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La Presentación de nuestro Señor Jesucristo
La Colecta:
Dios todopoderoso y eterno, humildemente te rogamos que, así como tu Hijo unigénito fue presentado en el templo en este día, así seamos presentados ante ti con corazones puros y limpios; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén.
El Antiguo Testamento: Malaquías 3:1-4
1 El Señor todopoderoso dice: «Voy a enviar mi mensajero para que me prepare el camino. El Señor, a quien ustedes están buscando, va a entrar de pronto en su templo. ¡Ya llega el mensajero de la alianza que ustedes desean!»
2 Pero ¿quién podrá resistir el día de su venida? ¿Quién podrá entonces permanecer en pie? Pues llegará como un fuego, para purificarnos; será como un jabón que quitará nuestras manchas. 3 El Señor se sentará a purificar a los sacerdotes, los descendientes de Leví, como quien purifica la plata y el oro en el fuego. Después ellos podrán presentar su ofrenda al Señor, tal como deben hacerlo. 4 El Señor se alegrará entonces de la ofrenda de Judá y Jerusalén, igual que se alegraba de ella en otros tiempos.
Salmo: 84 o 24:7-10
1 ¡Cuán amable tu morada, Señor de los Ejércitos! *
Anhela mi alma y con ardor desea los atrios del Señor;
mi corazón y mi carne se regocijan en el Dios vivo.
2 El gorrión ha encontrado casa,
y la golondrina nido donde poner sus polluelos: *
en tus altares, oh Señor de los Ejércitos, Rey mío y Dios mío.
3 ¡Dichosos los que habitan en tu casa! *
Perpetuamente te alabarán.
4 ¡Dichosos los que en ti encuentran su fuerza, *
cuyos corazones están resueltos a peregrinar!
5 Los que atraviesan el valle desolado lo hallan un lugar de fuentes, *
porque la lluvia temprana lo ha cubierto de charcos.
6 Treparán de baluarte en baluarte, *
y se revelará el Dios de los dioses en Sión.
7 Señor Dios de los Ejércitos, escucha mi oración; *
atiéndeme, oh Dios de Jacob.
8 Mira, oh Dios, a nuestro Escudo; *
pon los ojos en el rostro de tu Ungido.
9 Mejor es pasar un día en tus atrios que mil en mi propia casa; *
vale más estar en el umbral de la casa de mi Dios,
que vivir en las tiendas de los malvados;
10 Porque sol y escudo es el Señor Dios; *
él dará la gracia y la gloria.
11 No quitará el Señor ningún bien *
a los que andan en integridad.
12 ¡Oh Señor de los Ejércitos, *
dichosos los que en ti confían!
o
7 Alcen, oh puertas, sus cabezas; álcense, oh puertas del Eterno; *
y entrará el Rey de gloria.
8 “¿Quién es este Rey de gloria?” *
“El Señor, fuerte y valiente, el Señor, poderoso en batalla”.
9 Alcen, oh puertas, sus cabezas; álcense, oh puertas del Eterno; *
y entrará el Rey de gloria.
10 “¿Quién es él, el Rey de gloria?” *
“El Señor de las huestes, él es el Rey de gloria”.
El Nuevo Testamento: Hebreos 2:14-18
14 Así como los hijos de una familia son de la misma carne y sangre, así también Jesús fue de carne y sangre humanas, para derrotar con su muerte al que tenía poder para matar, es decir, al diablo. 15 De esta manera ha dado libertad a todos los que por miedo a la muerte viven como esclavos durante toda la vida. 16 Pues ciertamente no vino para ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham. 17 Y para eso tenía que hacerse igual en todo a sus hermanos, para llegar a ser Sumo sacerdote, fiel y compasivo en su servicio a Dios, y para obtener el perdón de los pecados de los hombres por medio del sacrificio. 18 Y como él mismo sufrió y fue puesto a prueba, ahora puede ayudar a los que también son puestos a prueba.
El Evangelio: Lucas 2:22-40
22 Cuando se cumplieron los días en que ellos debían purificarse según la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentárselo al Señor. 23 Lo hicieron así porque en la ley del Señor está escrito: «Todo primer hijo varón será consagrado al Señor.» 24 Fueron, pues, a ofrecer en sacrificio lo que manda la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones de paloma.
25 En aquel tiempo vivía en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeón. Era un hombre justo y piadoso, que esperaba la restauración de Israel. El Espíritu Santo estaba con Simeón, 26 y le había hecho saber que no moriría sin ver antes al Mesías, a quien el Señor enviaría. 27 Guiado por el Espíritu Santo, Simeón fue al templo; y cuando los padres del niño Jesús lo llevaron también a él, para cumplir con lo que la ley ordenaba, 28 Simeón lo tomó en brazos y alabó a Dios, diciendo:
29 «Ahora, Señor, tu promesa está cumplida:
puedes dejar que tu siervo muera en paz.
30 Porque ya he visto la salvación
31 que has comenzado a realizar
a la vista de todos los pueblos,
32 la luz que alumbrará a las naciones
y que será la gloria de tu pueblo Israel.»
33 El padre y la madre de Jesús se quedaron admirados al oír lo que Simeón decía del niño. 34 Entonces Simeón les dio su bendición, y dijo a María, la madre de Jesús: —Mira, este niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan o se levanten. Él será una señal que muchos rechazarán, 35 a fin de que las intenciones de muchos corazones queden al descubierto. Pero todo esto va a ser para ti como una espada que atraviese tu propia alma.
36 También estaba allí una profetisa llamada Ana, hija de Penuel, de la tribu de Aser. Era ya muy anciana. Se casó siendo muy joven, y había vivido con su marido siete años; 37 hacía ya ochenta y cuatro años que se había quedado viuda. Nunca salía del templo, sino que servía día y noche al Señor, con ayunos y oraciones. 38 Ana se presentó en aquel mismo momento, y comenzó a dar gracias a Dios y a hablar del niño Jesús a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.
39 Después de haber cumplido con todo lo que manda la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su propio pueblo de Nazaret. 40 Y el niño crecía y se hacía más fuerte, estaba lleno de sabiduría y gozaba del favor de Dios.
Más recursos para la Presentación de nuestro Señor Jesucristo (Candelaria)
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Las lecturas del Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y los Evangelios provienen de la Biblia Nueva Versión Estándar Revisada: Edición Anglicana, copyright 1989, 1995, División de Educación Cristiana del Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo en los Estados Unidos de América. Usado con permiso. Todos los derechos reservados.
Las Colectas, Salmos y Cánticos son del Libro de Oración Común, 1979.
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