Vigésimo segundo Domingo después de Pentecostés
Propio 24
La Colecta:
Dios todopoderoso y eterno, que en Cristo has revelado tu gloria a todas las naciones: Mantén las obras de tu misericordia; a fin de que tu Iglesia, esparcida por todo el mundo, persevere con fe inquebrantable en la confesión de tu Nombre; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Antiguo Testamento: Job 38:1-7, (34-41)
1 Entonces el Señor le habló a Job de en medio de la tempestad.
2 ¿Quién eres tú para dudar de mi providencia
y mostrar con tus palabras tu ignorancia?
3 Muéstrame ahora tu valentía,
y respóndeme a estas preguntas:
4 ¿Dónde estabas cuando yo afirmé la tierra?
¡Dímelo, si de veras sabes tanto!
5 ¿Sabes quién decidió cuánto habría de medir,
y quién fue el arquitecto que la hizo?
6 ¿Sobre qué descansan sus cimientos?
¿Quién le puso la piedra principal de apoyo,
7 mientras cantaban a coro las estrellas de la aurora
entre la alegría de mis servidores celestiales? […]
34 [¿Puedes dar órdenes a las nubes
de que te inunden con agua?
35 Si mandas al rayo que vaya a alguna parte,
¿acaso te responde: «Aquí estoy, a tus órdenes»?
36 ¿Quién dio instinto inteligente
a aves como el ibis o el gallo?
37 ¿Quién es tan sabio que sepa cuántas nubes hay?
¿Quién puede vaciarlas para que den su lluvia,
38 para que el polvo se convierta en barro
y se peguen los terrones entre sí?
39 ¿Eres tú quien busca presa para las leonas,
para que coman sus cachorros hasta llenarse,
40 cuando se esconden en su guarida
o se ponen al acecho en la maleza?
41 ¿Quién da de comer a los cuervos,
cuando sus crías andan buscando comida
y con grandes chillidos me la piden?]
Salmo: 104:1-9, 25, 37b
1 Bendice, alma mía, al Señor; *
Señor Dios mío, ¡cuán excelsa tu grandeza!
Te has vestido de majestad y esplendor.
2 Te envuelves de luz como con un manto, *
y extiendes los cielos como una cortina.
3 Cimientas tu habitación sobre las aguas, *
pones las nubes por tu carroza, cabalgas sobre las alas del viento.
4 Haces a los vientos tus mensajeros, *
a las llamas de fuego tus siervos.
5 Asentaste la tierra sobre sus cimientos, *
para que lamas se mueva.
6 Con el abismo, como con un manto, la cubriste; *
las aguas cubrieron los montes.
7 A tu reto huyeron, *
al fragor de tu trueno corrieron.
8 Subieron a los montes y bajaron a los valles, *
a los lugares que tú les asignaste.
9 Fijaste los límites que no debían pasar; *
no volverán a cubrir la tierra.
25 ¡Cuán múltiples tus obras, oh Señor *
Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas.
37 Bendice, alma mía, al Señor. *
¡Aleluya!
Antiguo Testamento: Isaías 53:4-12
Él estaba cargado con nuestros sufrimientos,
estaba soportando nuestros propios dolores.
Nosotros pensamos que Dios lo había herido,
que lo había castigado y humillado.
5 Pero fue traspasado a causa de nuestra rebeldía,
fue atormentado a causa de nuestras maldades;
el castigo que sufrió nos trajo la paz,
por sus heridas alcanzamos la salud.
6 Todos nosotros nos perdimos como ovejas,
siguiendo cada uno su propio camino,
pero el Señor cargó sobre él la maldad de todos nosotros.
7 Fue maltratado, pero se sometió humildemente,
y ni siquiera abrió la boca;
lo llevaron como cordero al matadero,
y él se quedó callado, sin abrir la boca,
como una oveja cuando la trasquilan.
8 Se lo llevaron injustamente,
y no hubo quien lo defendiera;
nadie se preocupó de su destino.
Lo arrancaron de esta tierra,
le dieron muerte por los pecados de mi pueblo.
9 Lo enterraron al lado de hombres malvados,
lo sepultaron con gente perversa,
aunque nunca cometió ningún crimen
ni hubo engaño en su boca.
10 El Señor quiso oprimirlo con el sufrimiento.
Y puesto que él se entregó en sacrificio por el pecado,
tendrá larga vida
y llegará a ver a sus descendientes;
por medio de él tendrán éxito los planes del Señor.
11 Después de tanta aflicción verá la luz,
y quedará satisfecho al saberlo;
el justo siervo del Señor liberará a muchos,
pues cargará con la maldad de ellos.
12 Por eso Dios le dará un lugar entre los grandes,
y con los poderosos participará del triunfo,
porque se entregó a la muerte
y fue contado entre los malvados,
cuando en realidad cargó con los pecados de muchos
e intercedió por los pecadores.
Salmo: 91:9-16
9 Porque hiciste del Señor tu refugio, *
del Altísimo, tu habitación,
10 No te sobrevendrá mal alguno, *
ni plaga tocará tu morada.
11 Pues a sus ángeles mandará cerca de ti, *
que te guarden en todos tus caminos.
12 En las manos te llevarán, *
para que tu pie no tropiece en piedra.
13 Sobre el león y el áspid pisarás; *
hollarás al cachorro del león y a la serpiente.
14 “Por cuanto ha hecho pacto de amor conmigo, yo lo libraré; *
lo protegeré, por cuanto ha conocido mi Nombre.
15 Me invocará, y yo le responderé; *
con él estaré en la angustia; lo libraré, y le glorificaré.
16 Lo saciaré de largos días, *
y le mostraré mi salvación”.
Nuevo Testamento: Hebreos 5:1-10
1 Todo sumo sacerdote es escogido de entre los hombres, nombrado para representarlos delante de Dios y para hacer ofrendas y sacrificios por los pecados. 2 Y como el sacerdote está sujeto a las debilidades humanas, puede tener compasión de los ignorantes y los extraviados; 3 y a causa de su propia debilidad, tiene que ofrecer sacrificios por sus pecados tanto como por los pecados del pueblo. 4 Nadie puede tomar este honor para sí mismo, sino que es Dios quien lo llama y le da el honor, como en el caso de Aarón. 5 De la misma manera, Cristo no se nombró Sumo sacerdote a sí mismo, sino que Dios le dio ese honor, pues él fue quien le dijo:
«Tú eres mi hijo;
yo te he engendrado hoy.»
6 Y también le dijo en otra parte de las Escrituras:
«Tú eres sacerdote para siempre,
de la misma clase que Melquisedec.»
7 Mientras Cristo estuvo viviendo aquí en el mundo, con voz fuerte y muchas lágrimas oró y suplicó a Dios, que tenía poder para librarlo de la muerte; y por su obediencia, Dios lo escuchó. 8 Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió lo que es la obediencia; 9 y al perfeccionarse de esa manera, llegó a ser fuente de salvación eterna para todos los que lo obedecen, 10 y Dios lo nombró Sumo sacerdote de la misma clase que Melquisedec.
El Evangelio: Marcos 10:35-45
35 Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: —Maestro, queremos que nos hagas el favor que vamos a pedirte.
36 Él les preguntó: —¿Qué quieren que haga por ustedes?
37 Le dijeron: —Concédenos que en tu reino glorioso nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
38 Jesús les contestó: —Ustedes no saben lo que piden. ¿Pueden beber este trago amargo que voy a beber yo, y recibir el bautismo que yo voy a recibir?
39 Ellos contestaron: —Podemos.
Jesús les dijo: —Ustedes beberán este trago amargo, y recibirán el bautismo que yo voy a recibir; 40 pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí darlo, sino que les será dado a aquellos para quienes está preparado.
41 Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se enojaron con Santiago y Juan. 42 Pero Jesús los llamó, y les dijo: —Como ustedes saben, entre los paganos hay jefes que se creen con derecho a gobernar con tiranía a sus súbditos, y los grandes hacen sentir su autoridad sobre ellos. 43 Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera ser grande entre ustedes, deberá servir a los demás, 44 y el que entre ustedes quiera ser el primero, deberá ser el esclavo de los demás. 45 Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.
Más recursos para Propio 24B
This page is available in:
English