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Séptimo Domingo después de Pentecostés
Propio 9
La Colecta:
Oh Dios, tú nos has enseñado a guardar tus mandamientos amándote a ti y a nuestro prójimo: Danos la gracia de tu Espíritu Santo para que nos consagremos a ti de todo corazón, y nos unamos unos a otros con afecto puro; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Antiguo Testamento: 2 Samuel 5:1-5, 9-10
1 Todas las tribus de Israel fueron a Hebrón para hablar con David, y le dijeron: «Nosotros somos de tu misma sangre, 2 y en realidad, aunque Saúl era nuestro rey, tú eras el que verdaderamente dirigía a Israel en sus campañas. Además, el Señor te ha prometido que tú serás quien dirija y gobierne a Israel.»
3 De esta manera, todos los ancianos de Israel fueron y hablaron con el rey David en Hebrón, y él hizo un pacto con ellos, poniendo al Señor por testigo. Entonces ellos consagraron a David como rey de Israel. 4 David tenía treinta años cuando empezó a reinar, y reinó cuarenta años: 5 en Hebrón fue rey de Judá durante siete años y medio, y luego en Jerusalén fue rey de todo Israel y Judá durante treinta y tres años. […]
9 Después se instaló David en la fortaleza y la llamó Ciudad de David, y le construyó murallas alrededor, desde el terraplén hasta el palacio. 10 El poder de David iba aumentando, y el Señor, el Dios todopoderoso, estaba con él.
Salmo: 48
1 Grande es el Señor, y digno de toda alabanza; *
en la ciudad de nuestro Dios está su santo monte.
2 Hermoso y sublime, el gozo de toda la tierra, es el monte de Sión, *
corazón del mundo y ciudad del gran Rey.
3 Dios está en su ciudadela; *
descuella como un alcázar.
4 He aquí los reyes de la tierra se aliaron; *
y juntos avanzaron contra ella.
5 Al verla, se pasmaron; *
se turbaron y huyeron.
6 Allí se estremecieron, *
se retorcían como mujer que pare,
como naves del mar cuando el solano las quebranta.
7 Lo que habíamos oído, lo hemos visto,
en la ciudad del Señor de las huestes, en la ciudad de nuestro Rey: *
Dios la ha establecido para siempre.
8 Hemos meditado en tu bondad, oh Dios, *
en medio de tu templo.
9 Tu alabanza, como tu Nombre, oh Dios, llega hasta los confines de la tierra; *
de justicia está llena tu diestra.
10 Alégrese el monte de Sión, gócense las ciudades de Judá, *
a causa de tu Providencia.
11 Anden alrededor de Sión, rodéenla; *
cuenten las torres que tiene.
12 Consideren bien su antemuro, examinen sus fuertes, *
para que puedan contarlo a la generación venidera;
13 Porque este Dios es nuestro Dios, eternamente y para siempre; *
él nos guiará por siempre jamás.
Antiguo Testamento: Ezequiel 2:1-5
Oí una voz 1 que me decía: «Tú, hombre, ponte de pie, que te voy a hablar.» 2 Mientras esa voz me hablaba, entró en mí el poder de Dios y me hizo ponerme de pie. Entonces oí que la voz que me hablaba 3 seguía diciendo: «A ti, hombre, te voy a enviar a los israelitas, un pueblo desobediente que se ha rebelado contra mí. Ellos y sus antepasados se han levantado contra mí hasta este mismo día. 4 También sus hijos son tercos y de cabeza dura. Pues te voy a enviar a ellos, para que les digas: “Esto dice el Señor.” 5 Y ya sea que te hagan caso o no, pues son gente rebelde, sabrán que hay un profeta en medio de ellos.»
Salmo: 123
1 A ti levanto mis ojos, *
a ti entronizado en los cielos.
2 Así como los ojos de los siervos miran a las manos de sus señores, *
y los ojos de la sierva a la mano de su señora,
3 Así nuestros ojos miran al Señor nuestro Dios, *
hasta que tenga misericordia de nosotros.
4 Ten misericordia de nosotros, oh Señor, ten misericordia, *
porque estamos hartos de desprecio,
5 Hartos del escarnio de los ricos indolentes, *
del menosprecio de los orgullosos.
Nuevo Testamento: 2 Corintios 12:2-10
2 Conozco a un seguidor de Cristo, que hace catorce años fue llevado al tercer cielo. No sé si fue llevado en cuerpo o en espíritu; Dios lo sabe. 3 Pero sé que ese hombre (si en cuerpo o en espíritu, no lo sé, sólo Dios lo sabe) 4 fue llevado al paraíso, donde oyó palabras tan secretas que a ningún hombre se le permite pronunciarlas. 5 Yo podría gloriarme de alguien así, pero no de mí mismo, a no ser de mis debilidades. 6 Aunque si quisiera yo gloriarme, eso no sería ninguna locura, porque estaría diciendo la verdad; pero no lo hago, para que nadie piense que soy más de lo que aparento o de lo que digo, 7 juzgándome por lo extraordinario de esas revelaciones. Por eso, para que yo no me crea más de lo que soy, he tenido un sufrimiento, una especie de espina clavada en el cuerpo, que como un instrumento de Satanás vino a maltratarme. 8 Tres veces le he pedido al Señor que me quite ese sufrimiento; 9 pero el Señor me ha dicho: «Mi amor es todo lo que necesitas; pues mi poder se muestra plenamente en la debilidad.» Así que prefiero gloriarme de ser débil, para que repose sobre mí el poder de Cristo. 10 Y me alegro también de las debilidades, los insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultades que sufro por Cristo, porque cuando más débil me siento es cuando más fuerte soy.
El Evangelio: Marcos 6:1-13
1 Jesús se fue de allí a su propia tierra, y sus discípulos fueron con él. 2 Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga. Y muchos oyeron a Jesús, y se preguntaron admirados: —¿Dónde aprendió éste tantas cosas? ¿De dónde ha sacado esa sabiduría y los milagros que hace? 3 ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no viven sus hermanas también aquí, entre nosotros?
Y no tenían fe en él. 4 Pero Jesús les dijo: —En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra, entre sus parientes y en su propia casa.
5 No pudo hacer allí ningún milagro, aparte de poner las manos sobre unos pocos enfermos y sanarlos. 6 Y estaba asombrado porque aquella gente no creía en él.
Jesús recorría las aldeas cercanas, enseñando. 7 Llamó a los doce discípulos, y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus impuros. 8 Les ordenó que no llevaran nada para el camino, sino solamente un bastón. No debían llevar pan ni provisiones ni dinero. 9 Podían ponerse sandalias, pero no llevar ropa de repuesto. 10 Les dijo: —Cuando entren ustedes en una casa, quédense allí hasta que se vayan del lugar. 11 Y si en algún lugar no los reciben ni los quieren oír, salgan de allí y sacúdanse el polvo de los pies, para que les sirva a ellos de advertencia. 12 Entonces salieron los discípulos a decirle a la gente que se volviera a Dios. 13 También expulsaron muchos demonios, y curaron a muchos enfermos ungiéndolos con aceite.
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Las lecturas del Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y los Evangelios provienen de la Biblia Nueva Versión Estándar Revisada: Edición Anglicana, copyright 1989, 1995, División de Educación Cristiana del Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo en los Estados Unidos de América. Usado con permiso. Todos los derechos reservados.
Las Colectas, Salmos y Cánticos son del Libro de Oración Común, 1979.
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