Sermones que Iluminan

Adviento 1 (C) – 2012

December 02, 2012


Hoy comenzamos un nuevo año litúrgico.  En los primeros días del año cronológico o secular es típico hacer las famosas resoluciones o propuestas personales para cumplir durante el resto del nuevo año. Algunos, por ejemplo, se proponen bajar de peso, iniciar una nueva carrera, cambiar de trabajo, adquirir una casa o carro, viajar, cambiar de país, y en fin, una gran cantidad de deseos y aspiraciones, algunas realizables, otras que solo se quedan en buenos deseos.

En ese nuevo año eclesial que iniciamos, y en preparación para la navidad, nosotros deberíamos hacer también nuestras resoluciones o proyectos espirituales. Pensemos en algunas de ellas, como por ejemplo,  algunos podríamos ser más constantes en nuestra participación en la Eucaristía dominical, otros vincularnos a algún ministerio de la iglesia o iniciar un proyecto en favor de los más necesitados, ser evangelizadores, proclamadores de la palabra, animadores de la liturgia a través del canto, o comenzar a ofrecer jugos y café al final de nuestra celebración del fin de semana, como signo de hospitalidad que caracteriza la vida cristiana. Las resoluciones nos ayudan a crecer en nuestra fe, nos traen alegría y nos permiten favorecer un mejor ambiente de acogida y amor en nuestras comunidades eclesiales.  Este año propongámonos algo nuevo o lo que estemos haciendo hacerlo de una nueva manera, tal vez con mayor atención, con más amabilidad brindando una sonrisa, con cariño, más llenos de fe, sabiendo que cuando servimos a otros es a Cristo mismo a quien servimos.

El año litúrgico es un tiempo cíclico progresivo que nos va acercando poco a poco al reino de Dios; nos va revelando, paso a paso, el misterio del amor de Dios. Este tiempo no es cronológico-lineal, sino que en forma de espiral dinámicamente nos va presentando cada tres años las mismas lecturas para que volviendo sobre ellas de una manera nueva y más profunda vayamos entrando año tras año en el misterio de Dios; es un entrar, a través del medio litúrgico, al tiempo de Dios que es eternidad, y así ir, en cada paso que demos, abriendo nuestro corazón para aceptar su propuesta de salvación, su Buena Nueva para todos nosotros.

En este año, que comenzamos hoy y que irá hasta el final de noviembre del próximo año, tomaremos como evangelio principal para los domingos el evangelio de Lucas. Este evangelio está dirigido primeramente a los cristianos que no tenían procedencia en el judaísmo, comúnmente llamados los cristianos de origen pagano, y junto con ellos los marginados, los pobres, los sencillos, las mujeres, los inmigrantes.  Lucas, presenta a Jesús no tanto como el Nuevo David que cumple la promesa anunciada por los profetas, sino como la Buena Nueva de los más pobres, y desamparados, de los desprotegidos como las viudas, los huérfanos, los presos y los sin esperanza. De manera preferencial, Lucas incluye en su evangelio a varias mujeres beneficiadas con esta buena y gran noticia de Jesús tales como Isabel, María, y María Magdalena.

La primera estación del año litúrgico es la que denominamos Adviento, que significa advenimiento, venida. El tema principal de este tiempo es el recuerdo de la promesa de Cristo, de que volverá, y de que nosotros los cristianos estamos en un tiempo de espera gozosa de la realización plena de la vida cristiana. Y vivimos este tiempo, no en una espera pasiva y triste, sino creyendo, orando, celebrando y haciendo presente el reino, no con un Jesús ausente, que “fue a los cielos” sino con el Jesucristo resucitado que está presente en cada cristiano, en cada celebración litúrgica, en cada acción sacramental que celebramos.

Así que mientras llega el tiempo de plenitud, la iglesia de Jesús, su pueblo, vive su misión, anuncia, celebra, denuncia, y madura en su proceso de fe, para hacer presente en el mundo la promesa de Cristo. Esta espera es una espera activa y gozosa como lo anuncia el salmo que hemos leído hoy.

El tiempo de adviento es un tiempo muy ocupado para todos nosotros a nivel eclesial. La iglesia se prepara y ensaya liturgias, cantos, y representaciones navideñas, elabora y coloca adornos para esta ocasión. En las familias de origen latino se celebran las posadas, una especie de representación de las dificultades que vivió José y María pidiendo hospedaje a los alrededores de Jerusalén en los días cercanos al nacimiento de su hijo Jesús.

También es un tiempo de muchos compromisos en la vida civil: las familias van de compras, empacan regalos y extienden invitaciones para las reuniones navideñas, las compañías hacen cenas a sus empleados y a sus familias, viajamos, y gastamos más dinero. Ojalá que estas ocupaciones ordinarias no nos distraigan del propósito del adviento, y nos permitan disponernos espiritualmente para vivir una de las fiestas más alegres e importantes del cristianismo como es el nacimiento de Jesús, el Salvador.

El evangelio de hoy, muy rico en símbolos nos invita a estar alerta y a reconocer a Jesús, quien triunfa y conquista no solo las fuerzas adversas del universo, sino también las inclinaciones confusas de nuestro propio corazón.

Que el Señor nos permita vivir este año que iniciamos con un nuevo ardor, una nueva esperanza, un nuevo deseo de ser cristianos verdaderos como hijos e hijas muy queridos/as de nuestro Eterno Padre.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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