para Jesús, contrariamente, ser Hijo de Dios es ser capaz de cumplir la voluntad del Padre. Mas adelante en su ministerio, también el pueblo y los propios discípulos le animaban a cumplir con esas expectativas de poderío e influencias a fin de convertirse en un Mesías político. Jesús rechaza tajantemente utilizar el poder del Espíritu para sus propios fines o para ejercer algún tipo de dominio religioso y/o político sobre el pueblo. La respuesta de Jesus es contundente: “No sólo de pan vive el ser humano, sino también de toda palabra que sale de los labios de Dios”. La centralidad en el Reino está puesta en primer lugar en el ser, en la dignificación y humanización de la vida, por encima del tener y de la posesión material.
La segunda tentación tiene que ver con manipular la religión para ponerla al servicio de nuestros intereses. Verdaderamente creemos y confiamos que los ángeles del Señor acampan a nuestro alrededor y nos protegen; y que Dios en su misericordia obra milagros en nuestras vidas por el poder de su Santo Espíritu. Pero ello no nos puede llevar a prácticas de una religiosidad superficial y sensacionalista, de manifestaciones exteriores y espectaculares del poder religioso y simbólico. También los discípulos buscaron señales de este poderío, a lo que Jesús se negó; hoy el pueblo de Dios y sus liderazgos eclesiales ceden a la tentación de mostrar un dios milagrero, ostentoso y sensacionalista, que promete la prosperidad en la sociedad consumista.
Por último, Jesus es tentado con el poder político si accede a idolatrar, postrarse y adorar al maligno. Se trata de la tentación a sacrificar los valores evangélicos, nuestra conciencia de justicia, incluso nuestra integridad; de poner a un lado nuestros proyectos de vida orientados por el amor, la verdad, la paz y el bien, cuando nos ofrecen vías fáciles y rápidas de lograr nuestras metas y deseos mundanos. De la misma manera sucede en nuestras sociedades cuando se busca tener éxito y triunfar a toda costa y a corto plazo.
En este tiempo litúrgico de Cuaresma, en el que nos preparamos para contemplar el sufrimiento de Cristo y acercarnos más a Dios, pidamos perdón por las veces que hemos sucumbido a las tentaciones de este mundo; busquemos la fuerza del Espíritu para atravesar nuestros desiertos y soledades, nuestras hambres espirituales y materiales, y para vivir la Palabra en su sentido evangélico, sin manipularla. Pidamos a Dios que nos socorra cuando nos exponemos a múltiples tentaciones; que nos ayude a confiar y refugiarnos cada día en Él en medio de nuestras flaquezas y debilidades. Que así sea.
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