Adviento 2 (B) – 2011
December 05, 2011
En este segundo domingo de Adviento nos encontramos con una invitación que debe de escucharse dentro de nuestro propio corazón y enmarcarse en la realidad que vivimos. Marcos en su Evangelio, la presenta de esta manera: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos” (Marcos 1:2) y este grito hace eco a la invitación hecha por el profeta Isaías: “Abran el camino a Yavéh en el desierto; en la estepa tracen una senda para Dios; todas las quebradas serán rellenadas y todos los cerros y lomas rebajados… porque aparecerá la Gloria de Yavéh” (Isaías 40:3).
La preparación a la que se nos invita es motivada por algo que todos esperamos y esto es la visita de Dios en nuestro interior. Adviento es el tiempo en que nos preparamos a esta venida de Dios de una manera nueva en nuestro corazón. El motivo de nuestra esperanza es que Dios nos sigue visitando en nuestra realidad diaria y esta visita es la que nos fortalece y cambia toda nuestra perspectiva en la vida diaria.
Pero seamos realistas, solo vamos a prepararnos adecuadamente si la visita que vamos a recibir es de alguien a quien nosotros valoramos profundamente. Pongamos atención a este ejemplo:
Pedro y su esposa son gente muy amable y comprometida y muy seguido reciben gente en su casa y hacen fiesta de cualquier cosa. Y aunque tienen la costumbre de recibir gente, y hacer los preparativos para esto, un buen día fueron sorprendidos. Recibieron un mensaje de que la persona que había sido el mejor amigo de Pedro en los años de universidad vendría a visitarlos. La esposa de Pedro le dijo: “No te preocupes prepararemos todo para que tu amigo pase unos días muy buenos aquí con nosotros”, pero ella se dio cuenta que Pedro se puso muy reflexivo primero y después empezó a realizar cambios en la casa. Movió los muebles de un lugar a otro, reacomodó las cosas de una manera más estética. Y se acercaba a su esposa y le preguntaba “¿Crees que así se ve mejor?” Ella estaba sorprendida de todos los cambios que Pedro estaba haciendo en la casa y pensaba que en verdad Pedro estaba alegre por la visita de su amigo que estaba por llegar. Un día ella encontró a Pedro con la escalera puesta removiendo todas las telarañas de esos lugares difíciles de alcanzar y dejando todo limpio, y Pedro solo decía, “mi amigo viene y es preciso que encuentre todo lo más limpio posible y en su lugar adecuado”.
Así como en este ejemplo, la noticia que recibe Pedro de la visita de su gran amigo se convirtió en una motivación tan ponderosa que le hizo cambiar todo en su casa y hasta llegar esos lugares tan difíciles de alcanzar y que acumulan tanta telaraña. Esto solo lo hacemos cuando valoramos sobremanera a la persona que nos viene a visitar.
Para nosotros, en nuestra espiritualidad cristiana escuchar la noticia de que es nuestro Dios quien viene a visitarnos es algo que tenemos que considerar. En el tiempo de Adviento recordamos que Dios es el eterno visitante que no nos deja y que tiene una decisión clara de venir a nuestro encuentro. ¿Escuchaste? Dios viene a tu encuentro, viene a visitarte en tu propia realidad. Su visita es la forma de decirte que es el Padre amoroso que te visita sin condiciones para recordarte que su relación contigo es una relación de amor. No importa la dirección en tu vida por la que te has ido, si ésta ha sido la mejor, o ha sido la dirección equivocada, eso no frena a nuestro Dios de venir a tu encuentro. Dios vuelve a decirte que está para ti y que su presencia trae toda la capacidad de cambiar tu realidad.
En la historia que les platiqué, Pedro hizo cosas que normalmente no hacía. Ahora, porque el que venía de visita era su gran amigo le obligó a presentar la realidad de su casa de la mejor manera posible. Hizo cosas que normalmente no hacia… esto demuestra la importancia del visitante. Sacó la escalera y limpió las telarañas de esos lugares difíciles de alcanzar.
Si reconocemos la dignidad y el amor de nuestro visitante que es el mismo Dios entonces sabemos que hay mucho que limpiar dentro de nosotros. En el Evangelio de Marcos, preparar el camino del Señor, significa enderezar lo que esta chueco. Y Juan entonces bautiza a los que se arrepienten de sus pecados. La mejor preparación de esta venida del Señor es el arrepentimiento de aquello que se ha hecho chueco y que ahora necesita enderezarse. Preparar el camino del Señor significa limpiar nuestra casa interna y quitar esas telarañas internas que nos hacen tanto daño.
Pon atención a tu propia persona, sabemos que en nuestra propia historia se nos han acumulado comportamientos que nos han torcido y nuestro sendero se ha desviado. Ninguno de nosotros es perfecto y cuanto más viejos nos hacemos sabemos que tenemos mucho que cambiar. En el proceso de nuestra vida de fe nos hemos dado cuenta que una auténtica conversión es la que sucede constantemente. Siempre tenemos algo que es preciso seguir cambiando y la actitud de arrepentimiento es de personas valientes que quieren seguir enderezando el sendero. Por eso, al escuchar la invitación en este domingo de Adviento es volver a encontrarnos con ese eterno visitante que nos perdona y nos restaura; de nuestra parte implica el arrepentirnos y ser capaces de enderezar el camino.
Pero las palabras de Isaías: “Todas las quebradas serán rellenadas y todos los cerros y lomas rebajados” (Isaías 40:4) hablan de ese tremendo esfuerzo que implica el cambiar, el enderezar. Esto es de personas valientes que se animan a ver la realidad con nuevos ojos. Nosotros nunca podremos enderezar algo si no nos arriesgamos a ver una nueva opción, es como ver con otros ojos y es creer en una nueva realidad. Esta es la nueva realidad que nos trae nuestro eterno visitante, Dios que sigue buscándonos y manifestándose en nuestras vidas. Para un herrero el enderezar significa poner el hierro al fuego vivo y tener listo el martillo para acomodar los golpes que enderecen el hierro. En nuestra vida tenemos que aprender de los mismos golpes que nos da la vida y aprender que en el fuego del amor podemos ser enderezados. Es de personas valientes el querer enderezar el camino y así prepararnos a la venida del Señor
Así como en el ejemplo, Pedro quiso recibir a su amigo presentando una casa limpia y digna, así en cada uno de nosotros prepararnos a que nuestro Dios venga a nuestro interior es estar listos con una vida digna, un corazón arrepentido y dejando que la dignidad de nuestro visitante nos haga personas nuevas al presentarnos de una manera nueva y digna. El efecto de esto es una realidad de alegría pues al renovarnos y enderezar lo que se había torcido es el empezar a caminar por el sendero del Señor. El eco de las palabras de Isaías resonará en nuestro interior: “Aparecerá la Gloria de Yahvéh… sube a un alto cerro tú que llevas a Sión una Buena nueva… diles a las ciudades de Judá: aquí esta tu Dios que como pastor lleva a pastar a su rebaño” (Isaías 40:5 y 9). Prepararnos a la venida del Señor es tomar la decisión de cambiar y dejar que nuestro Dios viva y sea quien nos lleve a ese lugar de paz, de alegría y de bondad que nos haga personas nuevas.
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