Adviento 4 (C) – 2012
December 23, 2012
El tiempo de navidad es un tiempo en el cual hacemos o recibimos visitas. Es muy típico en nuestras culturas viajar a nuestros países o lugares de origen a visitar a nuestros familiares y amigos, o que ellos viajen para reunirse con nosotros en este tiempo navideño. Este tiempo nos da la oportunidad de rencontrarnos con los nuestros, cenar, contarnos historias, compartir regalos y celebrar juntos el nacimiento de Jesús.
Lo que hoy nos entrega el evangelio de san Lucas, a dos días de celebrar la navidad, también es la historia de una visita, la que hizo María a su prima Isabel. Imaginémonos la historia tan especial de este pasaje bíblico: ambas mujeres están embarazadas, María, joven, acaba de recibir el anuncio de que espera un hijo, Jesús; Isabel, anciana, está en el sexto mes de embarazo de su hijo Juan, el bautista. Ambas, sorprendidas por la acción de Dios en sus vidas, esperan la realización de la promesa; una es escogida al comienzo de su juventud para aceptar el gran regalo de la maternidad de Jesús, nuestro Salvador; la otra, llamada al final de la etapa de su vida para ser madre del profeta Juan que tendría la misión de anunciar al mundo la llegada de Jesús. Como nos lo presenta el evangelista, Dios interviene en la historia de estas dos mujeres, sencillas, pertenecientes al pueblo elegido para iniciar a través de ellas un nuevo comienzo en nuestra historia de salvación.
En esta antesala al nacimiento de Jesús, nos dice la Palabra, que María guidada por el Espíritu Santo, va “presurosa” a las montañas de Judá, a ver a su prima Isabel y a su esposo Zacarías. María obedeciendo a la voz del Espíritu, emprende un viaje, un tanto difícil y poco típico para una mujer en gestación, pero necesario para el proyecto de Dios. Pero María lo hace con una finalidad humana y teológica. Humana en cuanto ella va a servir a su prima en su parto. Teológica, puesto que María va a confirmar la promesa de Dios y al mismo tiempo a iniciar la nueva etapa del pueblo de Israel.
Confirmar, en cuanto las palabras del saludo de María, tan pronto llegan al oído de Isabel, afirman que en su vientre ya existe la presencia de una nueva vida, la vida de su hijo Juan, el Bautista. El saludo de María hace presente, actualiza, la promesa de Dios a esta mujer estéril. Recordemos que en unos versículos anteriores Dios había prometido a Zacarías, cuando estaba en el templo, que tendría un hijo, que se llamaría Juan. Ahora María, como mensajera y “servidora del Señor” reafirma a esta pareja perpleja ante el anuncio de Dios, que su promesa se está cumpliendo, y que ellos a pesar de su ancianidad son fecundos; que sus vidas no están marcando un final, sino señalando un nuevo comienzo lleno de gozo y esperanza no solo para ellos, sino para todo su pueblo.
El viaje de María también tiene como finalidad el iniciar una nueva era en el proceso de salvación. María, figura que representa la nueva era, se dirige “presurosa” hacia la antigua era, representada en Isabel, para renovarla y darle un nuevo significado a su vida. Es así que María transmite a Isabel la presencia del Espíritu Santo, pues Él es el que renueva y da vida. María llega a la casa de su prima y le comunica el poder del Espíritu, que no calla y silencia sino que hace hablar y proclamar la grandeza del Señor. Isabel, que por su esterilidad y edad estaba reducida al silencio, simboliza al pueblo envejecido y sin esperanza, que solo tiene como opción esperar la intervención divina. Ella iluminada por la presencia de esta visita salvífica exclama: “Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre…” “…de dónde aquí que la Madre de mi Señor venga a visitarme…” (Lucas 1:42.43).
El evangelio de Lucas, caracterizado por darle una gran importancia a la mujer como partícipe y colaboradora en el plan de salvación, nos presenta a María, como la mujer del anuncio profético, la nueva mujer de la nueva Iglesia, quien a pesar de su estado de gestación, de su incomodidad y necesidad es activa en el servicio y protagonista de la nueva historia de salvación. Ella se constituye en la nueva mujer, o nueva Eva, que a contraposición de la antigua, acepta la propuesta divina y luego va a compartir la nueva y gran noticia a un pueblo necesitado de renovación y cambio. La visita de María es una invitación profunda a salir, a abandonar toda situación de lamentos y amarguras, esclavitud y aridez, para ir en búsqueda de una nueva vida llena de libertad, fertilidad, frutos, servicio y presencia de Dios.
Nuestras visitas navideñas van acompañadas de fiesta y alegría. Una alegría que hoy encontramos en el evangelio de este domingo. María saluda y es recibida con gozo. De algún modo esta lección de Lucas nos da el tono festivo de la navidad. En nuestra tradición la navidad es un tiempo de mucha alegría en donde se cantan los villancicos navideños, se canta al Jesús de la infancia, al Jesús niño, que entra a nuestro corazón y con la sonrisa tierna de un niño nos comienza el coqueteo de la vida cristiana, para iniciar también en nosotros un nuevo camino, un nuevo éxodo que nos dará plenitud y sentido.
Así que hoy en preparación espiritual a esta navidad, estamos invitados por María a comenzar un camino nuevo, a salir de nuestra situación y asumiendo riesgos e incomodidades atrevernos a compartir la buena noticia, anunciando, sirviendo y proclamando que en Cristo hay salvación y que en Él la vida se llena de esperanza. O por Isabel, estamos invitados a dar la bienvenida al que llega a nosotros para anunciar, para afirmarnos en nuestra fe y motivarnos a que guiados por el Espíritu podamos alabar el nombre del Señor e iniciar una vida llena de fruto y bendición.
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