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Vigésimo quinto Domingo después de Pentecostés
Propio 28
La Colecta:
Bendito Señor, tú que inspiraste las Sagradas Escrituras para nuestra enseñanza: Concede que de tal manera las oigamos, las leamos, las consideremos, las aprendamos e interiormente las asimilemos, que podamos abrazar y siempre mantener la esperanza bendita de la vida eterna, que nos has dado en nuestro Salvador Jesucristo; que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Antiguo Testamento: Jueces 4:1-7
1 Después de la muerte de Ehud, los israelitas volvieron a hacer lo malo a los ojos del Señor, 2 así que el Señor los entregó al poder de Jabín, un rey cananeo que gobernaba en la ciudad de Hasor. El jefe de su ejército se llamaba Sísara, y vivía en Haróset-goím. 3 Jabín tenía novecientos carros de hierro, y durante veinte años había oprimido cruelmente a los israelitas, hasta que por fin éstos le suplicaron al Señor que los ayudara.
4 En aquel tiempo juzgaba a Israel una profetisa llamada Débora, esposa de Lapidot. 5 Débora acostumbraba sentarse bajo una palmera (conocida como «la palmera de Débora»), que había en los montes de Efraín, entre Ramá y Betel, y los israelitas acudían a ella para resolver sus pleitos.
6 Un día, Débora mandó llamar a un hombre llamado Barac, hijo de Abinóam, que vivía en Quedes, un pueblo de la tribu de Neftalí, y le dijo: —El Señor, el Dios de Israel, te ordena lo siguiente: “Ve al monte Tabor, y reúne allí a diez mil hombres de las tribus de Neftalí y Zabulón. 7 Yo voy a hacer que Sísara, jefe del ejército de Jabín, venga al arroyo de Quisón para atacarte con sus carros y su ejército. Pero yo voy a entregarlos en tus manos.”
Salmo: 123
1 A ti levanto mis ojos, *
a ti entronizado en los cielos.
2 Así como los ojos de los siervos miran a las manos de sus señores, *
y los ojos de la sierva a la mano de su señora,
3 Así nuestros ojos miran al Señor nuestro Dios, *
hasta que tenga misericordia de nosotros.
4 Ten misericordia de nosotros, oh Señor, ten misericordia, *
porque estamos hartos de desprecio,
5 Hartos del escarnio de los ricos indolentes, *
del menosprecio de los orgullosos.
Antiguo Testamento: Sofonías 1:7, 12-18
7 ¡Guarden silencio en presencia del Señor,
porque el día del Señor está cerca!
¡El Señor ha dispuesto un sacrificio
y ha consagrado a sus invitados!
12 «En aquel tiempo tomaré una lámpara
y registraré Jerusalén.
Castigaré entonces a la gente
que se siente tranquila
como el vino reposado,
y que se dice a sí misma:
“¡El Señor no hará nada, ni bueno ni malo!”
13 Por eso, sus tesoros serán saqueados
y sus casas destruidas.
Construirán casas, pero no vivirán en ellas;
plantarán viñas, pero no beberán de su vino.»
14 ¡Ya está cerca el gran día del Señor!
¡Ya está cerca, viene de prisa!
El estruendo del día del Señor será amargo:
¡hasta los más valientes gritarán entonces!
15 Será un día de ira,
de angustia y aflicción,
de ruina y desolación,
de oscuridad y tinieblas,
de nublado y sombras profundas;
16 será un día de trompeta y de clamor
contra las ciudades fortificadas
y sus altas torres.
17 Dice el Señor:
«Pondré en apuros a la gente.
Caminarán como ciegos,
porque pecaron contra mí.
Su sangre será derramada como polvo,
y su carne amontonada como estiércol.»
18 En el día de la ira del Señor,
no salvará a la gente ni su plata ni su oro,
porque el fuego del enojo del Señor
consumirá todo el país.
¡Todos los habitantes de la tierra
quedarán destruidos en un solo instante!
Salmo: 90:1-8, (9-11), 12
1 Oh Soberano mío, tú has sido nuestro refugio *
de generación en generación.
2 Antes que naciesen los montes, o fueran engendrados la tierra y el mundo, *
desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.
3 Devuelves el hombre al polvo, diciendo: *
“Retorna, hijo de Adán”.
4 Porque mil años delante de tus ojos son como el ayer, que pasó, *
y como una vigilia en la noche.
5 Nos arrebatas como en un sueño, *
como la hierba que pronto se marchita:
6 Por la mañana florece y crece; *
por la tarde es cortada y se seca;
7 Porque en tu furor somos consumidos, *
y por tu indignación somos conturbados.
8 Pusiste nuestras iniquidades ante ti, *
nuestros pecados secretos a la luz de tu rostro.
[9 Todos nuestros días fallecen a causa de tu ira; *
acabamos nuestros años como un suspiro.
10 Los días de nuestra vida son setenta años,
y quizás en los más robustos hasta ochenta; *
con todo, la suma de ellos es sólo pesar y trabajo,
porque pronto pasan, y desaparecemos.
11 ¿Quién conoce la vehemencia de tu ira? *
¿Quién teme debidamente tu indignación?]
12 Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, *
que traigamos al corazón sabiduría.
Nuevo Testamento: 1 Tesalonicenses 5:1-11
1 En cuanto a las fechas y los tiempos, hermanos, no necesitan que les escribamos. 2 Ustedes saben muy bien que el día del regreso del Señor llegará cuando menos se lo espere, como un ladrón que llega de noche. 3 Cuando la gente diga: «Todo está en paz y tranquilo», entonces vendrá de repente sobre ellos la destrucción, como le vienen los dolores de parto a una mujer que está encinta; y no podrán escapar. 4 Pero ustedes, hermanos, no están en la oscuridad, para que el día del regreso del Señor los sorprenda como un ladrón. 5 Todos ustedes son de la luz y del día. No somos de la noche ni de la oscuridad; 6 por eso no debemos dormir como los otros, sino mantenernos despiertos y en nuestro sano juicio. 7 Los que duermen, duermen de noche, y los que se emborrachan, se emborrachan de noche; 8 pero nosotros, que somos del día, debemos estar siempre en nuestro sano juicio. Debemos protegernos, como con una coraza, con la fe y el amor, y cubrirnos, como con un casco, con la esperanza de la salvación. 9 Porque Dios no nos destinó a recibir el castigo, sino a alcanzar la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. 10 Jesucristo murió por nosotros, para que, ya sea que sigamos despiertos o que nos durmamos con el sueño de la muerte, vivamos juntamente con él. 11 Por eso, anímense y fortalézcanse unos a otros, tal como ya lo están haciendo.
El Evangelio: Mateo 25:14-30
14 Jesús dijo: —Sucederá también con el reino de los cielos como con un hombre que, estando a punto de irse a otro país, llamó a sus empleados y les encargó que le cuidaran su dinero. 15 A uno de ellos le entregó cinco mil monedas, a otro dos mil y a otro mil: a cada uno según su capacidad. Entonces se fue de viaje. 16 El empleado que recibió las cinco mil monedas hizo negocio con el dinero y ganó otras cinco mil monedas. 17 Del mismo modo, el que recibió dos mil ganó otras dos mil. 18 Pero el que recibió mil fue y escondió el dinero de su jefe en un hoyo que hizo en la tierra.
19 »Mucho tiempo después volvió el jefe de aquellos empleados, y se puso a hacer cuentas con ellos. 20 Primero llegó el que había recibido las cinco mil monedas, y entregó a su jefe otras cinco mil, diciéndole: “Señor, usted me dio cinco mil, y aquí tiene otras cinco mil que gané.” 21 El jefe le dijo: “Muy bien, eres un empleado bueno y fiel; ya que fuiste fiel en lo poco, te pondré a cargo de mucho más. Entra y alégrate conmigo.” 22 Después llegó el empleado que había recibido las dos mil monedas, y dijo: “Señor, usted me dio dos mil, y aquí tiene otras dos mil que gané.” 23 El jefe le dijo: “Muy bien, eres un empleado bueno y fiel; ya que fuiste fiel en lo poco, te pondré a cargo de mucho más. Entra y alégrate conmigo.”
24 »Pero cuando llegó el empleado que había recibido las mil monedas, le dijo a su jefe: “Señor, yo sabía que usted es un hombre duro, que cosecha donde no sembró y recoge donde no esparció. 25 Por eso tuve miedo, y fui y escondí su dinero en la tierra. Pero aquí tiene lo que es suyo.” 26 El jefe le contestó: “Tú eres un empleado malo y perezoso, pues si sabías que yo cosecho donde no sembré y que recojo donde no esparcí, 27 deberías haber llevado mi dinero al banco, y yo, al volver, habría recibido mi dinero más los intereses.” 28 Y dijo a los que estaban allí: “Quítenle las mil monedas, y dénselas al que tiene diez mil. 29 Porque al que tiene, se le dará más, y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará. 30 Y a este empleado inútil, échenlo fuera, a la oscuridad. Entonces vendrán el llanto y la desesperación.”
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Las lecturas del Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y los Evangelios provienen de la Biblia Nueva Versión Estándar Revisada: Edición Anglicana, copyright 1989, 1995, División de Educación Cristiana del Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo en los Estados Unidos de América. Usado con permiso. Todos los derechos reservados.
Las Colectas, Salmos y Cánticos son del Libro de Oración Común, 1979.
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