Calendario Litúrgico

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Día de Pentecostés

La Colecta:

Dios omnipotente, en este día abriste el camino de la vida eterna a toda raza y nación por el don prometido de tu Espíritu Santo: Esparce este don sobre todo el mundo por la predicación del Evangelio, para que llegue a los confines de la tierra; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos.  Amén.

o bien

Oh Dios, que en este día enseñaste a los corazones de tus fieles, enviándoles la luz de tu Espíritu Santo: Concédenos por el mismo Espíritu, que tengamos un juicio acertado en todas las cosas, y que nos regocijemos siempre en su santa fortaleza; por Jesucristo tu Hijo nuestro Señor, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos.  Amén.

Primera Lectura: Hechos 2:1–21 o Génesis 11:1–9

1 Al llegar el día de Pentecostés estaban todos reunidos en un mismo lugar. Y de repente vino un estruendo del cielo, como si soplara un viento violento, y llenó toda la casa donde estaban sentados. Entonces aparecieron, repartidas entre ellos, lenguas como de fuego, y se asentaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas lenguas, como el Espíritu les daba que hablaran.

En Jerusalén habitaban judíos, hombres piadosos de todas las naciones debajo del cielo. Cuando se produjo este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confundidos porque cada uno les oía hablar en su propio idioma. Estaban atónitos y asombrados, y decían:

—Miren, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, oímos nosotros cada uno en nuestro idioma en que nacimos? Partos, medos, elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, 10 de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia más allá de Cirene; forasteros romanos, tanto judíos como prosélitos; 11 cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestros propios idiomas los grandes hechos de Dios.

12 Todos estaban atónitos y perplejos, y se decían unos a otros:
—¿Qué quiere decir esto?

13 Pero otros, burlándose, decían:
—Están llenos de vino nuevo.

14 Entonces Pedro se puso de pie con los once, levantó la voz y les declaró:
—Hombres de Judea y todos los habitantes de Jerusalén, sea conocido esto a ustedes, y presten atención a mis palabras. 15 Porque estos no están embriagados, como piensan, pues es solamente como las nueve de la mañana del día. 16 Más bien, esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel:

17 Sucederá en los últimos días, dice Dios, que derramaré de mi Espíritu
sobre toda carne.
Sus hijos y sus hijas profetizarán,
sus jóvenes verán visiones
y sus ancianos soñarán sueños.
18 De cierto, sobre mis siervos y mis siervas
en aquellos días derramaré de mi Espíritu,
y profetizarán.
19 Daré prodigios en el cielo arriba,
y señales en la tierra abajo:
sangre, fuego y vapor de humo.
20 El sol se convertirá en tinieblas,
y la luna en sangre,
antes que venga el día del Señor, grande y glorioso.
21 Y sucederá que todo aquel
que invoque el nombre del Señor será salvo.

o

1 Toda la tierra tenía un solo idioma y las mismas palabras. Pero aconteció que al emigrar del oriente, encontraron una llanura en la tierra de Sinar y se establecieron allí. Entonces se dijeron unos a otros: “Vengan, hagamos adobes y quemémoslos con fuego”. Así empezaron a usar ladrillo en lugar de piedra, y brea en lugar de mortero. Y dijeron: “Vengan, edifiquémonos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue al cielo. Hagámonos un nombre, no sea que nos dispersemos sobre la faz de toda la tierra”.

El SEÑOR descendió para ver la ciudad y la torre que edificaban los hombres. Entonces dijo el SEÑOR: “He aquí que este pueblo está unido, y todos hablan el mismo idioma. Esto es lo que han comenzado a hacer, y ahora nada les impedirá hacer lo que se proponen. Vamos, pues, descendamos y confundamos allí su lenguaje, para que nadie entienda lo que dice su compañero”.

Así los dispersó el SEÑOR de allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por tanto, el nombre de dicha ciudad fue Babel, porque el SEÑOR confundió allí el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los dispersó sobre la faz de toda la tierra.

Salmo: 104:25-35,37

25     ¡Cuán múltiples tus obras, oh Señor *
             Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas.
26     He allí el grande y anchuroso mar, en donde bullen criaturas sin número, *
             tanto pequeñas como grandes.
27     Allí se mueven las naves, allí está ese Leviatán, *
             que modelaste para jugar con él.
28     Todos ellos te aguardan, *
             para que les des comida a su tiempo.
29     Se la das, la recogen; *
             abres tu mano, se sacian de bienes.
30     Escondes tu rostro y se espantan; *
             les quitas el aliento; expiran y vuelven a su polvo.
31     Envías tu Espíritu y son creados; *
             así renuevas la faz de la tierra.
32     Perdure la gloria del Señor para siempre; *
             alégrese el Señor en todas sus obras.
33    El mira a la tierra, y ella tiembla; *
           toca los montes, y humean.
34    Cantaré al Señor mientras viva; *
           alabaré a mi Dios mientras exista.
35    Que le sea agradable mi poema; *
           me regocijaré en el Señor.
37    Bendice, alma mía, al Señor. *
           ¡Aleluya!

Segunda Lectura: Romanos 8:14-17 o Hechos 2:1-21

14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. 15 Pues no recibieron el espíritu de esclavitud para estar otra vez bajo el temor sino que recibieron el espíritu de adopción como hijos, en el cual clamamos: “¡Abba, Padre!”. 16 El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. 17 Y si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

o

1 Al llegar el día de Pentecostés estaban todos reunidos en un mismo lugar. Y de repente vino un estruendo del cielo, como si soplara un viento violento, y llenó toda la casa donde estaban sentados. Entonces aparecieron, repartidas entre ellos, lenguas como de fuego, y se asentaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas lenguas, como el Espíritu les daba que hablaran.

En Jerusalén habitaban judíos, hombres piadosos de todas las naciones debajo del cielo. Cuando se produjo este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confundidos porque cada uno les oía hablar en su propio idioma. Estaban atónitos y asombrados, y decían:

—Miren, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, oímos nosotros cada uno en nuestro idioma en que nacimos? Partos, medos, elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, 10 de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia más allá de Cirene; forasteros romanos, tanto judíos como prosélitos; 11 cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestros propios idiomas los grandes hechos de Dios.

12 Todos estaban atónitos y perplejos, y se decían unos a otros:
—¿Qué quiere decir esto?

13 Pero otros, burlándose, decían:
—Están llenos de vino nuevo.

14 Entonces Pedro se puso de pie con los once, levantó la voz y les declaró:
—Hombres de Judea y todos los habitantes de Jerusalén, sea conocido esto a ustedes, y presten atención a mis palabras. 15 Porque estos no están embriagados, como piensan, pues es solamente como las nueve de la mañana del día. 16 Más bien, esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel:

17 Sucederá en los últimos días, dice Dios, que derramaré de mi Espíritu
sobre toda carne.
Sus hijos y sus hijas profetizarán,
sus jóvenes verán visiones
y sus ancianos soñarán sueños.
18 De cierto, sobre mis siervos y mis siervas
en aquellos días derramaré de mi Espíritu,
y profetizarán.
19 Daré prodigios en el cielo arriba,
y señales en la tierra abajo:
sangre, fuego y vapor de humo.
20 El sol se convertirá en tinieblas,
y la luna en sangre,
antes que venga el día del Señor, grande y glorioso.
21 Y sucederá que todo aquel
que invoque el nombre del Señor será salvo.

Gospel: Juan 14:8-17, (25-27)

Le dijo Felipe:

—Señor, muéstranos el Padre y nos basta.

Jesús le dijo:

—Tanto tiempo he estado con ustedes, Felipe, ¿y no me has conocido? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo, pues, dices tú: “Muéstranos el Padre”? 10 ¿No crees que yo soy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo les hablo, no las hablo de mí mismo sino que el Padre que mora en mí hace sus obras. 11 Créanme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, crean por las mismas obras.

12 »De cierto, de cierto les digo que el que cree en mí, él también hará las obras que yo hago. Y mayores que estas hará, porque yo voy al Padre. 13 Y todo lo que pidan en mi nombre, eso haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14 Si me piden alguna cosa en mi nombre, yo la haré.

15 »Si me aman, guardarán mis mandamientos. 16 Y yo rogaré al Padre y les dará otro Consolador para que esté con ustedes para siempre. 17 Este es el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes lo conocen, porque permanece con ustedes y está en ustedes.

[25 »Estas cosas les he hablado mientras todavía estoy con ustedes. 26 Pero el Consolador, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, él les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que yo les he dicho.

27 »La paz les dejo, mi paz les doy. No como el mundo la da yo se la doy a ustedes. No se turbe su corazón ni tenga miedo.]

Leccionario imprimible

Más recursos para el Día de Pentecostés C

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Las Colectas, Salmos y Cánticos son del Libro de Oración Común, 1979.

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