Cristo Rey (B) – 2018
November 26, 2018
Hay un cuento infantil sobre un rey que se molestaba mucho con los pájaros que ensuciaban los muros de su castillo. Un día mandó a los hombres que le servían a cortar las alas de todos los pájaros del bosque para que no pudieran volar y seguir ensuciando los muros. Uno de los pájaros se le acercó al rey y le dijo: “Tú no eres como nuestro otro rey – él nos quiere y nos cuida y nunca nos hace daño”. El rey se asombró al escuchar al pájaro hablar de otro rey, ya que él estaba seguro de que, en su reino, él era el único rey.
Entonces, una tarde se vistió como un obrero y salió solo al bosque sin decirle nada a sus jefes de seguridad y fue en busca del otro castillo. Su deseo era conocer al otro rey del cual el pájaro le hablaba con tanta admiración y respeto. En una vuelta del camino, el rey se encontró con un albañil que le ofreció un vaso de agua y un lugar para descansar. Los dos empezaron a conversar y se hicieron amigos. En ningún momento el rey le reveló quién era él. El albañil lo llevó a ver los animales en la parte de atrás de su pequeña cabaña de madera. Allí le mostró todas las atenciones que él le ofrecía a sus animales. Le compartió cómo los cuidaba, y en especial, cómo trataba a los pájaros.
Uno de los pájaros se dirigió al albañil diciéndole “Gracias Majestad”. En ese momento el rey conoció al rey del bosque. Un rey que reinaba sin castillo, sin corona y sin ejército. Reinaba en el bosque por su amabilidad y su cariño hacia todas las criaturas. Él era un rey diferente.
En el pasaje del Evangelio de hoy, Jesús dijo, “Mi reino no es de este mundo”. Es claro que Pilato no entendía del todo la acusación de los judíos y que tampoco encontraba crimen alguno por el cual condenar a Jesús. Pero al admitir Jesús que Él era realmente rey, y, además, que su reino no era de este mundo, las cosas se complicaron. La verdad es que sí, Jesús es un rey. Y también es verdad que su reino no es de este mundo. Para entender el reino de los cielos – el reino que describe Jesús tantas veces en el Evangelio, lo primero que necesitamos, es tener fe.
Humanamente hablando, el reino de Jesús tiene muy poco sentido para quienes piensan en un rey sentado sobre un trono, que vive en un castillo y con mucha autoridad y poder. El reino de Jesús es un reino de servicio, humildad, entrega y sacrificio. Su trono fue la cruz y su corona fue adornada; pero con espinas. El primero en su reino es aquella persona capaz de lavarles los pies a los demás y de las personas que se inclinan a recibir a un niño o a una niña en sus brazos, sabiendo que de ellos es el reino de los cielos. Todo lo que dice Jesús de su reino y de su reinado es lo opuesto a lo que popularmente pensamos de los reyes y de sus reinos.
Además, para quienes queremos ser constructores y partícipes del reino de Jesús en nuestros tiempos, hemos de escuchar sus palabras y su verdad. Jesús dice, “Los que pertenecen a la verdad, escuchan mi voz”. Esto quiere decir, que para ser discípulos debemos poder escuchar al maestro. Escuchar su voz y su verdad es parte esencial de nuestro desarrollo y crecimiento espiritual tanto como individuos y como comunidad de fe.
Lo cierto es que vivimos en un mundo en el cual todos queremos ser escuchados y escuchadas. Lo vemos cada día con el incremento de videos en YouTube, las múltiples plataformas en las redes sociales como Facebook, Instagram, Twitter, textos, correos electrónicos y el ciclo de noticias las veinticuatro horas al día y siete días a la semana. Con frecuencia enviamos mensajes a nuestros conocidos y muchos responden, y no sabemos cuántos realmente prestan atención a lo que se comunica. Con tanto ruido y tanta interacción, muy a menudo, la pregunta es: ¿Qué aspecto de la comunicación será más importante – el hablar o el escuchar? Hoy Jesús contesta esta pregunta para quienes deseamos ser realmente sus discípulos y discípulas. No podemos realmente construir el reino – y aspirar a ser discípulos de Cristo Rey – si realmente no hemos escuchado su mensaje, y escucharlo de verdad.
Hermanos y hermanas hagamos que el mensaje del amor a Dios y al prójimo sea parte de nuestro ser. Escuchemos el mensaje del reino con nuestros corazones.
El saber escuchar es parte esencial de la misión de la iglesia en nuestros tiempos. Es importante que los líderes escuchen a sus congregaciones y que sepamos integrar la práctica regular y necesaria de escucharnos los unos a los otros. El diálogo abierto y las oportunidades para dialogar sobre nuestras distintas perspectivas nos hace personas más abiertas a lo que el Espíritu Santo nos dice a través de nuestras hermanas y de nuestros hermanos en la comunidad de fe. Además, esta práctica de escuchar “intencionalmente” permite que existan relaciones más sanas y mayor comprensión entre todos. Si no escuchamos la voz de Dios y la voz de la comunidad de fe corremos el riesgo de caer en el individualismo y nos aislamos de los demás.
Nosotros hemos sido llamados y llamadas a ser miembros del Reino de Dios. En nuestro bautismo nos incorporamos para siempre en el Cuerpo de Cristo como hijos e hijas de Dios y herederos de ese reino. Hacemos presente el reino de Jesús cuando vivimos con sus actitudes, imitamos su bondad, y expresamos el amor de Dios hacia todos y todas con nuestro servicio y nuestra disponibilidad.
Salgamos al mundo en este día convencidos y convencidas de la grandeza de nuestra misión: la misión de hacer que el Reino de Dios se haga una realidad entre nosotros y nosotras, especialmente ante quienes sufren la injusticia, la opresión, los hambrientos, los inmigrantes, y los que sufren cualquier necesidad y se sienten que no tienen voz. ¡Que encontremos a alguien que nos escuche, nos abra los brazos y nos invite a tomar un lugar en el reino de Cristo, nuestro Rey!
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