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Decimotercero Domingo después de Pentecostés
Propio 16
La Colecta:
Concede, oh Dios de misericordia, que tu Iglesia, congregada en unidad por tu Espíritu Santo, manifieste tu poder entre todos los pueblos, para gloria de tu Nombre; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Antiguo Testamento: Éxodo 1:8-2:10
8 Más tarde hubo un nuevo rey en Egipto, que no había conocido a José, y que le dijo a su pueblo: 9 «Miren, el pueblo israelita es más numeroso y más poderoso que nosotros; 10 así que debemos tramar algo para impedir que sigan aumentando, porque puede ser que, en caso de guerra, se pongan de parte de nuestros enemigos para pelear contra nosotros y se vayan de este país.»
11 Por eso los egipcios pusieron capataces encargados de someter a los israelitas a trabajos muy duros. Les hicieron construir las ciudades de Pitón y Ramsés, que el faraón, rey de Egipto, usaba para almacenar provisiones. 12 Pero mientras más los maltrataban, más aumentaban. Así que los egipcios les tenían mucho miedo.
13 Los egipcios esclavizaron cruelmente a los israelitas. 14 Les amargaron la vida sometiéndolos al rudo trabajo de preparar lodo y hacer adobes, y de atender a todos los trabajos del campo. En todo esto los israelitas eran tratados con crueldad. 15 Además, el rey de Egipto habló con Sifrá y Puá, que eran parteras de las hebreas, y les dijo: 16 —Cuando atiendan a las hebreas en sus partos, fíjense en el sexo del recién nacido. Si es niña, déjenla vivir, pero si es niño, ¡mátenlo!
17 Sin embargo, las parteras tuvieron temor de Dios y no hicieron lo que el rey de Egipto les había ordenado, sino que dejaron vivir a los niños. 18 Entonces el rey de Egipto las mandó llamar y les dijo: —¿Por qué han dejado vivir a los niños?
19 —Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias —contestaron ellas—. Al contrario, son muy robustas y dan a luz antes de que nosotras lleguemos a atenderlas.
20-21 De esta manera el pueblo israelita seguía creciendo en número, y cada vez se hacía más poderoso. Además, como las parteras tuvieron temor de Dios, él las favoreció y les concedió una familia numerosa. 22 El faraón, por su parte, ordenó a todo su pueblo: «Echen al río a todos los niños hebreos que nazcan, pero a las niñas déjenlas vivir.»
1 Un hombre de la tribu de Leví se casó con una mujer de la misma tribu, 2 la cual quedó embarazada y tuvo un hijo. Al ver ella que el niño era hermoso, lo escondió durante tres meses; 3 pero, no pudiendo tenerlo escondido por más tiempo, tomó un canastillo de junco, le tapó todas las rendijas con asfalto natural y brea, para que no le entrara agua, y luego puso al niño dentro del canastillo y lo dejó entre los juncos a la orilla del río Nilo; 4 además le dijo a una hermana del niño que se quedara a cierta distancia, y que estuviera al tanto de lo que pasara con él.
5 Más tarde, la hija del faraón bajó a bañarse al río y, mientras sus sirvientas se paseaban por la orilla, vio el canastillo entre los juncos. Entonces mandó a una de sus esclavas que se lo trajera. 6 Al abrir el canastillo y ver que allí dentro había un niño llorando, la hija del faraón sintió compasión de él y dijo: —Éste es un niño hebreo.
7 Entonces la hermana del niño propuso a la hija del faraón: —¿Le parece a usted bien que llame a una nodriza hebrea, para que le dé el pecho a este niño?
8 —Ve por ella —contestó la hija del faraón.
Entonces la muchacha fue por la madre del niño, 9 y la hija del faraón le dijo: —Toma a este niño y críamelo, y yo te pagaré por tu trabajo.
La madre del niño se lo llevó y lo crió, 10 y ya grande se lo entregó a la hija del faraón, la cual lo adoptó como hijo suyo y lo llamó Moisés, pues dijo: —Yo lo saqué del agua.
Salmo: 124
1 Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, *
diga ahora Israel;
2 Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, *
cuando los enemigos se levantaron contra nosotros;
3 Entonces nos habrían tragado vivos, *
cuando se encendió su furor contra nosotros;
4 Entonces nos habrían sumergido las aguas, *
hasta el cuello habría subido el torrente;
5 Entonces hasta el cuello habrían subido *
las aguas furiosas.
6 ¡Bendito sea el Señor! *
No nos ha dado por presa a sus dientes.
7 Hemos escapado cual ave de la trampa del cazador; *
se rompió la trampa, y hemos escapado.
8 Nuestro auxilio está en el Nombre del Señor, *
que hizo los cielos y la tierra.
Antiguo Testamento: Isaías 51:1-6
1 Óiganme todos los que quieren vivir con rectitud
y me buscan —dice el Señor.
Miren la roca de donde fueron cortados,
la cantera de donde fueron sacados;
2 miren a Abraham, su padre,
y a Sara, la que les dio la vida.
Cuando yo lo llamé, era uno solo,
pero lo bendije y le di muchos descendientes.
3 Yo seré bondadoso con Sión,
la ciudad que estaba toda en ruinas.
Convertiré las tierras secas del desierto en un jardín,
como el jardín que el Señor plantó en Edén.
Allí habrá felicidad y alegría,
cantos de alabanza y son de música.
4 «Pueblos, préstenme atención,
escúchenme, naciones:
yo publicaré mi enseñanza
y mis mandamientos alumbrarán a los pueblos.
5 Mi victoria está cercana,
mi acción salvadora está en camino;
con mi poder gobernaré a los pueblos.
Los países del mar esperarán en mí
y confiarán en mi poder.
6 »Levanten los ojos al cielo,
y miren abajo, a la tierra:
el cielo se desvanecerá como el humo,
la tierra se gastará como un vestido
y sus habitantes morirán como mosquitos.
Pero mi salvación será eterna,
mi victoria no tendrá fin.»
Salmo: 138
1 Te daré gracias, oh Señor, de todo corazón; *
delante de los dioses cantaré tus alabanzas.
2 Me postraré hacia tu santo templo, y alabaré tu Nombre, *
por tu amor y tu fidelidad;
3 Porque has glorificado tu Nombre, *
y tu palabra por encima de todo.
4 Cuando te invoqué, me respondiste, *
fortaleciste mi alma con vigor.
5 Te alabarán, oh Señor, todos los reyes de la tierra, *
al escuchar las palabras de tu boca.
6 Cantarán de los caminos del Señor: *
“¡Cuán grande la gloria del Señor!”
7 Aunque excelso es el Señor, cuida del humilde, *
y al altivo percibe de lejos.
8 Aunque camine entre peligros, tú me guardas seguro; *
contra la ira de mis enemigos extiendes tu mano, y tu diestra me salvará.
9 El Señor cumplirá en mí su propósito; *
tu misericordia, oh Señor, es para siempre;
no desampares la obra de tus manos.
Nuevo Testamento: Romanos 12:1-8
1 Por tanto, hermanos míos, les ruego por la misericordia de Dios que se presenten ustedes mismos como ofrenda viva, santa y agradable a Dios. Éste es el verdadero culto que deben ofrecer. 2 No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto.
3 Por el encargo que Dios en su bondad me ha dado, digo a todos ustedes que ninguno piense de sí mismo más de lo que debe pensar. Antes bien, cada uno piense de sí con moderación, según los dones que Dios le haya dado junto con la fe. 4 Porque así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y no todos los miembros sirven para lo mismo, 5 así también nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo y estamos unidos unos a otros como miembros de un mismo cuerpo.
6 Dios nos ha dado diferentes dones, según lo que él quiso dar a cada uno. Por lo tanto, si Dios nos ha dado el don de profecía, hablemos según la fe que tenemos; 7 si nos ha dado el don de servir a otros, sirvámoslos bien. El que haya recibido el don de enseñar, que se dedique a la enseñanza; 8 el que haya recibido el don de animar a otros, que se dedique a animarlos. El que da, hágalo con sencillez; el que ocupa un puesto de responsabilidad, desempeñe su cargo con todo cuidado; el que ayuda a los necesitados, hágalo con alegría.
El Evangelio: Mateo 16:13-20
13 Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: —¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
14 Ellos contestaron: —Algunos dicen que Juan el Bautista; otros dicen que Elías, y otros dicen que Jeremías o algún otro profeta.
15 —Y ustedes, ¿quién dicen que soy? —les preguntó.
16 Simón Pedro le respondió: —Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente.
17 Entonces Jesús le dijo: —Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque esto no lo conociste por medios humanos, sino porque te lo reveló mi Padre que está en el cielo. 18 Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a construir mi iglesia; y ni siquiera el poder de la muerte podrá vencerla. 19 Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que tú ates aquí en la tierra, también quedará atado en el cielo, y lo que tú desates aquí en la tierra, también quedará desatado en el cielo.
20 Luego Jesús ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
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Las lecturas del Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y los Evangelios provienen de la Biblia Nueva Versión Estándar Revisada: Edición Anglicana, copyright 1989, 1995, División de Educación Cristiana del Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo en los Estados Unidos de América. Usado con permiso. Todos los derechos reservados.
Las Colectas, Salmos y Cánticos son del Libro de Oración Común, 1979.
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